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Ramón Guillermo Aveledo: Comiendo mal

El venezolano está comiendo menos y peor. Es consecuencia de los precios y la escasez. Datos muy sólidos confirman lo que el sentido común y las relaciones de convivencia nos dicen. Ahí están las conclusiones más recientes de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), el proyecto conjunto de investigación independiente adelantado por la UCV, la Ucab y la Simón Bolívar con sus expertos en pobreza, violencia, alimentación, educación, empleo, seguridad social, salud y un aspecto muy sensible de ésta, la mortalidad infantil. Las conclusiones del estudio tienen una contundencia que no puede rebatirse con discursos ni con propaganda. Hacen falta hechos para enfrentar y superar una realidad tan grave.

Menos alimentación menos nutritiva ya es una mala noticia, pésima cuando se trata de niños y jóvenes, pero empeora sensiblemente cuando leemos que el estudio publicado recién cubre hasta 2016 y analiza los cambios, regresivos, que nuestra población sufre desde 2014. Es decir que no incluye el tobogán de 2017, donde todos los indicadores desmejoraron, ni tampoco la hiperinflación desatada con furia desde finales del año pasado y que arrecia de modo desesperante en enero y febrero. Mientras, el gobierno la niega y trata de sofocar el incendio hiperinflacionario regándole gasolina de circulación monetaria.

La seguridad alimentaria, según la FAO, resulta de cuatro elementos: acceso y disponibilidad de alimentos, biodisponibilidad y que esos tres sean constantes. Los carbohidratos son el componente principal de nuestra dieta, por encima de las proteínas de origen animal. Una cuarta parte de los hogares compró leche. Solo una de cada cuatro familias adquiere alimentos que le permitan una dieta equilibrada, las otras tres se las arreglan con enormes dificultades para lograr una dieta escasamente nutritiva. En 2016 se consumieron casi la mitad de los lácteos que en 2015, una tercera parte de los granos, los huevos, el pollo y la cuarta parte de la carne.

Dos o menos comidas al día se hacen en 40% de los hogares en pobreza extrema y 26% de los de pobreza no extrema. En cuanto a número de personas, mientras en 2014 el 11,3% decía haber hecho dos o menos comidas diarias, la cifra se triplicó a 32,5% en 2016. Y comer en la calle se volvió un lujo. En 2014 44,6% dijo que lo hacía, en 2015 bajó a 35,9% y en 2016 la proporción es 19,3%. Uno de cada cinco. No hay con qué.

Eso no es irremediable. Hay que cambiar el socialismo por el progreso.

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