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Antonio Sánchez García: Las presidenciales ¿ficción o realidad?

 

Aún no se celebran las regionales, y ya pasaron de moda. Siguiendo la tradición establecida de estirar el tiempo de la dictadura de comicio en comicio y de promesa electoral en promesa electoral, por ahora el tema que se esgrime y le da el último toque al arreo electoral de las mayorías tras las zanahorias comiciales, son las presidenciales, de las que sus principales protagonistas, Nicolás Maduro y Henry Ramos Allup, hablan como si se tratara de un hecho consumado. De creer en la palabra del diputado Henry Ramos Allup, si bien devaluada tras el incumplimiento de sus promesas al asumir la presidencia de la también devaluada Asamblea Nacional, que en diciembre de 2018 se celebrarán en Venezuela comicios para elegir al futuro presidente de la República. Fin de partie, The End, el nacimiento de una nueva república. La gran promesa, comparada con la cual la de las gobernaciones son simples conchas de ajo. La certeza y seguridad con que Ramos Allup incluso asegura que el candidato opositor emergerá de la decisión mayoritaria de la ciudadanía en una leal justa de Primarias, se puede colegir que es un tema discutido y resuelto con las máximas instancias del régimen. Palabra aún más devaluada que la del secretario general del partido Acción Democrática, toda vez que sus autoridades han incumplido calendarios electorales y principios anclados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. ¿A qué se deberá este mágico cambio en la predisposición del régimen a eternizarse al frente de la República Unida del Caribe? Si el Referéndum Revocatorio, establecido constitucionalmente, fue olímpicamente desconocido por Nicolás Maduro, sin siquiera dar explicaciones, ¿qué político zahorí que se reconozca miembro de las filas opositoras podría poner sus manos al fuego de que tales certidumbres del diputado Ramos son santa palabra y de que tales elecciones efectivamente se llevarán a cabo?

Venezuela dejó, desde los lejanos tiempos en que el derrocado presidente Pérez Rodríguez fuera desposeído aviesa e ilegalmente de su cargo, de ser tierra de palabra. Como lo fuera hace doscientos siete años, cuando un gobernador español de nombre Vicente Ignacio Antonio Ramón de Emparan y Orbe aceptara de buen o mal grado dejar el Poder que le otorgara la corona española, fiel a su palabra recién empeñada de dejarlo si esa era la voluntad de las docenas de vecinos reunidos en la Plaza Mayor. Y así lo hizo, compelido por mi compatriota, el buen canónigo chileno José Joaquín Cortés de Madariaga, primer dedócrata de la República. Pero demos por buenas las certidumbres de Ramos Allup y creamos en su palabra. Venezuela se encamina, por un acuerdo de trastienda entre la actual plana mayor de la Mesa de Unidad Democrática – AD, PJ, VP, UNT y AP – y los mandamases de la dictadura del que no tenemos la menor información, a efectuar elecciones presidenciales en diciembre de 2018.

Ahora, a los hechos. El candidato que Maduro quisiera enfrentar, según lo ha declarado reiteradamente por cadena nacional, sin ser desmentido, sería su antagonista dilecto, el mismo Ramos Allup. Ello, si la comedia se escenifica según el guión acordado de antemano por dichas partes. Pero tomándole la cuestionada palabra al abogado de este asunto, el mismo Ramos Allup, en caso de que cumpliera con su palabra, la cumpliera Maduro, su garante, y efectivamente dichas primarias tuvieran lugar, me caben algunas preguntas de la mayor pertinencia. Para evitar llamarnos a engaño. ¿Quién o quiénes serían los árbitros de dichas primarias: la reconocida chavista Tibisay Lucena al frente del CNE oficialistas o el honorable consejo de rectores que supervisara el tristemente célebre e inútil plebiscito del 16 /J? ¿Dichas primarias serán manuales, como fuera el caso en esa magnífica circunstancia, o pasarán por el aro de la empresa que reemplaza a Smartmatic, Gis XXI, y cuyo propietario es Jesse Chacón, embajador en Austria del eventual candidato Nicolás Maduro y uno de los más altos capitostes del gobierno? ¿Volverán a pagar y darse el vuelto, o Ramos Allup puede jurar ante la tumba de sus padres que estos comicios serán los más ejemplares, transparentes y respetuosos de la nueva república de Venezuela?

En segundo lugar: ¿quiénes tendrían el derecho de participar en dichas primarias y ser nominados a la máxima candidatura? Previamente, ¿serían liberados todos los presos políticos, anuladas las sanciones políticas que pesan sobre un número importante de ellos, asegurada la plena vigencia de los derechos políticos y ciudadanos de todos los venezolanos?

No dejan de ser preguntas esenciales, que no sólo determinarán la posibilidad objetiva de la celebración de dichos comicios sino que puedan ser tomados en serio por la comunidad internacional, aceptados por la opinión pública nacional y no constituyan una farsa más de un régimen especializado en farsas, fraudes electorales e imposiciones dictatoriales, como se ha puesto en práctica reiteradamente a lo largo y ancho de este pesadillesco trámite de nuestra historia contemporánea. Vale decir: que constituyan un auténtico giro de 180 grados en la marcha de la República y aseguren que el candidato electo, reconocido nacional y mundialmente, a la cabeza de nuestras Fuerzas Armadas, sometidas ahora por un nuevo Comandante Supremo y con absoluta potestad como para desalojar al régimen y hacerse a la ardua, difícil y compleja transición hacia la república liberal democrática – Carrera Damas dixit – de la que nos preciáramos durante cuarenta años, cuando nadie imaginaba que un buen día de diciembre de 1998 sería erradicada y anulada sine dia, para instaurar en su lugar un estado de excepción y una dictadura tendencialmente constituyente y totalitaria. Con todo lo que ello involucra de cambios profundos y rectificaciones esenciales, tal cual sucediera después del 18 de octubre de 1945 y el 23 de enero de 1958.

Por ejemplo: ¿se les habrá liberado y reintegrado todos sus derechos a dos personalidades políticas hoy encarceladas y que disfrutan del mayor respeto, consideración y aprecio entre los electores, como para que figuren en los primeros lugares de las encuestas, me refiero al alcalde metropolitano Antonio Ledezma y al líder del partido Voluntad Popular, Leopoldo López? ¿Habrán recuperado la plenitud de sus derechos políticos los ciudadanos María Corina Machado y Henrique Capriles, también figuras esenciales y representativas del universo opositor, hoy sometidos a serias restricciones en sus derechos ciudadanos? ¿Se encontrarán en libertad los cientos de presos políticos, tras una obligada amnistía o levantamiento de cargos, dado la naturaleza espuria e írrita de los procedimientos que los han encarcelado? ¿Podrán participar de dichas primarias los alcaldes Alfredo Ramos y Daniel Ceballos, el jefe del partido Un Nuevo Tiempo Manuel Rosales y cientos de otros presos que, de acuerdo a la correcta y justa interpretación de las leyes tienen pleno derecho a ofrecer sus candidaturas a cualquier cargo en discusión electoral?

Yendo directamente al grano, y sin mayores hipérboles: las elecciones presidenciales de diciembre de 2018 y sus debidos prolegómenos – campañas, manifestaciones, entrevistas, participación en actos públicos, giras, viajes nacionales e internacionales, etc., etc., etc., – ¿tendrán lugar en una Venezuela como la de hoy, aherrojada y subsumida bajo la plenipotencia de la dictadura militar que rige, comanda y vigila nuestras vidas hasta en sus más mínimos detalles o serán la primera expresión de una Venezuela liberada y ya en trance de transición, única manera verdaderamente posible de dejar definitivamente detrás nuestro este sórdido y traumático período de nuestra historia?

Por ahora, encallejonado en ese enigma aparentemente sin resolución de seguir las cosas por el cauce que privilegia el secretario general de AD, sólo le planteo estas elementales preguntas, ya declarado candidato presidencial por los suyos, como si fuera un hecho de la naturaleza, un acuerdo de los dioses del Olimpo y no la expresión de la historia que sufrimos día a día quienes no contamos con la divina providencia del poder y del dinero. Quisiera sus respuestas. Pues de lo contrario, el fraude continuado hubiera recomenzado su giro y no estaríamos más que dándole largas al régimen. Me temo muy seriamente que ese, y ningún otro, sea el caso. La historia ha sido taxativa: no es verdad que este régimen haya salido con votos. Muy por el contrario: los votos llevan dieciocho años reafirmándolo: Temo muy seriamente que éstas, regionales, y aquellas, presidenciales, terminen por entronizarla por los siglos de los siglos. La culpa no será de los abstencionistas: será de quienes no imaginan otra acción política para derribarla, que ir de elección en elección. Que Dios los pille confesados.

@sangarccs

 

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