Gobernabilidad tiene que ver con la calidad y capacidad técnica y política del sistema político (Estado/Gobierno) para generar y ofrecer soluciones eficientes a las demandas de la sociedad.
Ante la ruptura del estado de equilibro dinámico entre las demandas de la ciudadanía y la capacidad del sistema político para responder de forma eficaz y legítima, frente a las actuales reglas del juego político y la politización de la gestión de gobierno, en detrimento de la propia gestión; ante los conflictos en razón de la disputa de poder entre actores políticos y el conflicto institucional, es indudable que la ciudadanía ya no ocupa un papel central.
Calles desbordadas por desechos sólidos, vías rotas y huecos de tamaño y profundidad impresionantes; alcantarillas sin tapas que hay que sortear; aceras en mal estado y, en muchos casos, destruidas; botes de aguas blancas y aguas negras que, cual riachuelos, corren impunemente y nos convierten en saltimbanquis; ausencia de alumbrado público que torna la noche en una aventura de terror. A ello se añade la inseguridad que “peligrosamente” nos acompaña, mientras abandonamos apresuradamente el tenebroso espacio público y llegamos a nuestra casa, verdadera guarimba, refugio supuestamente inviolable, lugar sagrado que creemos seguro.
Una población abocada a solventar sus necesidades de subsistencia que olvida sus derechos… Suerte de dejadez y de autoexclusión de la ciudadanía al aceptar pasivamente la ineficiencia y el gradual deterioro del medio ambiente y su calidad de vida. Una sociedad doblegada… y curiosamente volcada a la confrontación política y derrota del adversario… Una sociedad alejada de luchas más amplias ajena al control democrático de la gestión pública.
Atrás en la historia reciente parece haber quedado la ciudadanía demandante y participativa, el poder popular y protagónico.