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Jesús Alexis González: Restauración de la institucionalidad, luego del fracaso socialista

El denominado “proceso revolucionario”, que desafortunadamente se inició a partir del año 1998 en Venezuela, asumió desde su inicio un enfoque político-ideológico de corte comunista orientado a la destrucción de la democracia incorporando en lo posible, tanto los postulados del Manifiesto Comunista con énfasis en: “El proletariado usará su supremacía política para arrebatar gradualmente todo capital de la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado”; al igual que el Materialismo como filosofía que fomenta el abandono de la religión, la espiritualidad y la moralidad en pro de favorecer el uso de la violencia bajo la figura de “terror revolucionario” para crear y preservar un Estado comunista. Tal intención, se apoya en una cooptación del Estado a la luz de un sistema de nombramientos por nominación por vía de simulacros electorales con aparente libertad en la selección de los gobernantes; facilitando de tal modo  la llegada y permanencia en el poder de los menos aptos con poca inhibición moral y sentido de justicia, al tiempo de estar dispuestos a reemplazar el orden tradicional por una estructura donde las instituciones del Estado quedan secuestradas en total irrespeto al estado de derecho con prevalencia del autoritarismo, el clientelismo, la judicialización de las ideas opositoras, entre otros males, teniendo como objetivo principal fundar “nuevas instituciones” incondicionales al “proceso” y destructoras de la democracia.

Resulta de manifiesta obviedad expresar, que ante el estruendoso fracaso del socialismo del siglo XXI Venezuela tendrá que enfrentar su mayor reto histórico: La restauración y fortalecimiento de la institucionalidad en democracia; asumida esta última más allá de una forma  de gobierno hasta constituir un sistema de  derechos y deberes cuyo funcionamiento es solo posible cuando no existen “trabas institucionales” a la sombra de una hegemonía gubernamental; o lo que es lo mismo el desenvolvimiento democrático depende de la fortaleza de sus instituciones y de la estabilidad política al extremo de perfilar un gobierno del pueblo para el pueblo que impida, entre otros males, indeseables hechos como p.ej. el Arco Minero del Orinoco que mediante un decreto presidencial del año 2016 se entregó a transnacionales algo más del 12 % de nuestro suelo patrio; así como la venta a futuro del petróleo pagado por anticipado para el régimen continuar con el despilfarro, desfalco y apropiación indebida de los ingresos públicos, que al presente supera los US$ 400.000 millones en veinte años, a un promedio de “desvanecimiento” de US$ 20.000 millones/año equivalente a US$ 55,6 millones/día; con el agravante que ha inducido la desaparición del 50% de la economía nacional; en un escenario donde de unas 12.000 industrias que existían en 1998 hoy apenas subsisten unas 4.000 (33% del total inicial) que están operando a un 25% de su capacidad instalada, así como que el sector construcción (el de mayor efecto multiplicador) ha caído en un 90%, el sector industrial en un 67% y el sector comercial en un 66%.

Es de acotar, que cuando se habla de instituciones muy comúnmente se incurre en el reduccionismo de conceptualizarlo como relativas a las entidades de carácter público (Ministerios y otros organismos); cuando en realidad Institución hace referencia a la forma como se relacionan socialmente los seres humanos, es decir que institucionalidad implica ciudadanía entendida como el conjunto de derechos y deberes por los cuales los ciudadanos (personas naturales de un país que coexisten en  una sociedad) se relacionan en un contexto democrático que les permite contar con derechos irrevocables consagrados en la Constitución; dentro de los cuales destaca muy especialmente el derecho al voto libre y justo que facilite al pueblo la escogencia de sus gobernantes.

El resquebrajamiento de la institucionalidad en Venezuela, ha respondido a una estrategia del totalitarismo socialista-comunista para intentar perpetuarse en el poder para lo cual ha centrado su actuación en la instrumentación, fundamentalmente a partir del año 2007 cuando se le entregó a Cuba la soberanía de la identidad nacional, de simulacros electorales apuntalados por un “sistema” viciado y fraudulento que facilita “votar” sin elegir, al tiempo de obviamente materializar  triunfos (¿?) ininterrumpidos del gobierno dictatorial salvo en una ocasión, que suponemos intencionalmente, en aras de inducir la percepción que el cambio político es posible dentro del marco electoral vigente (¡!) con la aspiración subyacente de propiciar un “foco dilemático” cara a posteriores eventos comiciales tal como el simulacro del venidero 20-M, bajo la premisa que si salimos a votar, independientemente de las condiciones del proceso, podemos vencer al continuismo; cuando en honor a lo posible la reelección presidencial es una simple cuestión de trámite habida cuenta de la presencia de “otros candidatos” que darán legitimidad a nivel nacional a un triunfo oficialista (¿?) que de antemano ya es desconocido por la mayoría de los gobiernos del mundo y por la comunidad internacional.

Reflexión final: El desarrollo socio-económico de Venezuela (al igual que cualquier otro país), está subordinado a la presencia de la gobernabilidad lo cual implica entre otros aspectos estabilidad política, fortaleza de las instituciones democráticas, participación ciudadana, condiciones de confianza y previsibilidad jurídica, política y económica,  contexto que evidentemente no es posible alcanzar con el continuismo directo de los actuales conductores de un proceso que ya fracasó, ni con un (utópico) continuismo disfrazado que apenas ofrece una hipotética dolarización de la economía y del salario así como una tarjeta solidaria en dólares para los pobres (que ya supera el 80% de la población); sin hacer mención alguna sobre los planes para restaurar la institucionalidad definiendo como norte el acercamiento de la burocracia con los ciudadanos teniendo como eje “la democratización de la democracia”.

En síntesis, la Venezuela que deseamos será posible alcanzarla a la luz de un fortalecimiento de las instituciones en un escenario de una estabilidad económica sustentada en un equilibrio macroeconómico que propicie inversión (nacional y extranjera) y productividad.

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