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Rafael Simón Jiménez: La concertación por el cambio o  la unidad que Venezuela reclama

 

La cada vez más grave situación que padecen los venezolanos, tiene en sus causas una doble responsabilidad. Principalísimamente la que recae sobre un gobierno destructivo, ruinoso, depredador y maula, que ha desguazado la economía venezolana, demolido sus bases productivas, y peculado sus recursos, hasta generar una situación de carencias, padecimientos y pobreza sin precedentes, generando un terremoto social que ha hundido en la pobreza y la desesperanza a la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Pero a esa inmensa responsabilidad del régimen, se suma las carencia, la omisión y la ausencia de una fuerza alternativa, capaz de unirse y solidificarse en una estrategia y un planteamiento que capitalice el creciente descontento y lo convierta en organización social y popular capaz de impulsar con éxito una transición pacífica y democrática, que asuma la titánica tarea de emprender la reconstrucción económica, social, política- institucional y moral de la Republica. El desgobierno destructor y la oposición fraccionada, desdibujada y sin brújula, concurren en alentar la desesperanza, la resignación y la falta de motivación de los venezolanos para ver con certidumbre el futuro inmediato y participar activamente de su construcción, animando la incontenible huida, eufemísticamente denominada “diáspora “ que fluye por nuestras fronteras a la búsqueda de la elemental subsistencia.

Construir una unidad real requiere del conjunto de fuerzas políticas y sociales que se oponen a la continuidad del actual desastre, algunos prerrequisitos básicos:   en primer lugar anteponer los intereses del país y la urgencia de avanzar hacia la transición democrática, por encima de parcialidades, ambiciones y banderías, ello reclama de líderes y organizaciones políticas espíritu de grandeza y sentido de responsabilidad, para sumar todas las voluntades posibles en una sola dirección, cuyo elemento cohesionador y gregario en medio de la diversidad de pensamientos y propósitos, sea la de priorizar el rescate de la democracia, la libertad y el progreso como derecho irrenunciable de los venezolanos.

La gente reclama de dirigentes y partidos, una nueva actitud y conducta, sobre todo para obtener su reconocimiento y legitimidad en su cercanía con sus problemas y  padecimientos, siendo acompañantes, interlocutores y gestores del sufrimiento de los venezolanos en sus espacios naturales: en las barriadas, en la puerta de los hospitales, en la protesta cívica,  en los reclamos por comida y salarios justos, en la amplificación del grito que surge en las entrañas de un pueblo sometido a situaciones de hambre, miseria y exclusión jamás vividos. El tremendo desfase entre la agenda y los intereses propios de la política y los políticos, y el de la gente atrapada en una torturante y angustiosa cotidianidad, tiene que saldarse sintonizándose con ella y volviendo a cumplir el rol fundamental que la sociedad asigna a las organizaciones políticas de ser representantes e interlocutores de los ciudadanos.

La construcción de una unidad real, que sea mucho más que la suma de siglas, aspiraciones o protagonismos, luce urgente en la coyuntura que vive Venezuela. Ella debe gestarse en torno a una estrategia asertiva e inteligente que conduzca a la construcción de esa extraordinaria fuerza de cambio que haga indetenible la transición, y que debe según se ha ratificado una y otra vez recorrer el camino pacífico, cívico, constitucional, democrático y electoral, único capaz de partear un país distinto y mejor, Un País donde la libertad, la paz, el progreso, la justicia, la equidad y la igualdad de oportunidades permitan la unidad y la reconciliación, superando esta etapa trágica donde la polarización, la intolerancia, la exclusión, así como la pretensión hegemónica impuesta por la fuerza, han conducido a la terrible realidad de hoy.

La Estrategia unitaria, debe combinar todas las formas de lucha democrática, sin establecer falsas antinomias o dilemas entre unas y otras. Es legítimo, deseado  y además factible salir de este desastroso gobierno por la vía electoral, sobre todo cuando se acaba de corroborar lo exiguo de su apoyo social y comicial, y las inmensas potencialidades de las fuerzas del cambio para capitalizar en votos el creciente  descontento. Pero la vía electoral de ninguna manera excluye los escenarios de la protesta y la lucha cívica y pacífica, ni menos aun el escenario parlamentario, donde la calificada mayoría obtenida en diciembre del 2.015 se ha diluido entre el ataque sistemático y el desconocimiento del gobierno y los errores de conducción de los partidos agrupados en la MUD.

El escenario Internacional que a veces luce sobre dimensionado en los análisis de algunos que buscan allí  refugio a sus incompetencias,  para liderar un cambio desde dentro, es sin duda de primera importancia. El mundo democrático se ha sensibilizado y compactado en solidaridad con la martirizada Venezuela, y eso merece aprecio y reconocimiento dentro de la convicción de que esa apreciable ayuda, siempre será complementaria de la solución y la transición venezolana que nos corresponde indelegablemente asumir a los venezolanos.

Una unidad autentica, a la altura del compromiso y la responsabilidad histórica que reclama Venezuela en esta hora menguada de su acontecer, tiene que buscar sus fuerzas en todos los sectores y escenarios donde la gente sufre y padece. El rescate y la revalorización de la política y los políticos, obliga a sumergirse en las entrañas del sufrimiento de los ciudadanos, en contacto directo, en comunicación cara a cara, ejerciendo el albaceazgo de la gente. Reconciliar a los venezolanos con los partidos y los movimientos, para que vuelvan a merecer su credibilidad, su confianza y su apoyo, tiene que ser ganado en el terreno de la lucha social y en la presencia en sus espacios de desenvolvimiento.

Colocar a Venezuela por encima de cualquier otra aspiración o motivación, conectarse con sus inmensas potencialidades y exigencias de cambio democrático, trazar una estrategia inteligente y eficiente garantía de objetivos exitosos, pavimentan  el camino de la autentica unidad. Con esa Motivación y esos propósitos, se ha colocado de cara a los venezolanos la denominada CONCERTACION POR EL CAMBIO un agrupamiento de sectores políticos, sociales y de personalidades comprometidos con la idea de viabilizar la  transición democrática y la unidad Nacional que la haga posible, sin exclusiones de ningún tipo.

Las fuerzas Políticas que  en el pasado inmediato coincidimos en la defensa del voto como instrumento de cambio democrático y en la candidatura de Henry Falcón,  ahora hemos asumido el desafío de convertirnos en promotores y gestores de la Unidad que el país reclama para salir del actual desastre. No somos simplemente otro agrupamiento de los tanto que hoy fraccionan el mundo opositor. Nacemos convencidos de que si actuamos con grandeza de miras, con sentido de responsabilidad, y poniendo nuestro empeño en el interés supremo de la Patria, vamos a lograr la confluencia de todos los sectores de la Venezuela empobrecida, hambreada y desesperanzada, para convertirla en fuerza indetenible de cambio democrático.

Ese es el desafío que asumimos, y frente al escepticismo, la desconfianza o el pesimismo que iniciativas como estas pueden despertar, sencillamente llamamos a nuestros compatriotas a observar y juzgar nuestras actitudes y comportamiento. La confianza de un país desesperanzado y frustrado no se gana con una proclama de buenas intenciones, sino rescatando y revalorizando el valor de la palabra y el compromiso de los políticos. Allí estará puesto nuestro empeño.

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