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Gehard Cartay Ramírez: La tragedia chavomadurista

 

De la maldición chavomadurista que sufrimos los venezolanos, tal vez uno de sus elementos más graves sea haber producido una tragedia humanitaria sin precedentes en Venezuela y Latinoamérica.

Este es un hecho gravísimo en la historia universal y pudiera calificarse como un auténtico genocidio, pues sus efectos afectan a millones de compatriotas, muchos de ellos muertos por el hambre, la falta de medicinas y la inseguridad, y otros más empobrecidos por la terrible mega inflación que ha destruido sus salarios e impedido cubrir sus necesidades elementales, entre ellas, la alimentación y la salud.

Sólo por esa circunstancia la cúpula chavomadurista tendrá que ser juzgada por crímenes de lesa humanidad. Al lado de su corrupción avasallante, como pocas veces ha ocurrido en el planeta y nunca antes en nuestro país, con más de 400 mil millones de dólares robados al pueblo venezolano por ese mismo cogollo y sus testaferros, la tragedia humanitaria nacional envuelve otros elementos gravísimos.

El más importante de todos ellos es el empobrecimiento generalizado de las clases medias y de los sectores populares. A estos últimos les han agudizado su pobreza, mientras que a las primeras las ha empobrecido criminalmente. No deja de ser una ironía que alguien que se hace llamar el “presidente obrero” (?) haya convertido salarios y sueldos en basura, y que bajo su gestión la inflación, la especulación y el desabastecimiento se han traducido en hambre y miseria para nuestro pueblo.

Hoy en día los venezolanos somos más pobres. Nuestro poder de compra se ha reducido brutalmente como nunca antes, mientras los precios de alimentos y bienes han aumentado también como nunca antes. Hoy el sueldo mínimo del venezolano es el más bajo del mundo, lo que nos ha convertido en una nación golpeada por el hambre y la pobreza, algo insólito en un país rico en recursos naturales y energéticos.

Tal es el legado del chavomadurismo en 20 años de saqueo y robo desde el poder. Han convertido uno de los países más ricos en un país de pobres y hambrientos, con cuatro millones de ellos huyendo hacia el exterior en busca de lo que aquí se les niega, siendo lo más elemental que debe garantizar cualquier gobierno que se precie de serlo: trabajo, comida y mejor calidad de vida. Hoy los venezolanos constituyen la diáspora más grande que ha existido en la historia americana, mucho más grave que la producida por las guerras del medio oriente o las guerras centroamericanas.

Mientras tanto, los venezolanos que se quedan hoy comen menos y sus niños se enfrentan al daño terrible que produce ahora la desnutrición infantil. Serán en el futuro hombres y mujeres con serias limitaciones, como consecuencia de la falta de proteínas en lo poco que alcanzan a ingerir. Este es el futuro infernal al que nos conduce esta maldición chavomadurista, si no salimos de ella cuanto antes.

Y al lado de todo ello la creciente inseguridad, con sus dramáticas cifras de centenares de miles de asesinados y heridos, robos y asaltos a la propiedad, invasiones de fincas productivas, delitos todos ejecutados por el malandraje con la protección del régimen o, cuando menos, con su complicidad y la garantía de impunidad por parte de este. Habría que agregar los centenares de asesinados y miles de heridos por la represión del régimen contra quienes se le oponen.

Todo ello sin hablar del colapso de los servicios públicos, especialmente los de la salud, energía eléctrica y agua potable. En materia de salud es sabido que los hospitales no funcionan, los médicos tratan de irse del país debido a sus sueldos de hambre y la falta de equipos y recursos, los enfermos no pueden ingresar a los centros hospitalarios en ruinas, no hay medicinas y cada día fallecen muchos cuya vida depende de un tratamiento determinado.

Mientras tanto, el régimen se niega criminalmente a aceptar la ayuda que en esta materia han ofrecido otros países, pues no quiere reconocer la tragedia humanitaria que sufre el país por su culpa.

Algunos lectores dirán que todo esto lo sabemos ya. Y es cierto, pero nunca podremos dejar de mencionarlo porque se trata de un hecho inédito, jamás producido en nuestra historia republicana, salvo durante las guerras de la Independencia y la Federación. Y debemos comunicárselo a nuestros hijos, y estos a los suyos, para que cuando salgamos de esta etapa infernal nunca más exista en Venezuela un régimen degenerado, criminal y ladrón como el que ahora padecemos.

“Y maldito sea el hombre que lo intente de nuevo”, como dijera Andrés Eloy Blanco cuando en febrero de 1936 fueron echados al mar los grillos conque la tiranía gomecista torturaba a los presos políticos.

@gehardcartay

 

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