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75 años del LSD: de la droga milagrosa a la droga de la locura

 

Se cumplen 75 años del hallazgo casual del LSD, que aún es vista como droga milagrosa o como droga de la locura. La apreciación de la sustancia sintetizada por Albert Hofmann en 1943 ha pasado por diversas etapas.

por Deutsche Welle

La curiosidad le llevó, tres días después, a volver a probarlo. Una cantidad cautelosamente pequeña: un cuarto de milésima de gramo. Era el 19 de abril de 1943. Los 250 microgramos de LSD catapultan a Hofmann a un estado de conciencia de pesadilla. Primero cree que se está muriendo, pero luego experimenta indescriptibles estados de felicidad. Al día siguiente lo recuerda todo. No tiene secuelas físicas. Sin embargo, el mundo le parece algo “nuevo”. Ya en ese primer viaje de LSD en la historia, el cielo y el infierno están muy cerca uno del otro.

Medicamento experimental “Delysid”

Sandoz se interesa por una sustancia que tiene efectos tan tremendos en la conciencia con cantidades tan sumamente pequeñas, sin efectos secundarios físicos. Bajo el nombre “Delysid”, se distribuye de forma gratuita a institutos de investigación de todo el mundo. Y también se extiende rápidamente en el círculo de artistas e intelectuales. En el del mismo Hofmann, también.

El investigador alemán Christian Rätsch, amigo cercado de Hofmann desde hace décadas, lo recuerda en entrevista con DW: “Era un científico increíblemente abierto, con gran formación espiritual, y tomó LSD en especial en un círculo de amigos artistas… por ejemplo, Rudolf Gelpke y Ernst Jünger “.

También la CIA se interesa por el descubrimiento. Las posibilidades de manipulación de la conciencia fascinan al servicio secreto estadounidense. El LSD se empieza a probar como “droga de la verdad”. Durante más de una década, la CIA investigó intensamente los efectos de esta sustancia. El ejército también está involucrado en la investigación y quiere usar LSD y otras drogas psicoactivas para incapacitar a los soldados hostiles. Estos proyectos son abandonados más tarde por lo impredecibles que son sus efectos.

“El nuevo Cary Grant”

Se investigan también, al mismo tiempo, usos medicinales. Por ejemplo, en el tratamiento de la adicción al alcohol se logran buenos resultados. O en psicoterapia. Cuando el actor Cary Grant elogia la sustancia en 1959 después de una serie de sesiones terapéuticas con LSD, la revista ‘Look’ informa en un gran reportaje de “la maravillosa historia tras el nuevo Cary Grand”. Se investiga en todo el mundo. Se publican unos cien artículos científicos al año sobre el tema. En Alemania, el psiquiatra Hanscarl Leuner organiza el “Primer Simposio Europeo de Psicoterapia bajo LSD” en 1960.

El escritor Ken Kesey entró en contacto con el LSD en Estados Unidos, como asistente de enfermería en el departamento de salud mental de un hospital en Menlo Park, California, como parte del programa secreto MK-Ultra CIA. Kesey aprendió a usar LSD y destiló sus experiencias en el bestseller “Atrapado sin Salida” (Alguien voló sobre el nido del cuco). Su éxito económico le permite a Kesey fundar un comuna con otros artistas en San Francisco donde regularmente se organizan eventos con LSD.

Pruebas ácidas y CIA

Entonces Kesey emprende un viaje con sus amigos con un autobús escolar descartado que ellos llaman “Merry Prankster” por todo Estados Unidos en 1964. En las escalas, corre el LSD, todavía legal. Kesey se convierte en pionero de la cultura juvenil psicodélica estadounidense de los sesenta. El otro líder del movimiento, el brillante psicólogo Timothy Leary, trabaja mientras tanto en Cambridge, en la costa este de Estados Unidos.

Tras una experiencia con hongos psicoactivos, se dedica a la investigación sobre drogas en la prestigiosa Universidad de Harvard. Sentó las bases para las dosis y la forma de tomar el LSD. La historiadora cultural Claudia Müller-Ebeling lo explica en entrevista con DW: “Es muy distinto si se toma una pequeña dosis o una grande, con la que se deja de poder socializar; la diferencia entre pensar ‘voy a acabar en Psiquiatría’ o ‘esto puede ayudarme y abrirme nuevos espacios a la imaginación”. Y es, dice Müller-Ebeling, desde luego muy distinto “si se toma en una estación de tren o en un entorno agradable con música y sensación de que no hay ningún peligro”.

Profesor de Harvard, gurú del LSD

“Para Leary –convertido ya en un guró de las drogas–, lo más importante era que podías cambiar las fuertes impresiones de la infancia y la adolescencia que condicionan el comportamiento”. Este tipo de autorreprogramación era lo que Lary quería usar para alejar a la juventud del, a su modo de ver, destructivo estilo de vida norteamericano. Su lema “sintonizarse, encenderse, desprenderse” se convierte en el mantra de la generación ‘hippie’.

Las experiencias con el LSD marcan la cultura, el arte y, sobre todo, la música. Y, por tanto, a toda una generación. Da igual si lo tomaron o no. Pero con la popularización de las drogas, se producen cada vez más accidentes. También porque la fórmula de correctas dosis, ubicación y preparación de Leary a menudo se ignora. La imagen empieza a no ser tan buena. La una vez considerada droga milagrosa, empieza a ser la droga de la locura. En 1965, Lyndo b. Johnson prohibió el LSD y Sandoz detiene la producción, aunque se sigue vendiendo en el mercado negro. Leary se convierte en el enemigo público número uno. Por la posesión de una pequeña cantidad de marihuana, pasaría años en prisión.

Segunda parte

La prohibición paraliza también por completo la investigación legítima. Durante décadas. La reputación de los científicos que las investigan se resiente. Sólo a partir del cambio de milenio, la tenencia vuelve a cambiar. Se vuelven a aprobar tratamientos con drogas psicodélicas para pacientes resistentes a otros tratamientos. Y con resultados alentadores, por ejemplo, contra la depresión.

Algo ha cambiado, sin embargo, en comparación con la investigación científica de hace cincuenta años: las nuevas tecnologías permiten estudiar mejor las estructuras y procesos cerebrales. “Ahora sabemos”, dice Henrik Junaberle, “que estas sustancias tienen efectos muy similares a sustancias que el propio cuerpo genera”. El investigador de la Universidad de Berlín, donde varios grupos de trabajo tienen previstos experimentos con alucinógenos, valora el hallazgo: “esto es muy tranquilizador para los científicos; ahora tienen, por así decirlo, un sustrato físico, material y biológico para los procesos de conciencia”.

Albert Hofmann llamó a su autobiografía “LSD – mi hijo monstruo” en 1979. Hasta su muerte, a la edad de 102 años, nunca abandonó la esperanza de que aquel hijo problemático volviera, como el hijo pródigo.

Autor: Matthias von Hein (LGC/ERS)

 

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