Inicio > El pizarrón de Fran > El pizarrón Opinión > Gloria Cuenca: La dramática vivencia cotidiana

Gloria Cuenca: La dramática vivencia cotidiana

 

Asisto a la Asamblea Nacional, Día Internacional de la Familia, el 15 de mayo del presente año. Hay cuatro magníficas oradoras: una de ellas mi hija, la Dra. Marianella Herrera de Franco. Sin embargo, contradictorios lectores, no es de las oradoras -cada una mejor que la otra-, que les quiero hablar.

Me conmovieron sus palabras. Tocaron temas trascendentes en este momento: la pérdida de los hijos por la violencia del régimen; la familia, eje central de la educación en valores; los familiares de los presos políticos y la emigración de nuestros compatriotas: la diáspora. El drama al que me refiero es lo que viví y compartí con mis colegas periodistas, maltratados una vez más por esa mente que ha pretendido transformar la esencia del venezolano.

Lamentablemente en algunos, la prédica del odio, la dominación ideológica y el pensamiento único (el de ellos) de la violencia “partera de la historia,” caló y de qué manera. Se sienten “héroes” atacando la libertad de expresión, de pensamiento y de información y, especialmente, disfrutan al perseguir a los periodistas. ¿De qué se trata esto? ¿Por qué esta actitud de rechazo y de repudio contra una de las libertades fundamentales del ser humano? ¿Qué ocurre en la mente de esos seres, ellos sí, manipulados, sometidos, usados por una ideología anacrónica y totalmente fracasada? No gusta que se los repita constantemente. Es una verdad dolorosa. Hay que aceptarlo.

No hay más remedio y debemos recordarlo. O lo olvidan o no lo quieren saber. Siendo ateos, su conducta no sería aprobada por ningún Dios. Esa maldad los conduce al desastre.

No hay otra manera de ver esta situación: hay que confiar en Dios. Esos infelices atacan y agreden a los periodistas en funciones de trabajo.

Tendrán que ver la cara de la justicia en algún momento. La Justicia Divina está en acción desde hace rato, ¿no la ven? Allá ellos, consecuencia de sus creencias. Sus acciones delictuales no tienen posibilidad de perdón a menos que rectifiquen y reparen los daños. Les resulta imposible.

Mientras tanto, aun cuando resulte orgullosa, digo: ¡Gracias Dios por los valores que tengo! Ni yo ni los míos somos de esa calaña. ¡Dios los perdone, si se lo merecen algún día!

@EditorialGloria

Loading...

Te puede interesar

Compartir

Puedes comentar

avatar
  Subscribe  
Notificación de