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Cuckolding, la última fantasía sexual “para intelectuales”

Un gran número de los insultos españoles más utilizados está relacionado de manera estrecha con la infidelidad de la pareja: “cabrón”, “cornudo”, “cabrito”… Apelativos que hacían referencia a la deshonra que tradicionalmente ha supuesto para la virilidad masculina que la esposa se acostase con otro. Deshonra… ¿o fetiche? Basta con echar un vistazo a cualquier página de contenidos pornográficos para descubrir que los relacionados con cornudos (o “cuckold”, como se conoce en inglés) abundan cada vez más.

Al fin y al cabo, si hasta ‘The Independent’ le dedica un artículo al tema, es que el río agua lleva. Como explica el texto, las búsquedas de este fetiche en Google se han doblado durante los últimos 12 años. Este recoge algunos testimonios de mujeres que afirman cosas como “no puedo creer que mi marido me deje tener todo el sexo que quiero con mi novio” u otros que, después de contar a su pareja cómo le han engañado, se excitan enormemente y piden conocer todos los detalles posibles.

Lo señalaba la página A Billon Wicked Thoughts, dirigida por los neurocientíficos Ogi Ogas y Sai Gaddam y destinada a explorar lo que internet tiene que decir sobre nuestros gustos pornográficos: es el segundo término más buscado por los heterosexuales, después de “joven”. Lo que no queda tan claro es la motivación que se encuentra detrás de esta fantasía “para intelectuales”, como afirmaba un reportaje publicado en ‘The Daily Beast’ ante la mofa de los lectores. Eso sí, no tiene nada que ver con los tríos (puesto que el cornudo no participa): esta fantasía se encuentra probablemente mucho más cerca de las esposas o los látigos que de un ‘menage-a-trois’.

Como siempre que un término semejante se pone de moda, todo el mundo tiene algo que aportar al debate: medios de comunicación, psicólogos, sociólogos, psicoanalistas o evolucionistas biologicistas, que siempre tienen una buena teoría a mano para intentar explicar cualquier cosa. Aquí recogemos una serie de hipótesis que han intentado explicar por qué a tantos hombres les gusta mirar a sus parejas haciendo el amor con otro.

Una nueva forma de humillación

Si ser un cornudo es una forma de sadomasoquismo, debemos entender que el placer se obtiene de ser humillado. Como recordaba uno de los reportajes más completos sobre el tema, publicado en la revista ‘Playboy’ por el experto en sexología Justin Lehmiller, en muchos casos estos “cornudos” desean que los hombres que se van a acostar con sus parejas tengan penes mucho más grandes que los suyos.

Hay quien incluso considera que esta atracción puede estar originada en el miedo de los hombres a que sus mujeres les engañen, y que puede llegar a ser una manera de prepararse psicológicamente para dicha situación, como ocurre con el columnista Don Savage. Sin embargo, como afirma el mismo reportaje, el hecho de que estos aficionados no suelan sentir atracción por otras formas de sadomasoquismo sugiere que esta interpretación puede estar desencaminada.

Transgresión: todos salimos ganando

En ‘Psychology Today’, el doctor Leon Seltzer utiliza la obra de David J. Ley ‘Insatiable Wives: Woman who Stray and the Men who Love Them’ (Rowman & Littlefield Publishers) para intentar explicar la excitación producida por estos encuentros. Entre ellas, se encuentra la de experimentar de manera vicaria la relación sexual que él mismo está acostumbrado a protagonizar, esta vez como espectador, y no como ejecutor. Además, así, el hombre se libera de los límites impuestos por el superego durante el acto, que le controlan sin parar.

La relación cornuda sería, en este sentido, una doble transgresión. Por una parte, la de la mujer que rompe su voto de fidelidad, pero también la del hombre, que le ha animado a hacerlo. Así visto, el acto cornudo no sería una forma de ser dominado, sino también de dominar, puesto que es el hombre quien decide si su mujer puede estar con otro y en qué condiciones. Además, explica el artículo, el hombre puede sentirse bien, incluso generoso, al permitir a su mujer disfrutar plenamente de su sexualidad: “Para estos hombres, garantizar a su esposa la libertad de expresar su sexualidad con otros varones es una fuente considerable de excitación”.

Como sugería el psicólogo Roy Baumeister en ‘Masochism and the Self’ (Psychology Press), se trata también de una forma de escapismo, en la que se obtiene placer al delegar las responsabilidades amatorias en otro hombre.

El rey de la colmena

¿Y si, en lugar de buscar el placer a través de la humillación, lo que consiguen los cornudos no es otra cosa que reforzar su propia autoridad? Ley recuerda que vivimos en una cultura “pornificada” en la cual nuestras relaciones y percepciones sexuales están condicionadas por la exposición a los discursos de poder del porno. En este caso, el hombre que “presta” a su mujer la imaginaría como “una seductora y provocativa estrella porno”, dispuesta a ofrecer su sexualidad a un “súpersemental que introduce su pene gigante en cualquier orificio que ella tenga para ofrecer”.

De esa manera, es la mujer la que se convierte en un ente hipersexual deseado por otros machos viriles (más que él), mientras el cornudo es consciente de que él sigue siendo su “propietario”. “Aunque suene machista, ¿qué puede disparar más el nivel de testosterona de un hombre y excitación que una fantasía tan narcisista?”, se pregunta Seltzer. Como Ley explica a ‘Playboy’, es una especie de “síndrome del rey de la colmena”: “A muchos hombres les gusta pensar ‘mira qué mujer sexy tengo’ y de qué manera eso se refleja en su poder”, señala. “Mostrar y compartir a la mujer de uno es un símbolo de estatus”.

Enmascarando la bisexualidad

Una de las primeras cosas que se les pasa a algunos por la cabeza para explicarlo: ¿y si contemplar a tu pareja hacer el amor con otro hombre no fuese otra cosa que un subterfugio para ver a otro hombre haciendo el amor sin tener que replantearse la propia sexualidad? Ley afirma que más de la mitad de hombres entrevistados admitió que sus impulsos bisexuales eran importantes a la hora de apostar por esta fantasía. En ese caso, la duda puede resolverse atendiendo a en qué se centra el hombre que observa: ¿en su mujer, siendo penetrada por otro varón, o en este… en cuyo caso puede sentir una atracción hacia él o, también, convertirse en un agente vicario para su propia pasión?

La competición del esperma

Llegamos (era inevitable) a las teorías biologicistas que, curiosamente –ya que es un psicólogo social– es la que más convence a Justin Lehmiller. Según la teoría de la competición del esperma, cada vez más popular a pesar de la controversia que existe en torno a ella, los hombres fabrican un semen de mayor calidad cuando consideran que están compitiendo con otros por fertilizar a una mujer. Esta teoría se basa, entre otras, en una investigación publicada en ‘Biology Letters’ que descubrió que los hombres eyaculaban tres veces más esperma activo cuando veían a varios hombres haciendo el amor a una misma mujer que cuando el trío estaba formado íntegramente por mujeres.

Según esta teoría, la competencia mejora la calidad del semen y, por lo tanto, aumenta las posibilidades de dejar embarazada a la hembra. Así pues, sentirse un “cornudo” y excitarse con ello provocaría comportamientos que ayudarían a los hombres a vencer en una hipotética competición de esperma. Es parte de la controvertida teoría que el biólogo Robin Baker expuso en su libro de 1995 ‘Sperm Wars’, un volumen que defendía la existencia de una inacabable guerra entre hombres por fecundar al máximo número de mujeres posibles. Una hipótesis a posteriori que, como suele ocurrir con el evolucionismo, resulta bastante discutible.

Por fin, ¿la solución?

Hay teorías para todos los gustos que, todo sea dicho, sirven para defender una cosa o su opuesta (del machismo del “me gusta porque es mía” al supuesto feminismo de “me gusta porque así es libre”). Como suele ocurrir, probablemente la solución se encuentre en una mezcla de todos los factores sociológicos, biológicos y culturales que provocan que un auge así solo sea posible en determinadas circunstancias. Como añade Ley, esta moda “refleja una compleja interacción de la liberación sexual femenina y económica, de la destrucción de la privacidad y el secretismo por la tecnología, de los matrimonios cambiantes y de los valores sexuales más liberales”. Un cóctel que ha eclosionado en estos sueños de cornudos.

Fuente: El Confidencial

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