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Alberto Mansueti: Lecturas honestas y las otras

“La Biblia está en pro del capitalismo y contra el socialismo, según la lectura que hacen unos; pero otros hacen una lectura contraria. ¿La Biblia da para todo?” me preguntan a menudo.

Como en muchas otras preguntas, la respuesta corta es un “Sí, pero …” Porque cualquier texto es pasible de “lecturas” (interpretaciones) honestas, y también de sufrir otras lecturas, parcializadas, torcidas, caprichosas, equivocadas, mentirosas, propagandísticas, antojadizas, asesinas, o llanamente lunáticas. Y no sólo la Biblia; ni sólo textos religiosos. Cualquier texto.

Eso lo sabemos bien los abogados: desde la Facultad aprendemos que, en las leyes y decretos, los contratos, y las sentencias judiciales, hay unas posibles interpretaciones “favorables”, tanto como “desfavorables”. ¿A quiénes? A nuestro cliente, obvio, y a la contraparte, y a sus intereses, de una y otra, que son opuestos. Pero también aprendemos que las interpretaciones pueden ser “honestas”, respetuosas del texto, y que las otras, las deshonestas, hacen violencia al texto; son lecturas “forzadas”, torturan la redacción, para hacerle decir lo que no dice. A la brava.

“¿Hay textos en el Corán que justifican y aún promueven la violencia?” es otra pregunta que surge siempre. Por supuesto que hay ciertos textos que, sacados de contexto, e interpretados de manera arbitraria, sirven para justificar y promover violencia, terrorismo y toda atrocidad. Humberto Eco explica esta diferencia entre la “interpretación” y el “uso” de los textos, en su libro “Los límites de la interpretación” (Barcelona, Lumen, 1992). Así un texto puede ser “interpretado”, para determinar su significado desde el texto mismo; y puede ser “usado”, ya no para descubrir un significado ajeno, sino para imponerle un sentido distinto y contrario al textual.

Con la Biblia pasa lo mismo. En el Capítulo 7 del Deuteronomio, Jehová encarga a los israelitas el aniquilamiento de varias tribus cananeas. Sacados de contexto, e interpretados de manera arbitraria, esos textos también fueron “usados” en la Edad Media por los impulsores cristianos de las Cruzadas, y ahora por los impulsores sionistas de la colonización en Palestina.

“Un texto sin su contexto es un pretexto”. En su rincón de Facebook, el Pastor Sergio Gebel nos recuerda que en la Biblia hay relatos de secuestro, violación, incesto, traiciones y matanzas de todo género, asesinato, adulterio, estafa, poligamia, conspiraciones, revueltas populares de varias clases, con sus secuelas de represión indiscriminada, linchamientos, herejías, sacrilegios, idolatrías … y un etcétera muy largo. Y que estos pasajes pueden tomarse aisladamente, como hizo el Pastor Jim Jones, en Guyana, el 18 de noviembre de 1978, y más de 900 personas murieron envenenadas.

Ante un texto X, ¿cómo distinguir la “lectura” honesta de las tramposas? Pues hay reglas para interpretar escritos, formuladas por la disciplina que se llama “exégesis”, si se alude a los textos bíblicos, y “hermenéutica”, cuando nos referimos a cualquier texto, por ej. un relato histórico, un libro de ciencias, un contrato de arrendamiento, el Manual de Instrucciones del SmartPhone, o el EMail de un familiar en el exterior.

El Reverendo Guy Duty escribió su libro “Los Pactos de Dios en nuestro tiempo”, en el que enuncia “Las 8 reglas de la interpretación”, para leer bien la Biblia. Tienen la ventaja de ser aplicables a todo texto escrito. Por eso las traduje al español; y se pueden leer en la Web “Contra-mundum.org”:

(1) Apegarse a la definición apropiada de los términos, en el uso corriente de las palabras; salvo por excepción, que debamos recurrir al idioma original, en que fueron escritas, pero sólo si es necesario.

(2) El contexto social, político y cultural nos da el sentido de las expresiones; brinda un adecuado marco de referencia, al cual debe acudirse en busca del significado de una frase o párrafo.

(3) El contexto próximo y el contexto más general del texto, o sea, las frases y párrafos o capítulo que anteceden y/o preceden, evitan malentendidos y confusiones, y despejan ambigüedades.

(4) Examinar época y circunstancia, hechos que el escritor tenía en mente, y su intención, tomando en cuenta el género literario: legal, histórico, profético, poético, aforístico o apocalíptico.

(5) La lógica y la evidencia: la interpretación es un tipo de razonamiento; se asume el uso de la razón. La pregunta relevante es ¿tiene sentido lógico tal interpretación? ¿Y sentido gramatical?

(6) Los precedentes hermenéuticos brindan una guía: ¿Cómo se interpretaba antes y corrientemente tal pasaje? Se recomienda desviarse de los prededentes sólo con justificadas razones.

(7) Armonía. Los documentos relacionados constituyen un conjunto. La exégesis debe ser coherente, los textos aislados no son suficientes, sobre todo si contradicen otros textos de la misma fuente.

(8) La inferencia: las conclusiones deben basarse en lo que ya es conocido y establecido, o que puede ser directa o indirectamente inferido (implícito) en lo que ya es conocido; es una secuencia lógica.

Cuando el cristianismo se hizo la religión dominante en el mundo civilizado, dice Richard Landes (Isonomia, Manual Labor and the Biblical Contribution to Democratic Culture in the Modern World, ver en Internet), las Escrituras hebreas y cristianas, Antiguo y Nuevo Testamento, pasaron a ser los textos de mayor influencia; y hasta hoy siguen siendo los más traducidos y vendidos, por varios millones de copias, en todas partes.

¿Se interpretaron siempre como se debe? La respuesta de Landes es: “No siempre”. Y su testimonio es importante porque se declara de izquierdas, y simpatizante sionista. Sin embargo, es un académico decente, y admite que la buena influencia de la Biblia, bien leída, se ha destacado en las instituciones democráticas, y en la economía libre.

Y nos informa que las malas interpretaciones, sesgadas e interesadas, en ocasiones criminales, han sido y son muchas, demasiadas, y con diferentes y hasta opuestas intenciones. Apunta a dos de ellas:

(1) Una línea de interpretaciones que llama “autoritarias”, por ejemplo, los obispos francos en la Alta Edad Media y su teoría jerárquica de los tres órdenes sociales (nobleza, clero y pueblo), como fijos y separados, determinados por nacimiento. Y al Obispo Jacques Bossuet, y su obra “Política sacada de las Sagradas Escrituras”, justificando el absolutismo monárquico, en días de Luis XIV.

(2) En el otro extremo, otra línea de interpretaciones, que llama “radicales” o revolucionarias, por ejemplo, en sectas como los “arrabiati” (enojados, airados, indignados) en la Italia del siglo XVI; los anabaptistas alemanes de Thomas Münzer, en el mismo siglo; los “niveladores” en la Inglaterra del siglo XVII, y después los metodistas. Y más acá, el “Social Gospel”, y la Teología de la Liberación.

O sea: la derecha mala, y la izquierda. Ambas con la Biblia en la mano. Y un dato importante aporta Landes: en la línea “revolucionaria” de izquierdas, se anota el sionismo judío. Pero ese es otro tema, y no hay espacio. ¡Hasta la próxima, si Dios quiere!

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