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Antonio Pérez Esclarín: La revolución fracasada

Todos los que amamos a Venezuela tenemos la obligación de impedir que los que la gobiernan    sigan destruyéndola  pues, tras  haber demostrado  una y otra vez su incompetencia para resolver los problemas de las mayorías, siguen  convencidos de que hay que continuar por el rumbo que sólo ha traído desgracia, hambre, hiperinflación y miseria.

Llevan casi 20 años de  fracasos y el Presidente tiene la osadía de decirnos que, tras ganar las elecciones presidenciales, va a profundizar la revolución, lo que se traduce en seguir avanzando al  abismo a paso de vencedores.  ¿Cuáles son los logros de esa revolución, si Venezuela es el país con la  mayor inflación en el mundo que  ha devorado los ahorros, y vuelve sal y agua los repetidos aumentos de sueldo y bonos?  ¿Sabrán  el Presidente y sus ministros lo que cuesta un kilo de carne, de pollo o de queso, el cambio de aceite de un carro, o reparar cualquier aparato eléctrico que los continuos bajones y apagones nos dañan continuamente?  ¿Alguien de su entorno se atreverá a decirles  que con lo que cobran los ancianos con la nueva  pensión,  después de horas de colas inhumanas,  no pueden  comprar ni un kilo de queso? ¡Y no hablemos de las medicinas!  Yo compré ayer las pastillas de valsartán que  debo tomar todos los días para controlar mi tensión y por catorce pastillas debí pagar  un millón trescientos mil bolívares. Es decir, que con  la pensión que cobré  me alcanzó escasamente para comprar  las pastillas de una semana. Sería bueno que los que nos gobiernan tuvieran que vivir un mes  con salario mínimo o con la pensión. Dudo que seguirían  defendiendo sus políticas  como lo hacen ahora. Es muy fácil empeñarse en defender  un rumbo cuando a ellos no les toca ninguno de los problemas que sufrimos las mayorías.

Estamos además, entre los países más violentos e inseguros del mundo, campea soberana la corrupción,  crece incontenible el bachaqueo y la especulación salvaje, el aparato productivo está destruido, aumenta la desnutrición y el hambre, los servicios públicos son una calamidad,    las escuelas se están vaciando de maestros y de alumnos,  mueren las personas por falta de medicinas, se vende el efectivo al doble o más de su valor,  volvieron enfermedades hace años erradicadas,  la gente está  cocinando con leña,   y   millones de venezolanos se han marchado del país o quieren irse por no ver aquí futuro. La tan proclamada soberanía alimentaria y el milagro económico de la revolución ha terminado  dolarizando  los precios y manteniendo  los sueldos en bolívares sin valor.

Por ello, no comprendo  cuáles son los logros  del  modelo que los  personeros del Gobierno siguen empeñados en mantener contra viento y marea. Tampoco  comprendo cómo pueden quedar personas de buena voluntad que siguen comprando sus promesas. Y comprendo todavía menos la ausencia de un genuino liderazgo en la oposición que aglutine el descontento masivo  y devuelva las esperanzas con propuestas que visualicen el camino del cambio impostergable.

Todavía estamos a tiempo de una salida  democrática que  será exitosa si es masiva. Declárense los líderes en reunión permanente, pónganse de acuerdo  e invítennos todos a votar o dígannos, si deciden que no votemos,   qué hacemos antes del 20, en el 20 y después del 20.

[email protected]

@pesclarin

www.antonioperezesclarin.com

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