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Primera vuelta presidencial en Colombia: Los desafíos para el próximo cuatrienio

La gente monta las cabinas de votación para las elecciones presidenciales del 27 de mayo, en Bogotá, Colombia, el 26 de mayo de 2018. REUTERS / Carlos Garcia Rawlins

 

Ya no hay secretos y los desafíos para quien ocupe la Presidencia de la República a partir del próximo 7 de agosto están a la vista. Dos años después de firmado el Acuerdo de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc, la implementación de lo pactado apenas da sus primeros pasos. Sin que se agote el debate político, desde lo institucional y lo jurídico, es claro que el próximo gobierno tiene esa misión histórica. Así se hayan escuchado voces extremas contra el proceso de paz, sobre todo para las nuevas generaciones, este constituye un territorio de honor que debe preservarse. Avanzar hacia su consolidación es una tarea ineludible de quien salga elegido. Así lo reseña elespectador.com

El segundo reto, tan importante como el de la paz, es el de las relaciones internacionales y, en la actualidad, este asunto tiene nombre propio: Venezuela. Con avances y retrocesos, el gobierno Santos pudo maniobrar en esa difícil relación, a tal punto que el gobierno de Hugo Chávez fue determinante para los diálogos con las Farc en La Habana, dentro de su polémica perspectiva del “nuevo mejor amigo”. Sin embargo, hoy ha tomado distancia, lo que se traduce en que, quien sea elegido para sucederlo, necesariamente tendrá que enfrentar ese dilema: qué hacer con el gobierno de Nicolás Maduro, cada vez más aislado internacionalmente.

No es un asunto fácil de resolver, no solamente por la sensibilidad de la frontera común de más de 2.200 kilómetros, cada vez más caracterizada por migrantes o rebuscadores ante la crítica situación económica en el vecino país, sino porque desde la geopolítica es un tema que debe manejarse con pinzas. Se trata de saber encontrar la medida adecuada entre la diplomacia y la distancia. En otras palabras, que el lenguaje de las provocaciones o de la fogosidad política no genere escenarios críticos o definitivamente bélicos. Una perspectiva en la que el cruce de caminos con los intereses de Estados Unidos en el continente también cuenta.

Y de este último ingrediente se desprende otro desafío ineludible para cualquier mandatario, teniendo en cuenta la actual coyuntura internacional: la relación con el gobierno de Donald Trump. No solamente respecto al caso Venezuela, sino frente al habitual dilema que ha delineado las relaciones entre las dos naciones: la guerra contra el narcotráfico. Un reto de seguridad que constituye, a nivel interno, el mayor obstáculo que afronta el posconflicto. Y en las relaciones Estados Unidos-Colombia, un capítulo aparte, con todos los aspectos de extradición, erradicación de cultivos ilícitos o lucha contra el lavado de activos, que todavía hacen difícil desnarcotizar la agenda bilateral.

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