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Néstor Francia / Análisis de entorno: Venezuela y la nueva guerra fría

Las noticias más trascendentes de la semana que analizamos hoy se produjeron en el nivel geopolítico global, en el que sin duda Venezuela es un factor importante. En una reciente conversación con un camarada, este afirmó que la llamada Guerra Fría fue una especie de argumento prefabricado por el imperialismo norteamericano como una herramienta en su enfrentamiento con la Unión Soviética, sobre todo, y con el bloque socialista en general. Respetamos esa opinión pero el estudio más somero demuestra que es errónea. La Guerra Fría fue un hecho real, registrado, estudiado, histórico. Hagamos, precisamente y primero que nada, historia.

Casi todos los textos que pueden ser investigados sobre la materia, definen de manera general la Guerra Fría como el enfrentamiento político, ideológico, económico, social, militar, informativo, científico e incluso deportivo iniciado al finalizar la Segunda Guerra Mundial, entre el llamado bloque Occidental (occidental-capitalista) liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este (oriental-socialista) liderado por la Unión Soviética, y que se prolongó hasta finales del siglo XX. En ese período, la Unión Soviética financió y respaldó revoluciones y gobiernos socialistas, mientras que Estados Unidos dio abierto apoyo y propagó gobiernos capitalistas, procesos desestabilizaciones, injerencias directas y golpes de Estado, incluida América Latina.

Estados Unidos y la Unión Soviética nunca se enfrentaron directamente entre ellos, sino que involucraron a otros países y pueblos en la disputa, atizando diversos conflictos locales o influyendo en ellos, por medio de los que algunos denominan “guerras subsidiarias”, por ejemplo la Guerra Civil Griega, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam, la Primera Guerra de Afganistán, la Guerra Civil del Líbano, la Guerra de Angola, la Guerra Indo-Pakistaní, la Guerra del Golfo y la Guerra civil de El Salvador, entre otros casos.

El escritor inglés George Orwell, autor de la celebrada novela distópica 1984, usó “guerra fría” como un término general en su ensayo You and the Atomic Bomb (en español, La bomba atómica y usted), publicado el 19 de octubre de 1945 en el periódico británico Tribune. Orwell se refirió a las predicciones de James Burnham de un mundo polarizado y escribió: “… mirando al mundo en su conjunto, desde hace ya muchas décadas la deriva es no hacia la anarquía, sino hacia el restablecimiento de la esclavitud… La teoría de James Burnham ha sido discutida ampliamente, pero pocos se han parado a sopesar sus implicaciones ideológicas, esto es, el tipo de visión del mundo, el tipo de creencias y la estructura social que es probable que se imponga en un Estado inconquistable y en constante situación de “guerra fría” con sus vecinos”. Más allá de las razones ideológicas que haya tenido Orwell y de la precisión o no de su predicción, sin duda acertó al hablar, por primera vez, de la Guerra Fría ¿Pretende Estados Unidos ser ese “Estado inconquistable” y “en constante situación de guerra fría con sus vecinos”? ¿Acaso es esa una razón principalísima en la intención de plantear una nueva Guerra Fría, en condiciones particulares distintas, por supuesto, de las que se presentaban en la segunda mitad del siglo XX? Es un tema harto interesante para el debate.

La Guerra Fría tuvo hitos importantes que la marcaron: la creación, en septiembre de 1948, del Kominform, una especie de internacional comunista que fue el origen de la posterior alianza militar conocida como Pacto de Varsovia, y la constitución de la OTAN, en abril de 1949. En mayo de ese mismo año 1949, se estableció la República Federal de Alemania como producto de la fusión de las zonas de ocupación imperialista. Como réplica, en octubre de ese año, los soviéticos proclamaron su zona de ocupación como la República Democrática Alemana. El enfrentamiento diplomático y político entre las “dos alemanias” fue uno de los principales símbolos de la Guerra Fría. Gran relevancia tuvo la Guerra de Corea, un conflicto armado cuyas consecuencias se extienden hasta hoy, pues tuvo como colofón la división de Corea en dos países enfrentados históricamente y que representan en la actualidad uno de las disputas más notables que involucran a las grandes potencias del mundo. La muerte de Stalin y la asunción al poder de Nikita Krushchov en la URSS. La ruptura de la alianza comunista sino-soviética por las diferencias de los gobiernos liderados por Mao y Krushchov. La llamada Revolución de Hungría, en 1956. La carrera por la “conquista” del espacio, con la URSS lanzando el primer satélite artificial (el “Sputnik”) y enviando al espacio al primer ser vivo (la perra Laika), al primer hombre (Yuri Gagarin) y a la primera mujer (Valentina Tereshkova), y Estados Unidos fabricando el primer artefacto que orbitó la luna (Apolo 8) y coronando la misión Apolo 11 que llevó a los primeros hombres que pisaron el suelo del satélite natural de la tierra, Neil

Armstrong y Edwin Aldrin. Otros hitos fueron el triunfo de la Revolución Cubana, la crisis de los misiles de Cuba, la guerra de Vietnam, el avance económico de Europa y Japón, el nacimiento del Movimiento de Países No Alineados, la llamada “Primavera de Praga”, el Mayo del 68 francés, la contraofensiva burguesa en la URSS encabezada por Leonid Brezhnev, el viaje de Nixon a China, la invasión yanqui a República Dominicana, el triunfo y el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, los movimientos guerrilleros en América Latina, la masacre de comunistas en Indonesia, las guerras en Medio Oriente, el conflicto Israel-Palestina, la guerra de Angola y otros conflictos en África, la intervención soviética en Afganistán, entre otros.

El fin de aquella Guerra Fría comenzó a perfilarse con el declive de la Unión Soviética que se profundizó con el ascenso de Mijaíl Gorbachov en la URSS y sus políticas de Perestroika y Glasnost, que iniciaron la restauración del capitalismo en Rusia y en los países del ya decadente bloque soviético. El 3 de diciembre de 1989, durante la Cumbre de Malta, Gorbachov y George W. Bush declararon terminada la Guerra Fría, que se acabó de concretar con la caída del  Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Muchos creyeron que Estados Unidos y el capitalismo se impondrían definitivamente y eclosionó la teoría del “Fin de la Historia” plasmada por Francis Fukuyama en 1992. Pero la Historia vive, la lucha sigue.

Ahora bien, analicemos la idea del posible desarrollo actual de una nueva Guerra Fría, con importantes similitudes y diferencias con lo ocurrido en la segunda mitad del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial.

En la década de los 90 del siglo pasado, ocurren tres acontecimientos enlazados entre sí y decisivos para el futuro de la Humanidad: la culminación de la gran derrota de la URSS y por ende del socialismo mundial en la Guerra Fría, la eclosión de la gran crisis económica estructural y mundial del capitalismo, y el surgimiento de la Revolución Bolivariana y del liderazgo global de Hugo Chávez. La derrota de la URSS y del campo socialista, incluidos Yugoslavia, Rumania y Albania, fue un descalabro descomunal para las fuerzas progresistas del mundo e hizo languidecer el sueño del socialismo como esperanza de la Humanidad. El Imperialismo triunfante parecía erigirse como fortaleza inexpugnable del mundo burgués. Mas los pueblos seguían allí, en lucha. Cuba, brillando como una estrella solitaria en América Latina, Palestina irreductible enfrentada al sionismo y al imperialismo, los pueblos árabes en resistencia.

Mientras el capitalismo vivía los primeros latigazos fuertes de su crisis estructural, en Venezuela ocurrían hechos relevantes. En 1989, con el Caracazo, se producía la primera rebelión popular contra los designios del neoliberalismo, en 1992 se daba el 4 de febrero, con la irrupción de una expresión militar del espíritu de la liberación de los pueblos, que conduciría al establecimiento del liderazgo carismático y renovador de Hugo Chávez, lo cual se vería coronado con la victoria electoral de 1998 que convirtió a Chávez en Presidente.

El mundo recibió al siglo XXI con aires de renovación. El capitalismo ruso, heredero del gran desarrollo económico, tecnológico y militar alcanzado por la revolución socialista soviética, se muestra capaz de mantener para Rusia el status de gran potencia. En China, se desarrollan los efectos positivos de las reformas que en el siglo XX promovió el Partido Comunista bajo la dirección de Deng Xiaoping. En Venezuela, Chávez empieza a mostrarse como el nuevo gran líder antiimperialista del mundo y a abrazar el ideario socialista, dotándolo de una nueva energía y perfilando la recuperación de la esperanza por una sociedad de justicia y paz. Por otra parte, el gigante venezolano se da a la difusión de la idea de un mundo multipolar que venza las pretensiones hegemónicas del imperialismo norteamericano y sirve además de ejemplo para la ola de gobiernos progresistas en casi toda Suramérica y en parte de Centroamérica y el Caribe. Se da inicio, igualmente, al gran deterioro de la ilusoria “sociedad de bienestar” que se había propuesto instaurar el capitalismo en Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón, como muestra de la pretendida superioridad del capitalismo, y este deterioro conduce a la conformación de importantes movimientos contestatarios en las metrópolis capitalistas, como el de los “indignados” de Wall Street y de varias ciudades europeas.

Así pues, la segunda década del siglo XXI es ya el escenario del mundo multipolar prefigurado por Chávez y se crea las condiciones para lo que calificamos como la nueva Guerra Fría.

En ese contexto, tres elementos principales marcaron el desarrollo político global en los siete días que abarca nuestro Análisis de hoy: el conflicto diplomático que desatan el imperialismo y sus aliados contra Rusia, la guerra comercial con incidencia notable en las relaciones entre China y Estados Unidos, y la tenaz ofensiva del capitalismo mundial contra Venezuela, que intenta coronar los éxitos coyunturales del neoliberalismo en América Latina apoderándose de nuestro país, la joya de la corona.

El conflicto diplomático entre Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y Rusia, por el otro, marca un punto de inflexión en la nueva Guerra Fría y sirve como ejemplo de cómo la manipulación mediática sigue siendo el gran frente de batalla en los conflictos mundiales, que sirve de sustento público a todos los otros frentes. Es absolutamente claro que el envenenamiento del doble espía ruso Serguéi Skripal y de su hija es una típica olla político-mediática montada por los aparatos de inteligencia imperialistas en medio de la lucha por la supremacía mundial. El tono mismo de las declaraciones de los voceros

“occidentales” así lo demuestra. El ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, aseveró que “Rusia, por el momento, no ha respondido a ninguna de las preguntas abiertas y no ha mostrado ninguna disposición a querer desempeñar un papel constructivo en el esclarecimiento de atentado”. Es claro que el término “preguntas abiertas” refiere a presunciones (más que investigaciones) no conclusivas. Por otro lado, es falso que Rusia no haya mostrado “ninguna disposición a querer desempeñar un papel constructivo en el esclarecimiento del atentado”, ya que el propio Putin en persona ha solicitado que su país se incorpore a las indagaciones sobre el hecho en cuestión.

Por otra parte, recrudece el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China. El lunes China exigió a Estados Unidos que cese su intimidación económica después de que

Donald Trump anunciara nuevos aranceles, según dijo la portavoz del ministerio de Exteriores, Hua Chunying, en una rueda de prensa. El pasado jueves Trump había anunciado nuevos aranceles a las importaciones chinas, una medida que según el vicepresidente Mike Pence pondría fin a “la era de la rendición económica”. En respuesta a ese comentario, la portavoz china aseguró “habría sido más apropiado decir que es el momento de poner fin a la intimidación y a la hegemonía económica de Estados Unidos”. Razón lleva la señora Hua.

En ese sentido, otra noticia destacada es que la moneda de China, el yuan, logró dar un paso más en su larga marcha hacia la internacionalización. A partir del lunes 26 de marzo pasado, la República Popular China comenzó a emitir contratos futuros sobre petróleo denominados en yuanes. A través de la Bolsa Internacional de Energía de Shanghái, el gran país asiático lanzó sus primeros instrumentos financieros derivados sobre petróleo crudo. El acontecimiento representa un gran cambio en el mercado mundial de energía, apunta la revista estadounidense Foreign Policy. Después de superar a EE.UU. como el principal importador de petróleo en escala global el año pasado, China aumenta su influencia en la fijación de los precios del llamado oro negro. Así, las plazas financieras de EE.UU. y el Reino Unido pierden el monopolio sobre la emisión de instrumentos financieros derivados relacionados con el petróleo. El dólar ya no está solo: el petroyuán debuta en las grandes ligas de las finanzas mundiales.

Por otra parte, el embajador de Pekín en Washington, Cui Tiankai, declaró que China responderá con medidas simétricas si Estados Unidos impone aranceles adicionales a los productos chinos; “Si lo hacen, ciertamente tomaremos contramedidas de la misma proporción, la misma escala y la misma intensidad”. De hecho, China anunció el domingo pasado que aplicarán aranceles valorados en 3.000 millones de dólares a 128 productos de EEUU, entre 15% sobre frutas frescas y secas, nueces y vinos, y 25% a la carne de cerdo y productos de aluminio procesado.

Volviendo al tema del conflicto diplomático entre Rusia y el imperialismo y sus aliados, recordemos que 16 países de la Unión Europea (UE), más Estados Unidos, Canadá, Albania, Ucrania, Noruega, Macedonia y Australia se sumaron a la expulsión de diplomáticos rusos que inauguró el Reino Unido. Según el canciller ruso Serguéi Lavrov, la veintena de países que han anunciado la expulsión de sus territorios de un centenar de diplomáticos rusos en total, lo han hecho como “resultado de presiones colosales” ejercidas por Washington: “Cuando se pide a uno o dos diplomáticos que dejen tal o cual país, susurrándonos excusas al oído, sabemos con seguridad que es el resultado de presiones colosales, de un chantaje colosal que constituye, por desgracia, la principal arma de Washington en el escenario internacional”.

Rusia está aplicando, al igual que China, el principio de reciprocidad y, entre otras medidas, ha decidido el cierre del consulado general estadounidense en la segunda ciudad del país, San Petersburgo, y la expulsión de algunos diplomáticos “occidentales”. En medio de esto, es relevante que algunos países europeos decidieron no unirse a este ataque contra Rusia, entre ellos Austria, Bulgaria, Grecia, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia y Serbia. También es notable que ningún país latinoamericano se haya sumado a la embestida imperial contra Rusia. Y es que hay una característica que diferencia la actual Guerra Fría de la que se dio en el pasado: el factor ideológico está jugando un papel apenas relativo y no predominante. Rusia, que es un país capitalista, ha establecido importantes alianzas comerciales con otros países capitalistas, entre estos casi todos los de América Latina. En esta nueva conflagración limitada desde el punto de vista bélico, se impone parcialmente la conseja típicamente gringa: “business are business”.

La actual Guerra Fría tiene una semejanza crucial con la que se desarrolló en el siglo XX: el poderío militar de las potencias enfrentadas, sobre todo en lo referente a armamento nuclear, actúa como un poderoso disuasivo, ya que un conflicto militar a gran escala podría significar el extremo debilitamiento o inclusive la desaparición de todas o algunas de las potencias involucradas, con el aditivo de que otros países se han sumado a la posesión de armamento nuclear: Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán y Corea del Norte, y se cree que también Israel, aunque no está confirmado. Tal como entonces, las potencias prefieren dirimir sus diferencias en escenarios que les son extraterritoriales: Medio Oriente, Corea, Venezuela, Palestina, antes que guerrear entre ellos directamente.      Precisamente, Venezuela es uno de los puntos focales de la nueva Guerra Fría y en esto juegan rol decisivo varios factores: su carácter de país petrolero con las mayores reservas probadas de crudo del planeta, su ubicación geográfica estratégica y su papel político antiimperialista y promotor de un nuevo modelo social. Por eso te escribo esta carta…

La semana que ocupa este Análisis, el Consejo Federal de Suiza promulgó sanciones contra Venezuela y congeló los “fondos” de siete ministros y altos funcionarios “a causa de las violaciones a los derechos humanos y al deterioro del Estado de derecho y de las instituciones democráticas”. Las sanciones prohíben la venta, la exportación y el tránsito de bienes de equipamiento militar y los bienes susceptibles de ser usados con fines represivos. Asimismo, se prohíben la venta de equipamientos y tecnología que puedan servir a la vigilancia o para interceptar comunicaciones telefónicas o de internet.

También en este lapso, la Comisión Nacional Contra Blanqueo de Capitales de Panamá informó que 55  funcionarios y 16 empresas vinculadas al gobierno venezolano fueron sancionados, por lo que no podrán realizar cualquier tipo de transacción comercial o financiera en el país centroamericano. En este caso, nuestro Gobierno h actuado como Rusia y China, y ha aplicado el principio de reciprocidad, suspendiendo por 90 días las relaciones económicas y financieras con 22 personas naturales y 46 jurídicas nacionales de Panamá, como medida para proteger el sistema financiero venezolano. Entre las personas incluidas figura el presidente panameño, Juan Carlos Valera; la canciller, Isabel de Saint Malo; el ministro de la Presidencia, Álvaro Alemán; la ministra de Gobierno, María Luisa

Romero, entre otros. En el caso de las personas jurídicas figura la Compañía Panameña de

Aviación, Vida Panamá, Supercentro Casanova, Casablanca, Novatex, Pan Colombia Travel, entre otros. El Gobierno venezolano señaló que en numerosos procesos llevados a cabo por el Poder Ciudadano en materia anticorrupción han “evidenciado el uso recurrente del sistema financiero panameño por parte de sujetos nacionales venezolanos para movilizar dineros y bienes proveniente del delito contra el patrimonio público”. Ante ello,  Venezuela asegura que estos delitos han sucedido bajo la opacidad del sistema financiero de Panamá y “con la colaboración de sujetos nacionales panameños dentro y fuera del país”.

Un hecho que no puede pasar desapercibido y que no nos sorprende, dada la larga historia de iniquidades que ha cometido la jefatura de la Iglesia Católica desde la antigüedad hasta nuestros días, es la declaración interesada y reaccionaria del Papa Francisco, tantas veces elogiado por los dirigentes chavistas: “Suplicamos el fruto del consuelo para el pueblo venezolano, el cual vive en una especie de tierra extranjera en su propio país, para que encuentre la vía justa, pacífica y humana para salir cuanto antes de la crisis política y humanitaria que lo oprime, y no falten la acogida y asistencia a cuantos entre sus hijos están obligados a abandonar su patria”.

Los ataques contra Venezuela testimonian la fortaleza y la trascendencia de la Revolución Bolivariana y seguirán radicalizándose, como factor de fundamental importancia en la nueva Guerra Fría entre las potencias del mundo. Según el presidente del centro de investigaciones geopolíticas Diálogo Intermericano, Michael Shifter, aseguró que “El gobierno de Donald Trump en Estados Unidos está considerando seriamente imponer un embargo petrolero a Venezuela, especialmente en el contexto de las inaceptables condiciones que rodean las próximas elecciones. El razonamiento es que se ha aplicado otras medidas y no han funcionado, así que es necesario recurrir a decisiones más radicales”.

Claro, el mismo Shifter asoma las dificultades que se presentan para una tal medida de embargo: “Muchas compañías estadounidenses están presionando fuertemente en contra de esta idea y hay cierta preocupación porque ocurra un pico en los precios del petróleo en los Estados Unidos y a nivel mundial, lo que se convertiría en un problema político para Trump”.

Con referencia a las sanciones económicas impuestas a Venezuela por parte del gobierno norteamericano y la Unión Europea, Shifter hizo un llamado a “Estados Unidos, a trabajar en conjunto con el Grupo de Lima, y que se desarrolle una mejor estrategia para lidiar con un problema tan complejo. Si de algo estamos seguros es que no es sencillo y que no hay garantía de éxito. Pero en este reto crítico regional me impresiona que exista una falta de pensamiento estratégico y coordinación política efectiva”. A confesión de parte…

En la actual Guerra Fría, Venezuela se ubica en el campo de influencia de las potencias emergentes, lo cual se explica por el hecho de que tenemos con ellas un gran enemigo común: el imperialismo norteamericano y su intención de recuperar a plenitud su desgastada hegemonía. En ese sentido, el viceministro de Industria y Comercio de la Federación Rusa, Oleg Nikolaevich Ryazantsev, señaló el lunes que su país considera a Venezuela como un socio estratégico para la puesta en marcha de diversos proyectos que son de interés para ambas naciones: “Rusia siempre considera a Venezuela como su socio estratégico. Prestamos mucha atención a todos los proyectos bilaterales entre nuestros países”.

 

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