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Alberto Mansueti: Apartheid en el Perú

“Apartheid” significa “separación” en afrikáans, lengua derivada del holandés, que hablan los “bóers” o sudafricanos de esa procedencia. Fue el sistema legal de segregación racial en Sudáfrica, vigente desde los años ’50 hasta los ‘90, aproximadamente.

La segregación puede ser racial, pero también religiosa, económica, cultural, lingüística, regional o social: por las creencias, la riqueza, la cultura, la lengua, región de origen o la clase social. “Segregación” es toda política de separacionismo legal de algún tipo en el status de las personas; y eso es antibíblico. La Biblia dice que “Dios no hace acepción de personas”; y por tanto, tampoco deben hacerla los gobiernos, de ningún tipo, por ningún motivo y bajo ningún pretexto.

El separacionismo es “espontáneo”, cuando cierta gente se cree superior, y con ese pretexto se mantiene separada de otra, a la cual aparta, por creerla inferior. Ejemplo: los judíos, ferozmente discriminados en Alemania antes de Hitler; pero cuando los nazis llegaron al poder, en 1933, la discriminación espontánea se hizo legal. En el Perú y en nuestra América latina, el Apartheid es social, entre “los de arriba” y “los de abajo”; y es legal.

En Sudáfrica, el prejuicio racial contra los negros al principio generó una segregación espontánea. Pero hacia los ’40 y ’50, la tasa de la población blanca comenzó a decrecer. Entró en pánico, y pensó en poner freno a los negros, mediante la legislación; típica “ingeniería social”. Y como casi siempre en estos casos, se dijo que las leyes no serían para perseguir a los negros, sino al contrario, para “promover” la educación, el bienestar y desarrollo de la población negra, sólo que “separados”; o sea “separate development policy” (SDP) fue el nombre oficial que dieron al Apartheid.

Las primeras leyes segregacionistas en Sudáfrica fueron la prohibición de matrimonios interraciales (1949), las ordenanzas municipales fijando “zonas” separadas según la raza (1950), y la Ley de Registro Censal de Población (1950), clasificando a la gente por su raza, exactamente como se comenzó a hacer otra vez aquí en el Perú, el pasado domingo 22 de octubre, Día del Censo.

Desde 1950 en adelante se dictaron en Sudáfrica numerosas leyes, separando a las personas en casi todos los demás aspectos de la vida: trabajo, negocios, educación, atención médica, lugar de residencia, transporte, recreación, etc. Leyes diferentes, y tribunales diferentes para aplicarlas, según la raza. Era complicado y engorroso, porque además de blancos y negros, estaban los mestizos, y también la población de origen indostano y asiático en general. Los blancos estaban divididos: los afrikáners de origen holandés apoyaban el Apartheid, pero los “anglos” no mucho. La segregación impidió por mucho tiempo el desarrollo capitalista de Sudáfrica, porque el capitalismo se basa en acuerdos, asignaciones y recompensas según la eficiencia y capacidad demostrable en el servicio a los mercados, no según la raza.

¿Y en nuestra América? Bueno, el antecedente segregacionista más temprano estuvo en el extenso territorio del Virreynato del Perú, con capital aquí en la ciudad de Lima: las famosas “Reducciones de Indios”, según las célebres “Ordenanzas” del Virrey Toledo, redactadas en el siglo XVI por un equipo de abogados y “expertos”, encabezados por los doctores Juan de Matienzo y Juan Polo de Ondegardo.

En Sudáfrica, la segregación se concretó en los “bantustanes”, poblaciones especiales y separadas para los negros, en las cuales “disfrutaban” de sus escuelas, empresas, hospitales, iglesias, incluso cabildos y autoridades. Aquí en el Perú eso exactamente había mandado el Virrey Don Francisco Álvarez de Toledo en 1573, promulgando sus “Ordenanzas del Perú para un buen gobierno”. “Nada nuevo bajo el sol” dice el Eclesiastés. Las tales “reducciones” para los indios ya se habían decretado desde Madrid, en 1551, por Real Cédula de Felipe II, y habían comenzado a implementarse por la Real Audiencia de Lima en 1549. El texto legal de Toledo vino a ocuparse de los detalles.

Todos estos documentos se inician con largas exposiciones de motivos, explicando los fundamentos que justificaban estas políticas, a juicio de sus autores, para bien de las poblaciones que se querían mantener “separadas”. Insisten en que las poblaciones nativas deben vivir separadas, porque tienen una particular y diferente “idiosincrasia”, y una cultura distinta. Por eso deben tener sus leyes e instituciones, diseñadas conforme a esta su cultura, para ellos solamente. Es decir: el “multiculturalismo”, que creemos típico de nuestra época, no lo es. Es viejísimo. “Multiculturalismo” es un nombre elegante para “racismo”; y el racismo es malo, sea un racismo blanco, o sea un racismo anti-blanco.

¿Y ahora? Nos dicen que en América latina hay sistema “mixto” en nuestros países, mezcla de capitalismo y socialismo. Y es verdad. Pero no dicen que hay segregación social allí: el capitalismo es para los ricos y la clase media alta; y el socialismo es para los pobres. Ni te dicen que esa segregación social tiene un tinte racial, porque sucede que la capa de “los de arriba” es mayormente blanca, y la de “los de abajo” es mayormente no blanca; y eso no te lo dicen porque suena feo, y porque es obvio.

Nuestro presente Apartheid es así: el socialismo ha dispuesto escuelas del Estado para los pobres, y asimismo hospitales estatales, y “Seguro Social”; todo planificado, promovido, impulsado, decretado y financiado por el Estado. Todo es escaso, insuficiente y de mala calidad; pero a “los de arriba” no les importa, porque esos son los “bantustanes” para los pobres. “Ellos” tienen “su” capitalismo: educación privada, e igual sus clínicas, AFJPs etc. Tienen “sus” empresas: las del sector formal. Como en Sudáfrica, para la población segregada promueven las “PYMEs”, “microempresas”: que se arreglen como puedan; pero que se queden pequeñitas, no sea que tengan la impertinencia de crecer, y amenazar la supremacía de la clase superior, por la vía capitalista. Para que eso no pase, sancionan leyes malas para los negocios, todas prohibitivas, limitantes y restrictivas. ¿Y quiénes son “los de arriba”? Hay de dos tipos: algunos son ricos más o menos éticos: hicieron fortuna sirviendo al público, en algún sector privado, aunque en un marco legal injusto y perverso. Otros son los “enriquecidos”, gracias a corruptas carreras políticas, y/o a privilegios y favores del Estado.

¿Cuándo llegó el fin del Apartheid en Sudáfrica? Cuando vino la crisis económica de 1985, personas de todas las razas, sobre todo blancos pobres y negros ricos, y también los de origen asiático, entendieron que era un obstáculo al progreso y al bienestar de todos: al capitalismo. Y cuando cierto veranillo “Neo” liberal pasó por el mundo, en 1990, Entonces, el nuevo Presidente sudafricano Frederik de Klerk comenzó a impulsar la derogación de leyes malas. Si contamos desde la fundación del Partido Federal Progresista, en 1977, por poner una fecha, el proceso tomó más de 10 años en Sudáfrica.

En el Perú y en América latina también vamos a acabar con el injusto, cruel, inhumano y antibíblico Apartheid nuestro. Si Dios quiere, y si hacemos buena política en favor del “Capitalismo para todos” y las Cinco Reformas. ¡Hasta la próxima!

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