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Alfredo Salgado: ¡Son los principios, estúpido!

Mi mamá y mi tío son, respectivamente, la matriarca y el patriarca de mi familia. Tienen su vida rebosada de veteranía en las lides políticas y a veces me da la impresión que se toman la cosa muy en serio; o será que yo me las tomo a la ligera.

Recibir una llamada “¡URGENTE!” de alguno de ellos dos, para comentarme una entrevista que le hicieron a alguien en Globovisión o reclamarme por qué no leo periódicos, forma parte de mi cotidianidad.

Confinado el uno al Amazonas, por conspirar en contra de Pérez Jiménez, presa la otra por manifestar en contra de Nixon cuando visitó Venezuela, forman sus recuerdos parte del anecdotario familiar, aderezado por el rechazo a todo lo que significara Acción Democrática, Rómulo o CAP, rechazo que estos aciagos años rojos ayudaron a eliminar, y hoy ambos son, con toda la razón según mi parecer, respetuosos del aporte del partido blanco en la construcción de la democracia venezolana.

Mi tío en más de una ocasión me lanzó el teléfono, “por andar criticando a la Unidad”, y mi mamá con la última que me salió fue “explícale a alguien tan limitado como yo, qué va a pasar ahora…”, siendo “ahora”, el desastre que queda después del fraude electoral de la semana pasada, condimentado con la “juramentación” de los “gobernadores” de oposición, ante la ANC. Demás está decir, que la ironía se la sentí muy clara, a  través del hilo telefónico.  En su repertorio está “…porque tú te la pasas criticando a los que están activos, en lugar de proponer algo…”, y esto parece que lo dicen a coro y hasta contrapunteado.

Claro, me inventé una para salírmeles de este brete: -Bueno vale, si voy a un restaurant y critico la comida, no va a venir el chef a decirme que cocine yo.

Pero en eso de discutir con este par de venerables caraqueños, de esos pocos que quedan a los que se les puede rastrear su linaje, tal vez hasta antes de la llegada de nuestro abuelo Don Diego a este valle de Santiago de León, me refugio en un detallito aprendido precisamente de ellos: la política con principios.

El respeto propio tal vez sea el apego férreo a los principios en los que creemos, esos datos aprendidos en el seno familiar, y que son las columnas que sostienen nuestras vidas y que nos sirven de brújulas.

Esta larga agonía en la que está sumida Venezuela, nos restriega en la cara el asesinato de los principios que debieron aprenderse en casa, pero que fueron cargados en los cachos de la impudicia por los bolichicos dueños de rancios apellidos, los traficantes devenidos en funcionarios públicos, los políticos que creen que la política se reduce a la maniobra chiquita dentro del partido y cuando mucho a la conquista de algunos votos, el uso de cuanto medio se tenga a mano para bachaquear al amparo y con la complicidad de las autoridades fronterizas, cuanta mercancía en estado sólido, gaseoso o polvoriento, tenga demanda más allá de nuestras fronteras. La lista podemos ampliarla al infinito y ponerle nombre y apellido en cada caso y de seguro muchos de ellos, con su contraparte en este lado del país que llamamos la oposición.

El desastre de las elecciones de gobernadores quedó a la vista de todos. Desastre para la oposición porque NO PUDO entusiasmar, convencer a los ciudadanos de que votar era la mejor salida en estos momentos, y para el gobierno porque demostró ante todo el mundo, urbi et orbi, que únicamente con un aparato sofisticado para la trampa masiva, es que puede ganar alguna elección en Venezuela.

La trampa electoral, junto con las bombas lacrimógenas, son el único y raquítico argumento que le queda a esta revolución moribunda. Son, sencillamente, unos muertos virtuales, mantenidos respirando de modo artificial.

En este brete, aparece una legión de justificadores del desastre electoral, que tiene dos caras insisto, esgrimiendo una de las mayores exquisiteces escuchadas en estos tiempos: ¡¡¡ ¿Nos vamos a poner con principismos!!!?

Baste citar algunos ejemplos cargados de nobleza, para darnos cuenta de que el asunto es un asunto de principios:

Por principios, un personaje tan entrañable como Muhammad Alí, dejó que lo despojaran del título de Campeón Mundial de los Pesos Completos, al negarse a ir a la guerra en contra de Vietnam;

Por principios, Jesse Owens fue a competir en las Olimpiadas de la Alemania nazi, y ganó en las narices de Adolf Hitler, la medalla de oro;

Por principios, Alexander Soljenitzin fue enviado a un gulag soviético y no abjuró de sus convicciones políticas y religiosas;

Por principios, Francisco de Miranda, a los 64 años se embarcó en la empresa de la emancipación de la América española;

Por principios, Simón Bolívar sacrificó su bienestar material y se entregó a la desproporción de la guerra de independencia de América.

¡Claro que el problema es un problema de principios, porque solo los principios son los que nos pueden mantener erguidos ante la multitud de abusos y tropelías del gobierno cubano que manda en Venezuela!

Es el apego a los principios los que nos hacen ver que lo que ellos llaman victoria, es en realidad una descomunal derrota a manos de los ciudadanos decentes de este país, que por principios estuvieron manifestando durante semanas, para ser el asombro del mundo, dejando como ofrenda la vida de los jóvenes mártires asesinados por la banda de inescrupulosos carentes de principios que retienen el poder en Venezuela, en contra de la voluntad ciudadana.

Un hombre desgarbado, flaco y alto, al que de modo particular admiro mucho, vilmente asesinado por un loco fanático, ponía de relieve en una de las más elocuentes oraciones escuchadas alguna vez, el sacrificio de sangre ofrendado en un campo de batalla, por unos combatientes por la libertad.

La sangre ofrendada por nuestros jóvenes mártires, ofrendada por apego a unos principios aprendidos de seguro en su casa, está emparentada con la de los soldados homenajeados en Gettysburg, por Abraham Lincoln.

La última bala de la Guerra Civil de EE.UU., fue la que mató a Lincoln, pero por encima de su cadáver, por encima de la indignidad de los hombres sin principios, se levanta la definición de principios que nos legó, el día que rindió tributo a sus mártires.

Los venezolanos de este tiempo, debemos levantar esa bandera principista que nos fue dejada ese día en el camposanto de Gettisburg, y decir junto con nuestros jóvenes, decir junto con Abraham Lincoln, decirle a quienes piensan que la política puede conducirse sin principios, que en Venezuela estamos luchando para que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparezca de la faz de esta tierra venezolana.

Por principios seguimos en pie.

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