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Rodrigo Cabeza: Renunciar al bolívar no es la opción

En atención a la propuesta formulada por parte de respetados economistas y algunos políticos de dolarizar la economía venezolana, me permito como venezolano puntualizar un razonamiento divergente.

No es cualquier cosa este debate para el devenir de la nación. Debe exigirse la máxima responsabilidad de quienes intervengan en él. Los epítetos y descalificaciones personales e ideológicas nada agregan, nada aportan y descalifican a quienes cultivan ese estilo que desnuda la falta de ideas y el intento de cubrirlas con el dogma y la intolerancia. Era deseable que la propuesta de dolarizar no tuviera una carga electoral para evitar interpretaciones subjetivas del interés de quienes la sugieren y le adversan, no es de un liderazgo responsable resolver este tema con encuestas de opinión pública o en un mitin proselitista.

Son varios los argumentos que nos permiten afirmar persuasivamente que renunciar al bolívar como moneda nacional por el dólar norteamericano no es una opción razonable para la economía venezolana y para su pueblo. Veamos.

1.- La dolarización cercena la soberanía en el ejercicio de la política monetaria y cambiaria al subordinarnos a una moneda extranjera que limitaría la acción del estado nacional frente a emergencias económicas, sociales o desastres naturales. Esto es, colocarse una camisa de fuerza en lo concerniente a la política fiscal. ¿Es razonable que a la economía se le mutile uno de sus principales instrumentos de política económica, la monetaria, que sirve sistémicamente para estabilizarla y consiguientemente hacer crecer el producto? En atención a la experiencia histórica de los países que han alcanzado el desarro llo o son economías emergentes con sus monedas propias, no lo es.

2.-  Esta medida afectaría cualquier estrategia de diversificación que permita convenios directos de intercambio comercial en nuestras propias monedas u otras y que disminuirían los costos financieros al obviar el uso de la divisa dólar. En igual sentido, pensando en el futuro inmediato, asumir el dólar como la moneda de curso legal, afecta la integración de Venezuela con América Latina y el Caribe en lo relativo a la profundización de los mecanismos de pago intrarregionales con nuestras propias monedas, como el establecido en el Convenio reciproco de pagos de la ALADI y el  ensayo de moneda virtual SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional).

3.-  La convertibilidad a dólares de nuestro sistema monetario, en un contexto de reducción de los ingresos por exportación petrolera y de declive histórico de las no tradicionales, es absolutamente inviable desde una perspectiva de flujos financieros y desenvolvimiento de la economía real y circulatoria (importaciones, inversión, gasto público, salarios, crédito, ahorro y servicio de deuda). La dramática reducción de actividades de producción y refinación de PDVSA, 2015-2018, complejiza mucho más la coyuntura en lo relativo a un excedente para atender una dolarización masiva de nuestra economía. En consecuencia, el impacto en el crecimiento económico, la desigualdad y la pobreza en el corto plazo sería devastador. Sin corregir los graves desequilibrios macroeconómicos el efecto positivo que pudiera tener en contener el tsunami de precios seria de corto plazo.

En 1989 Venezuela fue sometida a un “experimento” neoliberal que aceleró el decrecimiento cíclico sustentado en un crack  de la inversión. La dolarización no solo no resolvería aquel, sino agravaría la otra variable que cae en barrena con la hiperinflación, el consumo.

4.- La pérdida de riqueza por la recesión profunda, la inédita y desesperante hiperinflación, la apremiante situación de impago de deuda externa, las dificultades de PDVSA, el antinacional bloqueo financiero internacional, la escasez de alimentos y medicinas que lacera la vida venezolana en lo nutricional y de salud, requiere más que una medida en el campo monetario.

Abogo por encontrarle espacio a la ciencia económica y a sus instrumentos de política económica, colocando de lado tanta superstición y dogmatismo que nos condujo al peor escenario de gestión pública, el empobrecimiento colectivo. Dado el diagnostico de los graves desequilibrios económicos y sociales que prevalecen en la coyuntura venezolana, es vital tener una visión sistémica, coherente y unitaria de la política económica (fiscal, monetaria, cambiaria, de la producción y el sector externo) que permita generar confianza en los actores económicos: trabajadores, empresarios nacionales e inversionistas extranjeros.

En definitiva, estamos urgidos de un programa de estabilización y crecimiento económico, anti hiperinflacionario y generador de empleo, que a la vez permita al Estado recuperar su rol de garante y conductor de las estrategias de crecimiento y desarrollo. Es esto y no la dolarización lo que nos hará recuperar la senda del crecimiento y el bienestar de nuestra nación. En rigor histórico los países que vivieron procesos hiperinflacionarios salieron de ello recurriendo a programas de estabilización económica y monetaria inherentes a sus realidades, no fue con magia o retórica.

5.- Finalmente, un último y principal argumento contrario a la dolarización.  El desafío de superar el modelo rentístico petrolero reclama colocar en la agenda decisoria la edificación de la nueva economía productiva que garantice  a las nuevas generaciones un país de oportunidades, productivo  en ruta al desarrollo.

No es posible pensar la Venezuela post-rentística sin que se adelante un acelerado proceso de industrialización especializada para las exportaciones con epicentro en una educación de excelencia, generadora de innovación científico-tecnológica que nos incorpore plenamente a la sociedad del conocimiento global.

La dolarización nos arrebataría toda posibilidad de ser un país industrializado no solo por nuestros actuales niveles de productividad y competitividad, sino principalmente porque liquidaría la opción de tasas cambiarias subvaluadas que puedan proteger las nuevas exportaciones no petroleras. Renunciar al bolívar y con ello a la política monetaria, cambiaria e industrializadora no se corresponde con el horizonte deseado y posible de nuestra patria.

 

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