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Vladimir Villegas: Baduel y la degradación

No he hablado más de cinco minutos en mi vida con el general Raúl Isaias Baduel, ex ministro de la Defensa del extinto presidente Hugo Chávez Frías. A algunos de sus hijos los he entrevistado para que se expresen sobre la situación a la cual ha sido sometido su padre, desde que fue apresado por presuntos hechos de corrupción. Ahora me animo a escribir esta notas con motivo de la decisión de degradarlo junto a otros oficiales, activos y  en situación, de retiro, que ha adoptado el gobierno nacional.

Más que referirme al asunto de la degradación, quiero hacer énfasis en el caso Baduel, con el cual se pone en evidencia cómo el poder se usa de forma arbitraria para reducir, desmoralizar y, también cabe el término, degradar a alguien por sus posturas críticas, por ser un individuo incómodo, y sobre todo porque forma parte de una estrategia para re escribir la historia al estilo stalinista, borrando nombres y relatando otros, como si a la larga la verdad histórica no terminará por imponerse.

Más allá de lo que se la atribuye en materia administrativa durante su gestión al frente del Ministerio de la Defensa, sobre lo cual no opino porque no soy ni juez ni abogado, Baduel ha sufrido persecuciones, allanamientos, maltratos de todos los tamaños y se le ha convertido en una especie de demonio al cual hay que castigar para dar ejemplo, o mejor dicho, escarmentar a quien si quiera se atreva a disentir,  y sobre todo para que su histórico rol el 12 y 13 de abril de 1992, determinante en el retorno de Hugo Chávez al poder, quede hecho trizas. En fin, nada más y nada menos que el libreto de Rebelión en la Granja, el siempre vigente libro de George Orwell, hecho realidad.

Como dije en el primer párrafo, nunca tuve la oportunidad de conversar o de intercambiar más allá de un saludo con el general Baduel. No soy de su entorno, no tengo por qué  compartir sus ideas, que tampoco conozco en profundidad. Coincidimos, sí, en el rechazo a la Reforma Constitucional de 2007. Y hasta allí. Pero ello no me impide rechazar tanto encono, odio o “aplique” a este oficial de la Fuerza Armada Nacional. Una vez más se cumple la máxima de que la revolución se traga a sus hijos. Y vaya qué manera de tragárselo. Lo quieren preso, lo quieren castigado, sometido a frías y tenebrosas celdas, según denuncian sus familiares. Le permiten o le niegan la visita según amanezca el humor de quien toma esas decisiones. Parece que mientras este gobierno siga controlando las riendas del poder Baduel jamás verá el sol sino a través de barrotes, y eso si tiene suerte.

No sé si quienes promueven o simplemente cumplen la orden, y pudiendo hacer o decir algo, prefieren el confort de la indiferencia y el silencio, duermen tranquilos, sin tener  pesadillas como por ejemplo sufrir en carne propia lo que hoy viven Baduel y sus  familiares,,entre ellos uno de sus hijos también preso político. No soy muy religioso que se diga, pero si existe un Dios, ojalá se apiade de quienes hacen de la tortura, sea física, moral o psicológica, un hobby. Pobre de ellos, porque en el fondo de su ser, aunque sea por segundos, la conciencia les debe arder como una hoguera.

Lo cierto es que quisiera vivir en un país donde la venganza no se disfrace de justicia, como en un eterno carnaval.  Y donde no ocurran cosas como éstas, que también ocurrían en el pasado, es cierto. Pero eso no es justificación  para que ahora se siga haciendo y con mayor sofisticación.

Venezuela se ha convertido en el país de la degradación. Se ha degradado la vida. A cualquiera lo matan por un reloj o un celular, o cualquiera se muere por falta de un medicamento. Se ha degradado el salario. Y ni que lo aumenten todas las semanas se puede ocultar el fracaso económico monumental de este gobierno. Se ha degradado el trabajo como valor fundamental. Se ha degradado el sueño de superación, y se le ha confinado a una caja de Clap. Se ha degradado la justicia y también el derecho a disentir. El caso Baduel es uno de los tantos ejemplos de esta triste hora venezolana.

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