Inicio > Opinión > Enrique Meléndez: En la calle, para quedarse

Enrique Meléndez: En la calle, para quedarse

 

El exhorto que hizo el ministro de Defensa Vladimir Padrino López, de que no quería “ver un guardia nacional más cometiendo una atrocidad en la calle”, no constituye sino un reconocimiento de que la actuación de la guardia nacional ha sido atroz, y eso es algo que resulta indiscutible. Por las redes sociales, más que por la televisión, a propósito de la censura, que priva hoy en nuestra opinión pública sobre informaciones de este tipo, se pueden observar escenas de guardias nacionales, disparando, golpeando, apaleando, registrando la cartera a las mujeres, robando a los manifestantes, que desde hace más de un mes se mantienen en la calle.

Por otra parte, demuestra que nuestras fuerzas armadas están divididas, y que la guardia nacional es el único componente en este instante, en el que se apoya el gobierno, y la prueba está en que ese exhorto de Padrino López no fue acogido en la guardia nacional; pues sus efectivos han continuado reprimiendo en forma brutal a las manifestaciones; con una gran carga de odio. No hay que pasar por alto el hecho de que la guardia nacional iba a desaparecer; cuando Chávez llegó a la presidencia; pues este era su objetivo; primero, porque fue el componente que sofocó su intento de golpe de Estado; pues no se pase por alto que Chávez pertenecía al Ejército, y, luego porque ya comenzaba a manifestarse ese rebusque del matraqueo, que aplican los guardias en aduanas y carreteras. Esa revolución moral, que Chávez proclamaba durante su campaña, iba a comenzar por la guardia nacional, y que se ha maleado mucho más todavía a esta altura del juego; tanto es así que se dice que hay un cierto malestar en la tropa, en vista de que durante estos días de protestas han tenido que abandonar puestos de control en carreteras y autopistas, para estar en la calle; por lo que el matraqueo se ha visto disminuido.

Lo que explica el que haya unas caricaturas donde el emblema, que tiene este componente, que dice que “el honor es su divisa”, se ha cambiado por el de “el honor no se divisa”. Precisamente, sobre Néstor Reverol llueven hoy en día todo tipo de acusaciones, en su condición de jefe de esta fuerza desde su investidura de ministro de Relaciones, Interior, Justicia y Paz, y que le ha venido deparar el hecho de que la Asamblea Nacional (AN), haya aprobado un voto de censura contra sus métodos represivos.

Porque ha venido a resultar implacable desde ese ministerio, a propósito de la forma como ha tratado de sofocar unas manifestaciones pacíficas, y eso sí, infiltradas por el propio gobierno con bandas de vándalos, a los fines de que alteren la situación, y entonces se desate la represión; de modo que se disuelvan en lo más inmediato; puesto que al gobierno le mueve el piso, para decirlo a la venezolana, ver gente en la calle; lo que llaman la calle caliente, y eso que para la izquierda, que gobierna hoy en día el país, se tenía al extinto presidente Carlos Andrés Pérez como un brutal asesino; teniendo a la vista que fue ministro de Relaciones Interiores durante la lucha guerrillera de esta gente; desatada al comienzo de la década de los sesenta, y fue altamente represivo contra las fuerzas, que se habían levantado en armas; enarbolando la bandera del Che Guevara de los focos guerrilleros; tanto es así que por el antiguo Congreso Nacional, esta izquierda, que entonces era mayoría en el mismo, aprobó también un voto de censura contra Pérez, y por aquí se comienza a medir la conciencia democrática de un dirigente político: Pérez de inmediato renunció a la cartera de Relaciones Interiores, tal como lo pautaba la Constitución en ese entonces, y regresó al Congreso, donde era diputado; mientras que la ciudadanía espera lo mismo al respecto del ministro Reverol. En efecto, él alegará que está ante una AN en desacato, sólo que por ahí asume que estamos ante un Estado con una total descomposición de sus poderes: la desaparición total de la estructura institucional del país.

Mucha de la gente de esa izquierda asimiló su papel posteriormente; reconoció su error, y ubicó racionalmente la figura del antiguo ministro Pérez en ese contexto; puesto que la guerra de ellos no era con flores, sino con balas; época en la que el país entraba en el período de la pacificación; en la concordia entre aquellos que habían sido enconados enemigos; aunque esta izquierda, que nos gobierna, y que actuaba en el marco de la subversión urbana; todavía apegada a la tesis del foquismo del Che; se dedicó al pillaje, especialmente, asaltos a bancos, para poder financiar sus organizaciones de base; a secuestros, como el de Niheuos, y por dicha, suerte y fortuna les tocó gobernar este pobre y desventurado país; pero aún conserva esta izquierda el cliché de que el asesino es Carlos Andrés Pérez, es decir, los asesinos son otros, y no yo, que es lo que nos han vendido todos estos años; mutándose en el marco de nuestro devenir histórico la figura del Pérez asesino a la del Leopoldo López asesino.

Aparte de que Reverol expresa un gran cinismo, a partir del momento en que califica a los muertos de buenos y malos. Los muertos del oficialismo son buenos; los de la oposición bandoleros, que también están armados; aunque en la mayor parte de las veces hace ver que todo muerto, que ha caído en estos días, ha sido víctima de disparos provenientes de gente de la oposición; que en ningún momento el disparo de una bomba lacrimógena ha herido de gravedad a nadie; sin darse cuenta de que por esa vía está reconociendo que estamos en una guerra civil, y que la labor de todo gobierno es el de evitarla. La gente está en la calle; porque se encuentra en una situación de desespero; dado el malestar que se sufre en todos los terrenos: una mafia arrogante que no quiere hacer elecciones, salvo ya prefabricadas; una situación casi de hambruna; un hampa desatada, y la gente o da la vida muerta de hambre o en una manifestación.

[email protected]