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Luis Fuenmayor Toro: Las falacias del régimen

Es inaudita la gran descomposición de la llamada clase política venezolana, comenzando por la que está en el Gobierno. Se alimentan de falsedades y racionalizaciones, tal y como aprendió del régimen cubano desde sus inicios, por lo que sus discursos carecen de argumentos y de la sensatez que quien gobierna debe tener. Repiten y repiten una mentira miles de veces, en parte para convencerse a sí mismos. Los claros asesinatos últimos cometidos por la FANB, vistos por todos en videos muy difundidos, han comenzado a ser justificados por la macolla gubernamental y sus mercenarios de todo tipo, con argumentos leguleyos. Al no poder negar la clara responsabilidad de los efectivos castrenses, deciden irse por el camino de la justificación de estos atroces procederes.

Ahora resulta que el joven enfermero, asesinado por un sargento de la Fuerza Aérea, se justifica porque el asesino defendía las instalaciones de La Carlota, que estaban en peligro por la presencia de unos jóvenes, que protestaban con piedras en la Autopista Francisco Fajardo, al lado de dicha base militar. Yo pregunto: ¿Qué hacían estos efectivos disparando desde dentro de la base hacia la autopista, cuando su función no es repeler manifestaciones sino defender la base aérea? ¿Hay alguna prueba de que los manifestantes querían ingresar a La Carlota? ¿Le dispararon al joven Vallenilla cuando escalaba la cerca perimetral de dicha base? Noooo. El sargento, como varios otros, utilizaba las instalaciones de La Carlota en forma maliciosa, pues la base aérea no está allí para ser sitio de quienes reprimen manifestaciones que pasen en su cercanía.

Esta es la verdad cruda del asunto. La base no corría ningún peligro, ni siquiera si le lanzaban piedras, es más, ni siquiera si saltaban la cerca y algunos se introducían ilegalmente en ella. Y eso lo sabe el Gobierno, porque ellos a sí asediaron y asaltaron La Carlota el 4 de febrero de 1992, dejando un reguero de muertos en la acción, que además conmemoran anualmente como una gesta heroica. Para poner en peligro a esa base militar hace falta mucho más que un puñado de muchachos con piedras. Por tanto, no vengan con el cuento del asedio ni mucho menos a afirmar que el sargento asesino estaba cumpliendo con su deber. Su deber nada tenía que ver con la represión de civiles desarmados en acciones de protesta.

Este cuento, al igual que el del guardia nacional que mata a otro muchacho y alguien lo justifica en forma aberrante, diciendo que la vida del funcionario corría peligro y que, por tanto, estaba casi obligado constitucionalmente a disparar, puede que calmen las angustias de gente honesta que necesita aferrarse a cualquier cosa, para seguir apoyando a los causantes de esta catástrofe; pero que alivien remordimientos no significa que sean verdad. Por último, si la responsabilidad de estos y otros asesinatos es individualísima, como lo ha dicho el Gobierno para exculpar a los altos mandos, la responsabilidad de daños y lesiones durante las movilizaciones también es individualísima y no puede extenderse a quienes las convocan. Tendrían que empezar por soltar a Leopoldo López.

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