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Manuel Sutherland: “Las cajas CLAP deberían costar 60.000 bolívares”

Sutherland: “Hay que hacer ajustes drásticos y gigantescos”

Según las estimaciones del profesor universitario, la hiperinflación ya llegó. En agosto y septiembre de este año el incremento generalizado de precios alcanzó el 50 % mensual

La inflación, la escasez de efectivo, el descenso en la producción nacional y las dificultades para el acceso de divisas no han pasado por debajo de la mesa en los últimos anuncios económicos que el Gobierno nacional ha hecho en medio del llamado “Plan para la Paz y la Prosperidad Económica”. Con ocho leyes presentadas ante la Asamblea Nacional Constituyente, el presidente Nicolás Maduro propuso nuevas medidas en el control de precios, la inversión extranjera, los tributos e impuestos, las casas de cambio, los CLAP y la producción nacional.

Para Manuel Sutherland, economista e investigador del Centro de Investigación y Formación Obrera de Venezuela, estos anuncios representan un intento de apertura económica y un primer avance “tímido y superficial” en los gigantescos ajustes que necesita el país.

“Son unas pinceladas de una apertura económica que parece frenada a lo interno del Gobierno por una sección del chavismo ultra regulacionista y ultra conservadora. Buena parte del chavismo dentro del proceso bolivariano ha entendido que la dureza de los controles no tiene ningún sentido”, explica. Los ajustes son inevitables, al igual que el golpe en el bolsillo del trabajador, afirma Sutherland, quien asimismo cree que esto puede contenerse con un cambio de dirección en los subsidios.

Sin embargo, para el también coordinador de formación de la Asociación Latinoamericana de Economía Marxista el problema principal para la clase obrera es la inflación galopante que deviene en una condición de vida “paupérrima”. “En estos meses, agosto y septiembre, hemos llegado a una subida de 50 % de aumento general de los precios de la canasta, eso puede indicar que ya hay hiperinflación con esas subidas tan drástica en un mes”.

“FORMAS DE PRODUCCIÓN SUPERADAS”

El último anuncio económico fue el de un supuesto “plan conejo” para criar animales que sirvan para el consumo doméstico, ¿Cómo toma esta propuesta? ¿Es una idea revolucionaria?

—El plan conejo es un plan muy tierno y muy simpático porque los conejitos son animalitos muy lindos, pero a nivel práctico no genera ninguna solución efectiva para los problemas alimentarios de millones de personas que están sufriendo terriblemente para conseguir comida que hace años compraba de manera rápida y barata. Además, no es ninguna medida revolucionaria ni ningún avance socialista en el desarrollo de empresas productivas, porque es una reproducción de la producción en micro escala, de escala familiar, o de casitas y apartamentos, que es ineficiente, improductiva y que pone a la clase obrera, aparte de tener que trabajar todo el día, montarse en el transporte una o dos horas, a tener que criar un conejo para poder comer un poco de carne. Eso no tiene sentido. En los campos, en lo ruralm sería muy lindo que la gente criara y vendiera carne de conejo de manera masiva, pero eso no se dará ni a corto ni a mediano plazo.

¿Es la misma idea de los gallineros verticales y la agricultura urbana? ¿Está descartada este tipo de economía local?

—Ya hemos visto gallineros verticales, cabras en balcones, el cochino en la cocina, el hallacazo urbano y todas esas cosas que se le venden a la población más humilde y a la gente más crédula, pero que son cuentos de camino. No representan nada para la producción del país y son un poco cursis cuando estamos hablando del siglo XXI y de un país petrolero. Eso es realmente incomprensible y no tiene nada que ver con el socialismo, porque el socialismo se basa en el desarrollo productivo, aplicando la ciencia, la tecnología, la técnica y los avances históricos para hacer más productivo y más eficiente el trabajo del hombre y esto va en sentido contrario, volver a formas de producción milenarias y que han sido superadas por la historia.

¿Este tipo de anuncios en el fondo dejan ver el hambre y la escasez de producción nacional que se está viviendo en el país?

—Creo que el plan conejo es un plan que trata de ofrecer una solución de muy pero muy bajo precio al Gobierno para un problema muy complejo, y que realmente no toca los intereses de las mafias importadoras y las mafias del dólar a 10 bolívares y que no toca los intereses de los grandes saqueadores del país. Es una medida económica muy laxa, no es ni una medida económica, eso es demasiado nombre, es algo demasiado insignificante.

LUCHA CONTRA EL “REGULACIONISMO”

Usted ha mencionado que las medidas anunciadas por Maduro representaban cierta apertura económica, ¿por qué?

—Hay algunos indicios de que Maduro trata de liberar algunas cosas y dar una flexibilidad económica muy tímida y superficial para la crisis que tenemos y para las medidas drásticas que se necesitan. Yo creo que el tema de abrir más casas de cambio en todo el territorio y no solo en las fronteras, la idea de acordar el límite de precios con los empresarios para tratar de llegar a un valor menos arbitrario y menos administrativo, la idea de desregular algunos productos que estén fuera de esos 50 precios controlados, algunas ideas sobre la inversión extranjera y las zonas económicas especiales son unas pinceladas de una apertura económica que parece frenada a lo interno por una sección del chavismo ultra regulacionista y ultra conservadora. Pero, repito, el socialismo no tiene nada que ver con medidas de traba a la acumulación de capital y medidas que trunquen la producción, más bien habla de una expansión de la producción a manos de la clase obrera.

Pero ya se han visto medidas similares que no se han concretado, como que el Dicom funcione en forma de subasta. ¿Qué ha cambiado para decir que ahora sí se está abriendo la economía?

—Creo que hay una buena parte del chavismo dentro del proceso bolivariano que ha entendido que la dureza de los controles no tiene ningún sentido, no beneficia a la economía sino que le pone trabas y empeora los problemas. Creo que Maduro, de alguna forma, está luchando contra ese regulacionsimo, y está luchando contra personas que viven del hiperregulacionsimo, que viven en las aduanas de martillar a las personas, que comercian con el dólar a 10 y que viven de los contrabandos y los mercados diferenciales que se crean con subsidios groseros, como la gasolina.

¿Qué labor ha tenido la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos de Venezuela (Sundde) en esta lucha?

—La Sundde se correlaciona con la época de mayor inflación en la historia del país, lo que significa que la Sundde no tiene capacidad para reducir el precio de nada porque ningún instituto lo tiene. No es que sean ineficientes los gerentes, sino que las tareas de frenar la inflación a punta de controles administrativos han fracasado en la historia del capitalismo miles de veces. Eso ha tratado de imponerse en otros países que han querido regular todo y ha fallado, es algo básico.

¿Y cómo se podrían regular esas distorsiones?

—Es muy sencillo, creo que hay que ampliar la producción. El Estado venezolano tiene que fomentar la articulación de capitales privados en capitales más grandes, impulsar la concentración del capital estatal y el crecimiento en la escala productiva a fuerza de unir pequeños capitales para tener más potencia en la producción y aumentar la oferta de bienes y servicios. También hay que dejar de imprimir dinero inorgánico y abrir canales para aceptar remesas de los venezolanos que están en el extranjero y quieran colaborar, y abrir esas mismas vías para que otros venezolanos que trabajan acá y reciben divisas puedan introducirlas al mercado local con mayor facilidad. Hay que crear un espacio a inversiones extranjeras que puedan aportar divisas adicionales y renegociar la deuda externa con una moratoria de pago que impida el freno de las importaciones.

¿Pero las medidas de ajuste que usted ha mencionado como aumentar precio de la gasolina, transporte o alimentos no impactarían directamente en los ahorros de la población?

—Esos subsidios están muy mal diseñados y muy mal planteados. Los subsidios tienen que ser focalizados, temporales y tienen que tener objetivos puntuales y con plazos definidos. Por ejemplo, la gasolina es un subsidio grosero y grotesco sin ninguna base argumentativa importante; en lugar de regalar la gasolina, esta debe cobrarse as un precio que cubra su costo y deje algún margen de ganancia, y se puede dejar un subsidio especial para el gas natural y el transporte público, pero una persona que viene en una Hummer o un Rolls Royce a dar vueltas por Caracas no tiene por qué recibir ningún subsidio. Las cajas de los CLAP también podrían tener un precio más ajustado a la realidad, igual el ticket de Metro de Caracas que cuesta cuatro bolívares, una cifra ridícula e insignificante que se refleja en el estado interno del Metro.

Se ha dicho que el precio de venta las cajas de los CLAP no corresponde al de su importación a 10 bolívares. ¿Qué pasa allí?

—Los CLAP cuestan entre 20 y 25 dólares, si se cambia a 10 bolívares la venta debería ser 250 y se cobra a 10.000. Yo creo que los más importante en este caso es sincerar el precio del dólar que está a 10, hacer una unificación del tipo de cambio y realizarle un subsidio en dinero a las familias que no puedan comprar el CLAP por su pobreza galopante. Es decir, si el tipo de cambio nuevo es 3.000 bolívares y el CLAP cuesta 20 dólares, serían 60.000 bolívares, entonces a las familias o la gente que esté en pobreza importante se le deposita en su cuenta directamente el equivalente a los 60.000 y esa persona decide si comprar el CLAP o no. Eso mejoraría mucho la situación de caja y haría mucho más sostenible ese mecanismo. Aunque creo que hay opciones mejores que el CLAP a nivel de inclusión alimentaria.

¿Cuáles?

—Se podrían hacer subsidios a la producción de alimento local. El problema del CLAP es que son divisas que se gastan para importar cosas que se pueden producir acá. A mí no me parece que se tengan que importar un kilo de caraotas desde México o un kilo de lentejas de El Salvador, cuando es más fácil pagarle un poco más al productor venezolano para que haga las lentejas y hacerle un subsidio a la compra.

¿Con estos ajustes no estaríamos hablando de un nuevo “paquetazo liberal”? ¿Cómo reaccionaría la población a estos aumentos?

—Lamentablemente hay un déficit fiscal muy fuerte, el Estado está gastando mucho más de lo que puede y esa brecha tiene que cerrarse básicamente dejando de regalar todo y empezando a cobrar las cosas por su costo. Lastimosamente la época en que el petróleo podía subsanar el costo de los productos ya pasó y no hay formas materiales de sostener precios que no se corresponden con la producción y el mantenimiento de las empresas. Por decir una cosa, no hay formas de seguir sosteniendo un costo de la electricidad de 500 bolívares mensuales, es un costo inconcebible cuando otros países pagan 80 dólares por mes. Esa necesidad de ajustar esos precios es una cuestión objetiva. Pdvsa ya no puede prestar dinero a Corpoelec. Si siguen imprimiendo dinero para pagar la nómina, la destrucción de las empresas estatales va a ser peor.

Pero si aumentan todos los productos y servicios, ¿no hay un riesgo de que aumente el hambre que ya se ve en las calles?

—Sí, pero hay que ser sincero con la economía para cerrar esas brechas y esos subsidios y con lo que se recupere del cobro de esos servicios a precios reales, más una posible renegociación de la deuda que posponga los pagos inmediatos de Venezuela por un período de seis u ocho meses, se puede hacer una especie de canasta de compensación para que las personas de mayor índice de pobreza puedan recibir compensaciones directas que cubran el efecto de los ajustes drásticos y gigantescos que hay que hacer. Todo eso debió realizarse hace mucho tiempo y mientras más pase es peor. Pero hay que hacer ambas cosas, ajustar y crear mecanismos de compensación y ese mecanismo pasa por negociar con los acreedores de la deuda.

ILUSIÓN MONETARIA

¿Los anuncios de aumento del salario son motivo de alegría o de pesadilla para los venezolanos?

—Yo estoy de acuerdo en el aumento del ingreso de la clase obrera. Soy marxista y creo que la clase obrera debe dirigirse a procesos cada vez más industriales, debe tener el mando de la economía y la producción, debe dar las directrices y, además, debe tener ingresos cada día más altos. El problema acá es que el aumento del salario mínimo no va a dar ingresos reales más altos, es simple ilusión monetaria porque no hay una base en el aumento de la producción que permita aumentar la productividad, esta, por el contrario, cae cada día más y ese aumento viene pura y llanamente de dinero sin respaldo productivo. Y con una manufactura menguante, cuando ese salario llega al bolsillo de los venezolanos va a generar una subida de precios y va a seguir dándole gasolina a la inflación. Una inflación que tiene muchos factores que la impulsan y este es uno de tantos. Pero está visto que aumentar los ingresos reales de la clase obrera por esta vía es imposible.

Con cinco aumentos del salario mínimo en 2017, de aproximadamente 40 % cada uno, ¿estamos hablamos entonces de una hiperinflación reflejada en estos aumentos?

—Hay gente que dice que la hiperinflación es 50 % al mes, otros que es más de 500 % al año, otros que es más de 1.000 %, no hay una definición exacta. Pero en estos meses, agosto y septiembre, hemos llegado a una subida de 50 % de aumento general de precios de la canasta, eso puede indicar que ya hay hiperinflación con esas subidas tan drástica en un mes. Entonces, los anuncios salariales lo que vienen es a reflejar una subida de precios que esos mismos aumentos no cubren, y es normal que no lo hagan porque vienen de un decreto político y no de un aumento productivo. Ese no es el camino para recuperar el poder adquisitivo.

¿Cómo vive hoy un trabajador venezolano que gana sueldo mínimo?

—Es muy difícil. Los obreros viven una condición muy paupérrima por las dificultades económicas y necesitan hacer actividades secundarias como alquiler de teléfonos, vender jugos, dejando de hacer cosas los fines de semana o explotándose sencillamente.

El carnet de la patria: un medidor de la pobreza

 

¿Qué pasa con el efectivo? ¿Por qué no se imprimen más billetes?

—Hay una cantidad muy escasa del nuevo cono monetario. Este debe ocupar entre 3 % y 6 % de todo el circulante actual y representa una cantidad muy pequeña. Entonces, los gastos que se tienen que hacer en efectivo, como el transporte público, se hacen imposibles y la cantidad de billetes es insuficiente. El Estado tampoco ha mandado a imprimir una cantidad de billetes mayor, porque no tiene dinero para importar. Lamentablemente la Casa de la Moneda venezolana solo produce billetes de 2.000 y no se puede hacer más porque también hay problemas con la importación del papel moneda y dificultades económicas para pagarles a los antiguos proveedores de billetes. Ese desastre coarta las posibilidades de crecimiento económico y le ha dado dolores de cabeza a la población.

El Gobierno ha pretendido solucionar esto, según sus recientes anuncios, transformando al carnet de la patria en un mecanismo financiero de pago electrónico…

—Hay estudios que afirman que entre el 60 % y 70 % de los alimentos en Venezuela, que ocupan el 80 % y 90 % del gasto de la población, se pagan en efectivo. Se pagan en mercados populares y en puestos de calle. Lo más normal es que la gente compre un kilo de tomate o de lechosa en efectivo. Todos esos pagos estarían entonces haciéndose por otras vías y es evidente que no todo el mundo pueda tener un punto de venta o un biopago. Yo creo que el Gobierno está tratando de forzar la máquina ante la imposibilidad económica de traer más dinero.

¿El carnet de la patria podría convertirse en un instrumento económico?

—Yo creo que sí. Serviría como un censo y para estudiar qué tan pobre es la población y sobre qué misión o ayuda puede recibirse dinero de manera focalizada. Me parece que puede ser útil en ese sentido, si es que ese es el objetivo del carnet.

La Razón

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