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Jesús Alexis González: Fábula: Elecciones “limpias”- Registro electoral inflado.  

Cuentan los abuelos, que hace años Bellazuela con unos 30 millones de habitantes, mucha riqueza natural, sus habitantes vivían con alegría en continúo progreso, y además en libertad gracias a una democracia que defendía la soberanía del pueblo y su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes. Al tiempo, no se sabe bien por qué, sucedió una desgracia y el país experimentó un encantamiento con la llegada, dicen, de una neblina roja previamente anunciada por un militar que había sido vencido cuando intentó derrocar al Presidente quien al momento de entregarse lanzó un hechizo de obediencia en aras de alterar la mente de los ciudadanos, que incluso rechazaron la felicidad que experimentaban, y luego llevaron  al derrotado militar electoralmente al poder a la luz de una votación libre y justa. Desde el inicio de su mandato, según señalan los abuelos, orquestó un plan para gobernar eternamente a Pobrezuela (nuevo nombre que asignó al país) y en pro de lo cual firmó un contrato para la transformación del sistema de identificación con un país aliado que tenía amplia experiencia en la represión de la voluntad del pueblo con miras a sostener su fracasado ensayo socialista-comunista.

Los extranjeros, continúan contando los abuelos, asumieron el control del sistema de cedulación y el de registro de ciudadanos teniendo como objetivo primordial crear una estructura electoral que favoreciera al gobierno. En los sucesivos eventos electorales, como era de esperarse, la naciente dictadura más nunca perdió una elección a pesar del rechazo del pueblo hacia un pésimo ejercicio del poder; lo cual propició un ambiente de dudas sobre las condiciones que imponía la dictadura para la celebración de elecciones. Es de acotar, vuelven a señalar los abuelos, que en honor a la realidad de los hechos la auditoría de los resultados en las mesas electorales (conteo de votos) no reflejaba la existencia de trampas habida cuenta que dichos resultados se “ajustaban a la verdad” sin, aparentemente, haberle “robado” votos al electorado opositor al punto que la “auditoría” mesa por mesa siempre certificaba una exactitud numérica. La razón de ese equilibrio cuantitativo en apariencia desprovisto de triquiñuelas se encontraba, afirmaban, en que el registro electoral contenía una altísima cantidad de electores con cédula de identidad de origen ilegal pero válidas electoralmente hecho que impedía la verificación de un fraude. De tal manera, quedaba montado el escenario para los futuros “triunfos inobjetables” ya que esas cédulas de identidad  fraudulentas emitidas en duplicidad a “votantes” criollos, así como las emanadas de la cedulación de extranjeros, eran incorporadas “legalmente” al registro electoral para así convertirlas en legítimas (¡!) a efectos de ser ubicadas en centros electorales de “características especiales” que les permitía “votar” en al menos dos de ellos (mañana y tarde-noche) donde la maquina verificadora de huellas no funcionaría. Tales centros permanecían abiertos luego de cerrado el proceso “hasta cuando hubiese    personas haciendo cola (fila)”; y estaban por “casualidad” ubicados en zonas de reconocida agresividad conductual e igualmente los miembros y testigos de mesa eran todos afectos a la dictadura al ser seleccionados, en una gran mayoría, en el sitio al momento de iniciarse el proceso de votación.

Extender el horario de votación, justificaba, a decir de los abuelos, la prohibición autoritaria  para la emisión de resultados parciales (ni estimaciones y proyecciones de cualquier tipo) hasta tanto se cumpliera la perversa estrategia de ordenar “oficialmente” la culminación del evento de votación; y era solo después de una diabólica espera cuando el infame organismo electoral anunciaba  las “tendencias irreversibles” que con evidente obviedad siempre eran distintas a las que hasta ese instante manejaban las organizaciones con fines políticos opuestas al dictador apoyándose en los resultados oficiales obtenidos en las “mesas tempraneras”, con los cuales estimaban y proyectaban una tendencia irreversible opositora que luego desaparecía por la acción neutralizadora de una avalancha de votos falsos-verdaderos provenientes de las “mesas tardías”. Era claro para los abuelos, que todo ello era posible gracias a la complicidad del organismo coordinador del hecho electoral que permitía mantener las mesas abiertas más allá de la hora de cierre sin la presencia de electores en pro de facilitar la llegada a los centros de votación de los activistas doble y triple cedulados (y de los extranjeros recién cedulados) para ejercer su “derecho al voto” quienes, sin duda alguna, contaban con su correspondiente cédula de identidad (único documento exigido) ya incluida en el registro electoral y que obviamente aparecía en los libros de votación a disposición de los miembros de las mesas electorales; o lo que es lo mismo, según narran los abuelos, la trampa estaba ya orquestaba por la sencilla razón que el registro electoral estaba viciado con electores inflados al punto de perfeccionar la simbiosis trampa-legalidad.

Ante la desmotivación por votar (que algunos denominaban “técnicamente” abstención), inducida por la percepción de los habitantes vinculada con la existencia de un sistema electoral fraudulento (sin explicar su fundamento) que jamás permitiría la salida de la dictadura mediante el voto, lo cual afectaba la “credibilidad” del sistema como un todo y por ende de la permanencia del régimen por vía electoral; el gobierno, narraban los abuelos para nuestro asombro, “dejó” ganar a la oposición un evento electoral no presidencial (evidentemente) que luego desconocería “judicialmente”, con el fin ulterior de legitimar ese viciado  sistema electoral al tiempo de propiciar su confiabilidad y estimular la participación al haber creado la expectativa que “a la dictadura si es posible derrotarla con votos”.

Cuando Pobrezuela decidió romper con la desesperanza aprendida y con la pasividad frente a la dictadura, el pueblo se organizó para exigir mediante protestas no violentas a que se procediera a depurar el registro electoral. A partir de ese momento, cuentan con alegría los abuelos, Bellazuela (nombre recuperado) experimentó de nuevo la alternabilidad democrática en el poder haciendo uso de su mejor elemento: el voto limpio y transparente.

Moraleja: Un pueblo unido jamás es vencido.

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