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Jesús Alexis González: Presión Popular y Gremial como alternativa antidictatorial

 

Abordemos de inicio, una puntualización de los conceptos utilizados en el presente artículo: Presión Popular: Articulación nacional de diferentes estratos sociales, ideológicos, económicos, académicos, gremiales, sindicales, culturales y otros, no dependiente de partidos políticos o de intereses de sectores específicos en función de un propósito común tal como interrumpir un proceso dictatorial. Gremio: Son todos aquellos trabajadores que se dedican a una misma Comunidad (conjunto de personas que actúan juntas bajo ciertas reglas o que tienen los mismos intereses) teniendo la misma profesión y se unen para un bien común; siendo los Colegios Profesionales un buen ejemplo de gremialismo (p.ej. Colegio de Economistas). El gremialismo, en esencia, postula en cada ente intermedio de la sociedad (cualquier agrupación de personas que exista entre la familia y el Estado) el respeto a los objetivos que le son propios con fundamento en sus actividades comunes y no en una afinidad ideológica o política de quienes la integran; razón por la cual cualquier intento de politización se traduce en una desnaturalización que propicia una pérdida de su razón de ser; siendo válido resaltar que el gremialismo no niega al ciudadano su derecho a escoger entre diversas alternativas políticas compatibles dentro del campo democrático, distinto a eventos electorales adelantados bajo la sombra de una farsa que propicia la materialización de una dictadura, intención que debe ser rechazada lo cual exige que la sociedad en su conjunto, y el pensamiento gremial en particular, debe ser un patrimonio común de todos los demócratas por encima de nuestras legítimas diferencias políticas como requisito para fortalecer las bases de una sociedad libre animada a enfrentar cualquier embate dictatorial. Sindicato: Hace referencia a la asociación de un grupo de trabajadores que se unen para defender sus intereses especialmente los salariales; donde la Confederación de Trabajadores de Venezuela es un buen ejemplo de sindicalismo (no necesariamente de eficiencia, en la actualidad).

En lo atinente al caso venezolano, es por demás sabido que más del 80% de la población desea un cambio de gobierno sosteniendo al propio tiempo que la salida electoral es poco factible; percepción en mucho inflada por la negación del papel decisivo que representa el fortalecimiento de la presión popular asumida como aquella fuerza del pueblo que es capaz de obligar a colocar en la agenda política nacional las demandas relativas a las reformas del sistema electoral y al funcionamiento conductual de los partidos políticos; lo cual implica que la mayoría poblacional debe abandonar el cómodo de la externalidad (la culpa es de otros) que centra en dichas organizaciones (sin negar su alta cuota de responsabilidad) la total responsabilidad de la permanencia y avance del régimen socialista-comunista, en un escenario desvinculado de la sociedad como un todo al tiempo de, implícitamente, “exculpar” (descargar a alguien de su culpa o responsabilidad) al Estado fallido y forajido que a “simple vista” refleja estar secuestrado por las mafias y colonizado (sometido política y administrativamente) por países de perfil comunista que se han enquistado, con apoyo del régimen, en las altas esferas del poder hasta perfeccionar una realidad que induce la necesidad de impulsar un “nuevo proceso independentista” cuyo éxito dependerá de nuestro patriotismo y amor por Venezuela.

Es de obviedad manifiesta, que ese “despertar patriótico venezolano” ha de conducir hacia una insubordinación (falta de sometimiento) social en un escenario de protestas no violentas contra la actual “democracia restringida” perfilada como mecanismo para propiciar totalitarismo y dictadura a la luz de un régimen militar-civil que ha venido controlando la política nacional, de manera directa e indirecta, en aras de instaurar un proyecto de sociedad carente de ideología escudado en el término “socialista” para ofrecer las “bondades de un mejor país para todos” que en honor a la verdad se ha traducido en una nación igualada en la pobreza como estrategia de dominación, que por ende les exige muy poco o nada de pensamiento y creatividad gubernamental en función del bienestar colectivo, y mucho de represión para mantenerse en el poder. Vale acotar, que históricamente la explosión social como catalizador del descontento ha sido inducida por una crisis económica (Venezuela no será una excepción) que estimula movilizaciones masivas de diferentes particularidades, hasta perfilar un gran movimiento antigubernamental (antidictatorial para nuestro caso) cuyo norte será rescatar el sendero democrático que en ningún caso implica retornar a la agotada “dictadura de partidos” que abrió las puertas a la “invasión socialista”. El movimiento social, emanado del “despertar” de la presión popular y gremial como consecuencia del pronunciado deterioro económico-social, ha de contar con un proyecto político y estratégico alternativo perfectamente formulado y “explicado” que facilite reducir la incertidumbre sobre la redefinición política que se pretende, en un todo coherente con un proceso de reorganización social y político distante de una rabia irracional y violencia desmedida; sin dejar de destacar que la violencia es mayor desde el sector dictatorial cuando muchos niños mueren por desnutrición, cuando cerca del 87% de la población se encuentra en situación de pobreza e igualmente no goza de seguridad jurídica y ciudadana ni cuenta con libertad, alimentos, medicinas, trabajo, transporte, electricidad y mucho más al punto estar perdiendo el horizonte de bienestar y progreso. Tal escenario, se traduce en la urgencia de hacer todo lo posible para interrumpir el avance dictatorial en pro de restaurar el orden social sustentado en un equilibrio en las variables macroeconómicas, habida cuenta que uno de los objetivos del totalitarismo venezolano es construir una sociedad individualista e individualizada sin posibilidad de acción colectiva para impedir, ante la ausencia de solidaridad entre los entes intermedios, la estructuración de una ¡sociedad combativa!

Reflexión final: Las protestas pacíficas, pueden ser convocadas con éxito a través de las redes sociales sin que necesariamente estén involucrados directamente los partidos políticos, tal como lo está haciendo el gremio de la salud y muy especialmente el de ENFERMERIA que con propiedad ya puede denominarse el ¡enfermerazo!

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