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Jean Philipp Struck: Lula: auge y caída de un mito brasileño

De ser admirado internacionalmente y reverenciado a nivel nacional a ser condenado por la Justicia. Luiz Inácio Lula da Silva está frente al derrumbe de toda una vida política. ¿Cómo pudo pasar esto?

Enero de 2011: Luiz Inácio “Lula” da Silva deja el palacio presidencial en Brasilia como uno de los jefes de Estado más exitosos de la historia de Brasil. La economía está en auge y entrega el mando precisamente a la persona que él quería, Dilma Rousseff. Mientras, él mismo disfruta de un enorme reconocimiento: el 87 por ciento de los brasileños lo habría elegido para un tercer período si la Constitución del país lo permitiera.

Ya en 2009 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo llamó “el político más popular del planeta”. Algunos lo candidatearon como futuro secretario general de la ONU. Lula vivía su momento de mayor gloria. Pero en marzo de 2018 la historia es distinta. El político, de 72 años, se encuentra en el ocaso de su vida política. Tras el veredicto del Tribunal Supremo Constitucional Brasileño (STF), el expresidente y fundador del Partido de los Trabajadores (PT) podría pasar sus últimos años en prisión.

De limpiabotas a mandatario

Su carrera es sorprendente: Lula nació el 27 de octubre de 1945 en el seno de una familia de campesinos pobres en el pueblo de Caetés, en el noreste de Brasil. Cuando tenía siete años, se mudaron a Sao Paulo, donde empezó a trabajar como limpiabotas ya a esa temprana edad para ayudar al presupuesto familiar. A nivel nacional se hizo conocido en los setenta, como líder de la Unión de los Trabajadores Metalúrgicos y luchador contra la dictadura militar (1964-1985). En 1979 fue encarcelado por encabezar una huelga de un mes. Y en 1980 fundó el Partido de los Trabajadores.

Tres veces -1989, 1994 y 1998- Lula intentó, sin éxito, acceder a la presidencia. Pero todo cambió en la campaña de 2002, cuando logró su objetivo y llegó al palacio de Gobierno. Con la promesa de mantener el rumbo económico trazado por su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, se sacudió su imagen de radical de izquierda y consiguió el respaldo de los empresarios.

Boom de la soja y programas sociales

El plan funcionó. Para Lula, la cuarta fue la vencida. El 27 de octubre de 2002 pudo festejar su triunfo, y comenzó a gobernar el 1 de enero de 2003. Con su programa social “Hambre Cero” apoyó a los pequeños agricultores, construyó viviendas sociales y levantó depósitos de agua en zonas áridas del país. El reconocimiento internacional llegó con el programa “Bolsa Familia”, con el que vinculó la ayuda social para los más pobres con la asistencia de los niños al colegio. También permitió que las familias de menores recursos pudieran enviar a sus hijos a la universidad gracias a una reforma educacional. Más de 20 millones de personas abandonaron la pobreza durante el mandato de Lula (2003-2010) gracias a estos programas sociales.

La reputación de Brasil creció en todo el mundo, así como el respaldo al Partido de los Trabajadores, especialmente en los sectores más pobres de la población. La recuperación económica mundial y la demanda de materias primas producidas por Brasil ayudaron a financiar los programas sociales del gobierno del PT.

No solo los sectores más desposeídos, sino también la economía brasileña se beneficiaron con el aumento de la demanda interna y el boom de la construcción. Este último fue impulsado por dos importantes eventos internacionales que Lula llevó a Brasil: el Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016.

Lula aprovechó el exitoso panorama y a fines de 2006 fue reelegido con el 61 por ciento de los votos. Su fama bastó para que su sucesora fuera la persona que él quería: su exministra de Planificación, Dilma Rousseff, ganó las elecciones de 2010.

Enfermedad y acusaciones

Como expresidente, Lula se dedicó a las relaciones públicas. Entre 2011 y 2015, un instituto fundado por él recibió el equivalente a 6,6 millones de euros de distintas compañías, solo por concepto de honorarios como conferencista. La poderosa empresa Odebrecht pagó numerosos viajes al exmandatario.

Justo después del término de su segundo mandato, Lula empezó a vivir sus primeras dificultades. A fines de octubre de 2011 se le diagnóstico un cáncer a la laringe. El político debió ser sometido a quimioterapia, lo que le permitió superar la enfermedad. Pero los golpes de la vida no cesarían: en 2017 murió su esposa Marisa Leticia Rouco, con la que estuvo casado 43 años.

Políticamente, el fin de la estrella de Lula comenzó en el otoño de 2014, con el comienzo de la “Operación Lava Jato”, cuando los investigadores descubrieron un escándalo de soborno de millones de dólares en la petrolera estatal Petrobras, en el que estaban involucrados altos cargos del Partido de los Trabajadores. Muchos de ellos fueron condenados. En enero de 2018 los tentáculos del caso alcanzaron a Lula: un tribunal de Porto Alegre lo declaró culpable de corrupción y lavado de dinero en segunda instancia.

El carismático político esperaba competir en las presidenciales de octubre. Según las encuestas, dos tercios de los brasileños estaban dispuestos a votar por él. Pero no será posible. El eventual arresto de Lula hará de él ahora un mártir político para sus seguidores.

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