La continua acumulación de errores políticos y contradicciones tácticas dentro de la unidad opositora, ayudó a producir los precarios resultados electorales del pasado 15 de octubre; si además de eso, sumamos el ventajismo descarado y abusivo del gobierno en todo el proceso electoral que iba desde cambios intempestivos de fechas para las elecciones, hasta migración de electores y centros electorales para lugares que generaban dificultad a los votantes, pasando por el uso del estado y, entre ellos, del plan república como apéndice del partido de gobierno; entonces es lógico que los venezolanos sientan decepción, rabia y pocas esperanzas de recuperar el país que todos anhelamos. Sin embargo, los agudos problemas que sufren las grandes mayorías siguen ahí. La grave crisis alimentaria y de salud cabalga sin soluciones visibles. El país es un hervidero de rumores y descontentos que se acumulan presagiando tempestades políticas en un cuadro de inviabilidad económica que profundiza la crisis. Por ello el gobierno no está en condiciones de tirar cohetes para celebrar. Un pueblo silente que sufre busca salidas aunque a veces parezca aletargado.
Hoy la victoriosa unidad del 2015 no muestra su mejor rostro, por el contrario, se reciente en sus contradicciones e inoportunas acusaciones. Es por tanto importante que sus líderes retomen la sindéresis que restablezca la credibilidad de la que, en algún momento, han gozado. Cierto que desde hace unos cuantos años siempre ha estado presente en todo evento la confrontación entre quienes apuestan a la participación electoral como vía para acumular poder y organizar al pueblo para el evento mayor de unas elecciones presidenciales y quienes impulsan incesantemente la propuesta de abstenerse a todo evento sin identificar claramente la manera de confrontar y de sustentar en mediano plazo, tamaña pretensión. Lamentablemente esta última le ha hecho mucho daño a la participación electoral, tanto que resulta coincidente con el objetivo del gobierno: gano el gobierno la mayoría de las gobernaciones y gano la abstención del lado opositor. Flaco servicio se le hace al cambio.
El gobierno, aprovechando la ventaja de imponer la matriz del triunfo en los pasados comicios, se apresura a convocar elecciones de alcaldes con el objeto de infligir mayor daño a la unidad opositora, con la idea de establecer un probable adelanto de elecciones presidenciales, confiando en que las contradicciones opositoras se han hecho insalvables y el pueblo no está en capacidad de reaccionar. El gobierno hace su tarea, maquiavélica, pero hace su tarea, pues está claro que les importa un comino lo que pase en el país. A ellos no se les mueve ni las cejas ante la hambruna que vive una gran mayoría de venezolanos o ante la desnutrición de nuestros niños, ante la falta de medicinas o el alza desmedida de los precios. Mientras sigan campante con la corrupción, el abuso de poder, la informalidad y precariedad del estado, pues duermen tranquilos.
En la unidad quienes crean en la participación electoral y política por convicción a un cambio pacífico en el país, deben asumir por toda la calle del medio los eventos electorales que se convoquen, exigiendo mejores condiciones para la participación, pero a la vez, preparándose para confrontar el fraude donde se detecte y se presente. No hacerlo es repetir la triste decisión de 2005 que entrego la Asamblea Nacional al gobierno. Que no es fácil… ¡cierto! Pero es que aquí nada es fácil. Las elecciones permiten movilizar, organizar, pero también descubrir la trampa cuando la hacen. La mejor prueba es el propio Andrés Velásquez quien ha documentado correctamente el fraude que por ahora le ha birlado la gobernación del estado Bolívar, pero que a la vez ha permitido develar el modus operandi de la casta delincuencial que gobierna. Hay que participar.
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