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Néstor Francia / Análisis de Entorno: Los anaqueles del pasado  (28-06-2017)

Una desagradable angustia nos ataca en este momento, ante la incertidumbre del futuro inmediato. La probabilidad de que se desate en Venezuela una guerra fratricida es clara y no podemos negarnos a la factibilidad de ese escenario. Hechos recientes no hacen sino abonar a ese indeseable albur. Está, por ejemplo, el evento del helicóptero insurrecto el día de ayer, que radicaliza el clima de violencia, más allá de la efectividad o no de esa acción relativamente aislada. Por otro lado, vemos como el presidente Maduro plantea abiertamente la posibilidad de que el chavismo emprenda una lucha armada, si la derecha traspasa los límites que la separaría de la opción cierta de la toma del poder.

Para nosotros es claro el lado del que estamos en este brete, pero no por ello deja de preocuparnos el hecho de que, en sentido estricto, estamos en medio de un debate político entre dos polos, que no tiene actual correlato en la ubicación social de la mayoría. Ni el chavismo ni la MUD están representando en este momento a esa mayoría. De manera que una guerra abierta tendría un corolario impredecible que podría ser inclusive el de cualquier pescador, interno o externo, que aproveche la situación para hacerse del preciado pez que es Venezuela, sumida en su río revuelto. No creemos necesario insistir demasiado en la inquietud que precede a la anterior: la muerte, el dolor y la destrucción siempre asociados a toda guerra.

Es sorprendente lo que uno puede encontrarse cuando registra los anaqueles del pasado, lo que uno ha advertido, lo que uno ha escrito. Hagamos un ejercicio, que completará básicamente el Análisis de hoy. Vamos a citarnos nosotros mismos, de trabajos como este, enviados el año pasado.

Sobre la agudización del conflicto nacional: “Las posibilidades de una gran confrontación nacional, inclusive con algún nivel de violencia, siguen en aumento. La derecha insiste en la búsqueda de fórmulas que le permitan salir del presidente Maduro antes de que se cumplan los lapsos constitucionales del período. La única rendija legal que se le ofrece, el referendo revocatorio, parece cancelada. Cualquier otro atajo sería inconstitucional y dispararía el conflicto. Por su parte, el presidente Maduro ha sido claro en cuanto a cómo actuaría, si se da tal situación: ‘¿El pueblo va a permitir que la oligarquía, que ganó la Asamblea Nacional por la confusión de un sector de nuestro pueblo, tome el poder político en Miraflores?… Para eso es que nos estamos preparando, para no permitirlo ni por una vía ni por la otra, ni por las buenas ni por las malas’” (01/02/2016).

¿Ha podido llegar el chavismo en mejores condiciones a este día? Sin duda. Estamos seguros que así sería si tan solo la prepotencia, el sectarismo y la sordera hubieran cedido un tanto de terreno a la humildad, la amplitud de miras y la sincera intención autocrítica de todos nosotros (no estamos hablando del Gobierno, sino del chavismo, o sea también del Gobierno). ¿Que no? ¿Estamos nosotros hablando de este modo ahora, cuando el cielo se nos puede venir encima? Claro que no

Ya hace cerca de un año asomamos nosotros la idea de acometer la Asamblea Constituyente, no para menos que la transformación del Estado hacia formas reales, concretas y efectivas de Poder Popular, que apunten a ir trascendiendo el Estado burgués imperante aun en Venezuela, no un reacomodo, una reorganización, sino una verdadera revolución constitucional: “… nuestra Constitución sigue manteniendo los elementos fundamentales de la democracia burguesa, la democracia representativa. Una expresión de ello es la forma en que se elije y se constituye la Asamblea Nacional. Es esta situación lo que ha permitido que la burguesía se apodere de esa institución y la esté utilizando como uno de los factores preponderantes de la conspiración que apunta a la restauración del dominio neoliberal en nuestro país y la sumisión de Venezuela a los intereses globales del imperialismo. A estas alturas nos preguntamos si acaso no será necesario, después que superemos la tormenta (si es que lo hacemos, confiamos en que sí), el emprendimiento de una nueva Asamblea Constituyente que genere una Constitución aun más avanzada y revolucionaria que la actual” (04/08/2016). Esa idea la manejamos entonces en varios encuentros entre chavistas, entonces nadie nos hizo caso, algunos hasta nos miraron como si estuviéramos locos. Ese es uno de los problemas: el síndrome del seguidor, que solo descubre el mundo cuando lo hace la autoridad: ausencia de pensamiento crítico, independiente y creativo.

Y fíjese el lector en esto, que escribimos el 28 de julio de 2016: “Veníamos bajando hacia la Plaza Bolívar rumiando nuestra preocupación por todo lo que ocurre cuando nos saludó un chavista amigo y nos asomó su diagnóstico pesimista: ‘Camarada, estamos jodidos’. No nos conforma que nos digan lo que sabemos, porque en este momento estamos un poco jodidos todos, es la verdad. Queremos que nos den razones y, sobre todo, que nos asomen propuestas, posibles soluciones. Así que preguntamos al compa: ‘Ajá ¿y cómo se hace?’. Él argumentó que el problema son las instituciones del Estado, que son ineficientes, que no cumplen su papel. Nosotros replicamos: ‘No podemos estar esperando demasiado de las instituciones, más bien hacen demasiado, tomando en cuenta todos los vicios del Estado burgués que perduran tercamente: burocratismo, verticalidad, exclusión del pueblo y unos cuantos etcéteras. Para mí el problema principal reside en la vanguardia de la Revolución, en el partido (PSUV) y en sus dirigentes, porque el partido reproduce esos vicios y no termina de entender que venimos de una gran derrota que nos obliga a cambios verdaderos, profundos, de las estructuras, del estilo de trabajo, de la relación con el pueblo’”. Pronto hará un año de esta advertencia, y las cosas no se han movido en el PSUV ni un milímetro. Es el mismo partido burocratizado, ensimismado, limitado política e ideológicamente. Esto lo decimos sin muchas esperanzas de que se nos escuche, pero al menos así salvamos parte de nuestra responsabilidad ante lo que puede venir: nosotros queremos ser leales, al intentar decir verdades aunque eso pueda reportarnos más problemas que beneficios o privilegios.

Y finalmente, por ahora, para no exceder los límites tradicionales de estos trabajos: “La Guerra No Convencional no puede ser enfrentada con partidos convencionales, lenguajes convencionales y herramientas convencionales. Las fuerzas progresistas latinoamericanas han contribuido con sus errores a facilitar la acción erosiva de sus enemigos, cayendo en las trampas de la institucionalidad burguesa que no han logrado transformar y mostrando poca capacidad de adaptación a las nuevas realidades surgidas tras sus victorias de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. En el ámbito cultural y comunicacional, tan importante, ha habido en algunos casos un asfixiante dogmatismo, un lenguaje repetitivo y exento de creatividad que se ha venido desgastando hasta hacerse casi inocuo, una estética de dudosa calidad, una simbología anacrónica y otros desatinos. En otros casos, se ha sufrido de un excesivo formalismo que impide que los pueblos puedan diferenciar unas fuerzas de otras, y volviéndose a la definición de los políticos como una especie de clase aparte constituida por aprovechadores, oportunistas y farsantes” ¿Está la comunicación vinculada a la Constituyente exenta de estas limitaciones? Sinceramente, no lo creemos así, y no nos queda otra que decirlo, se escuche o no.

Sí, el cielo encapotado anuncia tempestad. Nuestra tripulación ha podido enjarciar mejor la nave, aviar con más propiedad la artillería, prepararse con más acierto para la batalla. Ahora tenemos que ir a la lucha tal como estamos. Ojalá, lo repetimos, se enderecen las cargas en el camino, porque los vientos se acercan huracanados.

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