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Néstor Francia / Análisis de Entorno: El efecto Río Torbes (01-08-2017)

Las repercusiones de la elección constituyente continúan dentro de lo previsto. Una de las características más notables de las reacciones de la derecha es la negación. Negar la derrota es una forma de persistir en ella. En el caso de la oposición venezolana, esa derrota no se mide solo con los votos, sino sobre todo según los objetivos que se fijaron. Que lo digamos nosotros, reconocidos chavistas, acaso no tiene gracia. Dejemos que lo plantee más bien la agencia noticiosa de derechas francesa AFP: “La oposición venezolana falló en su intento de evitar con duras protestas que dejan unos 125 muertos la elección de la Asamblea Constituyente del presidente Nicolás Maduro”. Pues bien, no solo no la evitó, sino que además se vio superada con una contundente votación de más de 8 millones de venezolanos. El “gran objetivo” de la derecha estuvo muy lejos de lograrse y sus actos criminales del día electoral no hicieron sino evidenciar aun más el tamaño de su descalabro.

En fin, como viene sucediendo, el único frente en el que todavía la derecha del patio constituye un relativo peligro es el internacional, donde su gran recurso es el respaldo del imperialismo y sus aliados. Ayer, en una acción que no tiene ninguna eficacia más allá de la propagandística, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos “sancionó” a Nicolás Maduro (pareciera cosa de comiquita, a no ser por las aviesas intenciones que implica), congelándole los “activos”, y prohibiéndole viajes y transacciones comerciales al Presidente. Esto es sin duda un bidón de gasolina que se pone en manos de los violentos peones del imperialismo y de esa derecha fascista, para que sigan montando sus aisladas funciones terroristas que tienden a debilitarse mientras se tornan en cierto sentido crónicas, confinadas a algunos municipios e intensificadas en la saña criminal armada.

Sin embargo, insistimos en que la intervención directa del Imperio no parece inminente, ya que el gobierno de Trump no luce tan fuerte, ni a lo interno de Estados Unidos, ni por la situación de ese país en el escenario internacional. Muy al estilo de Trump, se trata de un gobierno que contra Venezuela se muestra vociferante, altisonante, pero que en realidad tiene pocas posibilidades de pasar esa raya por el momento. Claro, no deja de ser peligroso que la Revolución Bolivariana muestre tan fuertes señales de recuperación como las actuales, ya que exacerba el odio imperialoligárquico y aumenta las agresiones verbales, políticas y hasta económicas. Un chavismo firmemente recuperado es una de las probables consecuencias de la Constituyente y de su prevista influencia en los desarrollos políticos del continente, de allí la ojeriza que despierta en los enemigos. Todo esto configura para Trump una situación tan problemática como la que está viviendo en Estados Unidos con el Obamacare: quisiera liquidarlo, pero no haya cómo.

En todo caso, la derecha puede negarse todo lo que quiera a las evidencias que dejó el 30J, pero es claro que el Departamento de Estado sí que sabe exactamente lo que ocurrió, de allí la premura en dar respuesta, directamente contra Maduro. Es el ladrido de un perro que, a decir verdad, por ahora no tiene mordida. Ya en el Norte el dueño del circo sabe lo que le esperaría por acá si se atreve a intervenir directamente del modo que sea. La gente atravesando el río Torbes para votar es una muestra de todo lo que podría pasar si se desafía a un pueblo tan valiente y decidido, y que además, como decía Chávez, no está desarmado. Venezuela no sería un paseo para ningún invasor que osara hollarla. Eso es ya un gran logro del pueblo con la movilización del 30J: la disuasión, el efecto Río Torbes.

Entretanto, los payasos internos ensayan nuevas morisquetas para distraer e ilusionar a su público de galería. Después de augurar que darían al traste con la Constituyente (lo cual está en el origen de la excelente consigna revolucionaria de “La Constituyente sí va”), ahora desdicen de esa meta, como si nunca la hubieran planteado y articulan balbuceos y galimatías. Por ejemplo, el “consultor electoral” Oswaldo Ramírez: “Frenar la Constituyente era solo una parte de la lucha opositora, pero su objetivo central es la restitución del hilo constitucional… La Constituyente fue otro obstáculo, no fue la razón de la lucha, que continúa”.

Ni ellos mismos se creen que no fueron derrotados. Pero si los incautos se lo creen, allá ellos, como asomó Jorge Rodríguez. No hay peor ciego que quien no quiere ver.

 

Las repercusiones de la elección constituyente continúan dentro de lo previsto. Una de las características más notables de las reacciones de la derecha es la negación. Negar la derrota es una forma de persistir en ella. En el caso de la oposición venezolana, esa derrota no se mide solo con los votos, sino sobre todo según los objetivos que se fijaron. Que lo digamos nosotros, reconocidos chavistas, acaso no tiene gracia. Dejemos que lo plantee más bien la agencia noticiosa de derechas francesa AFP: “La oposición venezolana falló en su intento de evitar con duras protestas que dejan unos 125 muertos la elección de la Asamblea Constituyente del presidente Nicolás Maduro”. Pues bien, no solo no la evitó, sino que además se vio superada con una contundente votación de más de 8 millones de venezolanos. El “gran objetivo” de la derecha estuvo muy lejos de lograrse y sus actos criminales del día electoral no hicieron sino evidenciar aun más el tamaño de su descalabro.

En fin, como viene sucediendo, el único frente en el que todavía la derecha del patio constituye un relativo peligro es el internacional, donde su gran recurso es el respaldo del imperialismo y sus aliados. Ayer, en una acción que no tiene ninguna eficacia más allá de la propagandística, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos “sancionó” a Nicolás Maduro (pareciera cosa de comiquita, a no ser por las aviesas intenciones que implica), congelándole los “activos”, y prohibiéndole viajes y transacciones comerciales al Presidente. Esto es sin duda un bidón de gasolina que se pone en manos de los violentos peones del imperialismo y de esa derecha fascista, para que sigan montando sus aisladas funciones terroristas que tienden a debilitarse mientras se tornan en cierto sentido crónicas, confinadas a algunos municipios e intensificadas en la saña criminal armada.

Sin embargo, insistimos en que la intervención directa del Imperio no parece inminente, ya que el gobierno de Trump no luce tan fuerte, ni a lo interno de Estados Unidos, ni por la situación de ese país en el escenario internacional. Muy al estilo de Trump, se trata de un gobierno que contra Venezuela se muestra vociferante, altisonante, pero que en realidad tiene pocas posibilidades de pasar esa raya por el momento. Claro, no deja de ser peligroso que la Revolución Bolivariana muestre tan fuertes señales de recuperación como las actuales, ya que exacerba el odio imperialoligárquico y aumenta las agresiones verbales, políticas y hasta económicas. Un chavismo firmemente recuperado es una de las probables consecuencias de la Constituyente y de su prevista influencia en los desarrollos políticos del continente, de allí la ojeriza que despierta en los enemigos. Todo esto configura para Trump una situación tan problemática como la que está viviendo en Estados Unidos con el Obamacare: quisiera liquidarlo, pero no haya cómo.

En todo caso, la derecha puede negarse todo lo que quiera a las evidencias que dejó el 30J, pero es claro que el Departamento de Estado sí que sabe exactamente lo que ocurrió, de allí la premura en dar respuesta, directamente contra Maduro. Es el ladrido de un perro que, a decir verdad, por ahora no tiene mordida. Ya en el Norte el dueño del circo sabe lo que le esperaría por acá si se atreve a intervenir directamente del modo que sea. La gente atravesando el río Torbes para votar es una muestra de todo lo que podría pasar si se desafía a un pueblo tan valiente y decidido, y que además, como decía Chávez, no está desarmado. Venezuela no sería un paseo para ningún invasor que osara hollarla. Eso es ya un gran logro del pueblo con la movilización del 30J: la disuasión, el efecto Río Torbes.

Entretanto, los payasos internos ensayan nuevas morisquetas para distraer e ilusionar a su público de galería. Después de augurar que darían al traste con la Constituyente (lo cual está en el origen de la excelente consigna revolucionaria de “La Constituyente sí va”), ahora desdicen de esa meta, como si nunca la hubieran planteado y articulan balbuceos y galimatías. Por ejemplo, el “consultor electoral” Oswaldo Ramírez: “Frenar la Constituyente era solo una parte de la lucha opositora, pero su objetivo central es la restitución del hilo constitucional… La Constituyente fue otro obstáculo, no fue la razón de la lucha, que continúa”.

Ni ellos mismos se creen que no fueron derrotados. Pero si los incautos se lo creen, allá ellos, como asomó Jorge Rodríguez. No hay peor ciego que quien no quiere ver.

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