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Delincuencia ataca la investigación científica de la UCV ante el desamparo

Foto El Nacional

La escena es indignante. Un sismo hubiera sido más condescendiente. La marea de químicos y colorantes regados en el piso bañan documentos. Historias de pacientes y resultados de estudios clínicos quedaron destruidos. Sobre ellos, restos de cristales de tubos de ensayo y placas de Petri para registrar cultivos de bacterias evidencian el vandalismo. Las puertas y las ventanas destrozadas confirman la rabia. El olor de los reactivos que se mezclaron quedó impregnado en las paredes del laboratorio de bacteriología. Años de trabajo e investigación fueron arrebatados sin comprender su importancia. En lo que va de año han robado más de 18 veces en distintas cátedras del Instituto de Medicina Tropical de la UCV.

DIANA SANJINÉS / El-Nacional.com

Los daños suman un costo incalculable. Además de los equipos y materiales que difícilmente serán repuestos, la información que se perdió fue un golpe directo al desarrollo de la ciencia y la salud del país. La sede de referencia nacional para tratar enfermedades tropicales, con 68 años de fundada, está en terapia intensiva y su recuperación será lenta. El único instituto público donde se hacen exámenes de toxoplasmosis solo cuenta con la colaboración de pacientes, con donativos y el esfuerzo invaluable de investigadores y médicos.

“En marzo nos vimos obligados a cerrar el instituto. Con los últimos robos ya suman más de 30 equipos sustraídos. Cada uno cuesta alrededor de 500.000 bolívares. Pero lo más importante es la información que se perdió: base de datos de pacientes, estadísticas, resultados de exámenes y registros de enfermedades. No tenemos dinero para comprar un servidor y respaldar los documentos. Nunca nos imaginamos que algo así sucedería”, señala Verónica Martínez, administradora del instituto.

Trabajar en retroceso. La cátedra de Micología ha sido una de las más afectadas. Sofía Mata, jefa de la sección, lamenta los daños que le ocasionaron a un lugar dedicado a los venezolanos, que desde hace más de 40 años, investiga hongos y otras muestras para hacer diagnósticos de enfermedades. “Las consultas son gratuitas, pero después de los robos los pacientes nos dejan dinero o nos preguntan qué necesitamos para ver si pueden colaborar con algo. Ahora solo estamos haciendo serologías (análisis de sangre para detectar anticuerpos) y consultas de láminas con muestras de biopsias o autopsias, el resto lo hemos tenido que parar. Las historias las escribimos en papel. Tuvimos que regresar a métodos primitivos”.

“Muy poca gente sabe que en el IMT hay una cantidad de personas con un nivel alto en la materia a la que nos dedicamos. En paludismo, chagas, parasitosis, biología molecular. Es desmotivador, pero hay que prevalecer. Rendirse es lo peor que podemos hacer”, afirma Mata.

Hurto al conocimiento. Los estudiantes de Microbiología solo realizaron 6 prácticas de las 15 que tenían pautadas. Los robos también detienen el aprendizaje de futuros médicos. María Eugenia Landaeta, jefa de cátedra, afirma que antes de los asaltos los investigadores estaban trabajando en condiciones desfavorables porque no tenían presupuesto para reponer los materiales y las investigaciones se redujeron, pero se mantenían las
prácticas para los estudiantes. Ahora no.

“Es muy limitado lo que uno puede hacer, lo que se recupera lo roban. Y no se trata solo del hurto, sino del vandalismo: lo que dejaron está roto o dañado. Es como un ensañamiento en contra de la investigación en la universidad”, afirma.

En su laboratorio robaron una impresora, una computadora, aparatos de laboratorio y cajas de vidriería. El vandalismo fue tal que derramaron cultivos de bacterias comunes que se siembran para estudios de pacientes sin saber el peligro al cual se exponían: infecciones en la piel y respiratorias. Robaron un servidor con 30 años de historias y data de pacientes que no se podrán recuperar porque era el registro de pruebas que se hacían de distintas maneras en otras épocas.

El Centro de Análisis de Imágenes Biomédicas Computarizadas (Caibco) es sede del programa SOS Telemedicina, una serie de cursos en línea gratuitos para capacitar al personal de la salud y formar en el área de medicina, que funciona desde hace 10 años y utiliza herramientas tecnológicas como videoconferencias, teleconsultas y telediagnósticos para la difusión de conocimiento. También fue blanco del hampa.

“Son recursos adquiridos con aportes de empresas y que no hay forma de recuperar porque ¿cuántas compañías tienen el músculo financiero para invertir en programas de estas dimensiones?”, señala Héctor Arrechedera, coordinador de informática médica de la Facultad de Medicina.

Arrechedera agrega que de los robos lo más grave es la desesperanza y la sensación de desamparo: “El mayor dolor fue llegar y ver a mis compañeros llorando. La indignación de los doctores e investigadores que están allí militantemente siendo docentes y atendiendo a pacientes. Es terrible cuando de la noche a la mañana te quitan todo tu material de trabajo sabiendo que no existe posibilidad de recuperarlo”.

Sin embargo, el mensaje que transmite Arrechedera es opuesto a la resignación. Dice que a pesar de no tener las mejores condiciones para impartir una educación de calidad seguirán trabajando en pro de la ciencia y la salud a través del proyecto de Telemedicina.

Nada se salva del vandalismo. De todos los robos llama la atención el caso del serpentario, centro que se dedica a la investigación de toxinas y venenos de origen animal, a apoyar a la Red Nacional de Antivenenos para hacer sueros y a impartir talleres y charlas a instituciones públicas y privadas. Allí resguardan en cautiverio más de 15 especies de serpientes, pero también otros animales como escorpiones y arañas. Un lugar delicado y altamente peligroso que no detuvo a los delincuentes. Pedro Navarro, profesor e investigador del Instituto de Medicina Tropical, asegura que en marzo se llevaron instrumentos, comida para animales y computadoras, detallando que los ladrones entraron por el Jardín Botánico y que posiblemente tenían cierto conocimiento del área.

En julio intentaron forzar las cerraduras nuevamente y romper las puertas, pero no pudieron. Ese mismo mes, en la sección de entomología donde hay insectos como chipos, alacranes y escorpiones sustrajeron una nevera, una balanza y equipos de oficina. Oscar Noya, jefe de Biohelmintiasis, calculó en $ 50.000 los costos de los daños ocasionados en cada departamento que robaron ese mes.

Institutos vulnerables

A pocos días de regresar de vacaciones, en septiembre, la escuela de Medicina José María Vargas experimentó el vandalismo. La cátedra de Parasitología y el cafetín fueron los más afectados. Rompieron 5 puertas, dañaron archivadores, se llevaron tuberías de cobre de los aires, resmas de papel, computadoras, un equipo de sonido, varios video beam, láminas de aluminio y pacas de arroz, harina de maíz y azúcar. Las pérdidas se calculan en unos Bs 20 millones.

La oficina de Leonor Pocaterra, jefa de parasitología, parecía el recuerdo de un huracán. El desorden de archivos y materiales que se extendía en el piso no era tan perturbador como los restos de excremento que lo acompañaban. Los elementos que usa para el trabajo de campo del proyecto Maniapure desaparecieron. Por lo que se ven afectados los más de 10.000 indígenas del municipio Cedeño, estado Bolívar, que reciben atención médica a través de ese programa.

En la USB han ocurrido 12 hurtos, un secuestro y 4 robos en lo que va de año. El más grave sucedió en abril cuando sustrajeron 12 computadoras, un scanner y material para los títulos universitarios de la oficina de Control de Estudios. Afortunadamente, la base de datos de los estudiantes y su registro académico estaban respaldados, pero para una institución que lucha para mantener servicios básicos como alimentación y transporte reponer los equipos es prácticamente imposible.

En el IVIC la frecuencia de los robos es cada vez mayor. Flor Pujol, presidente de la Asociación de Investigadores, asegura que se han llevado pantallas, teléfonos y laptops con archivos de genética. “Como no tenemos acceso a divisas será difícil reponer esos equipos”.

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