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Rafael Cadenas: El problema del idioma tiene carácter espiritual

KARL KRAUS
(Segunda parte)

 

La imprecisión del vocabulario era una de las causas mayores de los males, no solo del lenguaje sino del mundo, pues, insisto, nadie como Kraus ha visto la inseparabilidad entre el universo del discurso y el humano.

“Cuando las palabras se desvían de su sentido decía él, comienza a reinar la impostura. Entonces la neurosis no está lejos. Todos dejan de creer en las palabras que emplean: el gobierno, los periódicos mienten, pero nadie es tonto y de ello resulta una descomposición de todo valor moral”.[8]

¿A quién se le puede escapar la vigencia permanente de estas palabras? ¿No estamos hoy cerca del newspeak, puesto que vemos usar las palabras que hace tiempo perdieron su sentido y se han vuelto engañabobos? ¿Es difícil darse cuenta de que muchas significan todo lo contrario de lo que quieren decir?

Paz suele significar guerra latente, preparación para la guerra o simplemente guerra; democracia, dominio de una minoría, a pesar de las retóricas que encubren la carencia de democracia profunda; justicia, algo que se cumple mínimamente, dado que se torna imposible cuando entran en juego intereses poderosos; derecho, simple forma de invocación; patria, estribillo predilecto de quienes más la usan para medrar. La enumeración podría seguir. Oquedad, escamoteo del sentido, prestidigitación verbal inficionan la atmósfera lingüística de nuestra época.

Capítulo aparte merecerían los eufemismos destinados a no llamar las cosas por su nombre así como el lenguaje pomposo, anacrónico, grandilocuente de los discursos conmemorativos que, al parecer, ya solo quedan como patrimonio de Latinoamérica; pero no deseo detenerme en detalles que el lector puede suplir.

En Kraus el problema del idioma tiene carácter espiritual. Su deterioro remite a otro mayor. Existe una crisis de fondo de la cual es trasunto la que vive la lengua.

Siempre se ha asociado la palabra al logos, al espíritu, y en Kraus esta asociación es evidente. Yo la veo vinculada también al alma. Kraus se sitúa en la línea del logos.

A qué extremos llevaba él su posición, lo revela una anécdota. En los primeros días de la guerra ruso-japonesa, cuando Shangai fue incendiado, Kraus le dice a un amigo:

“Sé que todo esto —se refería a su lucha con un problema de comas— parece absurdo, ahora cuando la casa está ardiendo. Pero en tanto sea posible, es preciso que lo haga, pues si aquellos que tenían el deber hubieran velado siempre porque todas las comas estuvieran en el buen lugar, Shangai no ardería en este momento”.[9]

¿Exageración? Más bien una manera extremada de hacer sentir una singular angustia. Aunque la anécdota pudiera delatar un exceso, no me escandaliza. Se trata de una hipérbole que quiere enfatizar la importancia omnipresente del lenguaje. Como siempre, cuando queremos que resalte un aspecto de la realidad, recargamos demasiado las tintas.

La crítica a la sociedad en Kraus no fue solo política. Consideraba que a esta “le incumbían los problemas de superficie, en tanto que las raíces de la crisis contemporánea descansaban en una enfermedad del espíritu”.[10] Quien se penetre de esta idea creo que puede ahondar en los problemas del mundo actual en forma nueva. Podría ver lo político ya no desde lo político, lo cual constituye una limitación, sino desde otra instancia. Sería un cambio de nivel muy trascendente.

Su actitud respecto al lenguaje se ha descrito como misticismo erótico” afín al hasidismo.[11]

 Es evidente que Kraus volcó su eros en el lenguaje, —que para él se vincula con la mujer— y el lenguaje está lleno de misterio. Su origen ha derrotado las mentes más penetrantes; resulta inasible. Su arquitectura nos maravilla.

Kraus se considera a sí mismo, humildemente, como un simple “constructor de frases”.[12] De ahí, tal vez, su adhesión al aforismo, forma también un tanto desdeñada por los prosistas que tienen la parole facile. En este modo de expresión breve, concentrada, buida, Kraus figura entre los maestros.

Recordemos otra humildad suya en medio de tanto vocerío ultramoderno:

Solo soy uno de esos epígonos
que viven en la vieja casa de la lengua.[13]

Me he detenido en Kraus porque en él se juntan dos obsesiones mías: la crítica a nuestra civilización y el culto a la lengua, así como una nota más específica: la visión de la crisis moderna a través de la decadencia del lenguaje. No conozco otro autor que haya visto esta relación ni insistido tanto en señalarla; ni que haya hecho una crítica de la sociedad a partir del lenguaje usado por ella. La crítica de Kraus hacía “la manera en que la gente usaba el lenguaje en su sociedad era, pues, crítica implícita de esa sociedad”.[14]

Estamos acostumbrados a detenernos en el qué, pero no en el cómo; en lo que se dice, pero no en el modo; en el sentido, pero no en la forma. A pesar de que proclamamos la indisolubilidad de ambos factores, olvidamos uno de ellos, aquél a través del cual se transmite el significado y se trasluce mucho más aún: la textura, el trasfondo, el bagaje cultural, la intención soterrada, las carencias o abundancias del habla, todo lo que no se dice pero se revela. Porque el lenguaje quiere ocultar y siempre termina delatando lo inocultable.

Con Kraus entramos a otra dimensión del lenguaje. Una dimensión que dista tanto del censurar anacrónico cuanto del análisis lingüístico puro. Una dimensión en la que ya no interesa señalar presuntos defectos con la única mira de lograr la corrección ni escudriñar en pos de fenómenos. Kraus va más allá, lo mueve un interés más trascendente: ver el lenguaje como la zona de la existencia donde transparecen los rasgos que esta posee, y las fallas lingüísticas como síntomas de una descomposición que a su vez, refluyendo, la acrecen.

En todo círculo vicioso es difícil distinguir el factor originante, pero ya dije que en Kraus no había duda: el desastre procede del mal uso de la lengua, por ser esta la matriz de la cultura, la armazón que nos constituye, el principio de orden que nos da forma. Conviene aclarar que mal uso no debe entenderse en este caso como simple transgresión. Se vincula más bien con falta de conciencia de la lengua.

Siempre me ha parecido un error quedarse en la simple consideración de los defectos, vicios, barbarismos que pueden aquejar una lengua. Es como si ella pudiera resquebrajarse sin afectar toda la existencia. Si hay fisuras graves en una lengua, seguramente todo lo demás falla.

Cabe aquí una advertencia. Debemos guardarnos, al señalar la importancia que tiene la lengua, de erigir en panacea su buen funcionamiento. Este no va a traer la solución de los problemas, pero creo que un individuo, una sociedad pueden pensar mejor cuando para ellos no existe la barrera de un pobre conocimiento de su lengua. Aprenderla bien sería un primer paso. Un primer paso que se prolonga, que no termina nunca y que puede convertirse en goce.

Kraus era un hombre de combate. Luchó toda su vida en defensa del individuo, la cultura, la interioridad, la justicia, la veracidad y tantos otros valores que siguen hoy en peligro. Por eso conserva una vigencia que la historia se ha encargado, y parece que continuará encargándose, de preservar.

En esa lucha se valió de un instrumento que nadie antes había usado como él lo hizo: la lengua, manejándola magistralmente y desenmascarando a quienes tuvieron el poco acierto de polemizar con él. Como este aspecto es el que siempre me ha atraído más, el que más ha coincidido con una de mis preocupaciones, me marcaba límites que no he querido traspasar. Para respetarlo tuve que resistir la tentación de adentrarme en toda su obra, lo que me habría desviado de mi propósito, que es el de dar una voz de alarma; pero de todas maneras, estas páginas tienen también espíritu de homenaje.

8. [Ibid. p. 307. Quand les mots sont détournés de leur sens propre, disait —il, l’imposture commence a regner. La névrose alors n’est pais loin. Null ne croit plus aux mots qu’ill emploie: le gouvernement, les jorneaux mentent, mais personne n’est dupe et il en resulte une decomposition de toute valeur morale.]

9. [Ibid. p. 309. “Je sais, tout cela parait absurde, à présent que la maison est en feu! mais aussi longtemps que cela restera possible de quelque manière, il faut que je le fasse, car si ceux qui en ont le devoir avait toujours veillé à ce que toutes les virgules soient à la bonne place, Shanghai ne brûlerait peut-être pas en ce moment.]

10. [Janik y Toulmin. La Viena de Wittgenstein. Edit. Taurus. pp. 86-87.]

11. [Ibid. p. 112.]

12. [Rafael Gutiérrez Girardot. En torno a la literatura alemana actual. Cuadernos Taurus. p. 39.]

13. [Ich bin nur einer von den Epigonen / die in dem alten Haus der Sprache Wohnen. Citado por Walter Muschg en la Literatura expresionista alemana, de Trackl a Brecht, Editorial Seix Barral, S.A. Barcelona. 1972. p. 175.]

14. [Janik y Toulmin. Op. Cit. p. 112.]

En torno al lenguaje, Colección Letras de Venezuela, 82. Dirección de cultura, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1985. Curaduría: Josefina Núñez

 

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