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Enrique Meléndez: Un país paralizado

 

La idea del paro general, al parecer, cobra más vigencia que nunca. Quizás, porque se ha venido orquestando en una forma escalonada, y donde se han visto episodios como el de las enfermeras, en especial, por la respuesta que la dirigente de uno de los sindicatos del gremio de Caracas le ofreció a Nicolás Maduro, y que vino a ser tan contundente que se hizo viral en las redes sociales, a propósito de las palabras que le esgrimió; tomando en cuenta que diera la impresión, de que Maduro cree que está gobernando un país de idiotas, y al que le pide sacrificios, en aras de una revolución, que lo que ha hecho es involucionar a una de las sociedades, que se perfilaba como una de las más modernas de la América Latina, como se viene a demostrar, ahora cuando se ha perdido todo, y que para llegar a los niveles, que alcanzó, se necesitarán años de esfuerzo continuado; mientras un petimetre de la talla de Jorge Rodríguez hace gala de unos zapatos que, según los entendidos, valen una fortuna en dólares.

He allí el por qué se dice que estamos en un país dual; por una parte, el país hambriento, al que los sueldos no le alcanzan para nada, y que sufre las penurias de una vida completamente limitada, y sin ningún gusto; por otra parte, un país que se da esos lujos, como el de Jorge Rodríguez; que no pasa por ningún tipo de penuria, porque todo lo importa; desde la ropa que se pone, hasta la comida, que llena la despensa de sus hogares, y el que manda largo al carajo, cualquier manifestación de protesta, como la que le desgranó la dirigente del sindicato de enfermeras a Maduro, invitándola a que se marcha del país, si es que no está conforme, con lo que le ofreció Maduro, como compensación al drama de su vida: un aumento del 10% en su sueldo y una bolsa CLAP cada quince días.

¿Y el resto del país? He allí el paro también de los médicos, que ha seguido al de las enfermeras, cuyos salarios asimismo nada tienen que ver con una realidad demasiado dura; con una pobreza en la que han caído, producto de una hiperinflación, que el gobierno se niega a aceptar; porque mientras más alcanzada se pone la situación para unos, para otros resulta ser su negocio; sobre todo, para aquél que tiene acceso a dólares o a moneda extranjera. De aquí que Venezuela es hoy en día uno de los países con la tasa de mayor diferencia entre los ricos y los pobres; habiendo desaparecido por completo la clase media; representada, precisamente, por los médicos y demás profesionales que ejercemos las distintas profesiones, que hasta entonces se han conocido en el país.

Ni siquiera los economistas, que era una de las profesiones liberales, que mejor remuneraba estaba, escapan de dicha realidad; teniendo presente el número de empresas, que han venido cerrando, y a las que muchos de ellos asesoraban; cierre producido, por una parte, por la caída vertiginosa del consumo y, por la otra, por el incremento salarial, que el gobierno decreta en una forma compulsiva, prácticamente, mes a mes, y que eleva los costos de la producción de sus manufacturas o servicios, de modo que a la larga terminan trabajando a pérdida, y que es lo que reportan organismos como Conindustria, cuyas cifras hablan de que para 1999 en el país había unas 14 mil industrias en plena producción, cuando hoy en día apenas quedan unas cuatro mil.

Seguidamente, está el paro de los profesores universitarios; que también perciben salarios de hambre; siendo personas con trayectoria académica; que les ha costado estudio y años de esfuerzo, tanto en materia educativa, como de investigación; puesto que los escalafones no se ganan limpiando o aceitando armas, como sería el caso de los militares, y quienes vienen a ser los privilegiados del conjunto de profesiones, que se ejercen hoy en día en el país; algo que, incluso, atenta contra su propia dignidad, puesto que el venezolano comienza a sentir envidia y rabia, a la vez, por este sector; viendo ese estatus, del cual gozan, que es posible que sea mentira; sobre todo, esa especie, que se ha echado a correr por las redes sociales, de que un general ha pasado a ganar unos 500 millones de bolívares, y que sea producto de estrategias mediáticas, concebidas desde la sala situacional de Miraflores; a los fines de dividir más a la sociedad venezolana. Lo cierto del caso es que a ellos también se les ve como la élite de esa otra parte, que conforma la dualidad de país, que se ha estructurado en la Venezuela de nuestros tiempos.

En efecto, la idea del paro general siempre ha estado presente en los sectores opositores a este gobierno; desde aquel desafortunado, que se tuvo en el 2002; que se conoció como el Paro Cívico Nacional, y que el gobierno de Hugo Chávez, para simplificarlo y menoscabarlo lo llamó “saboteo petrolero”; puesto que el sector petrolero fue la punta de lanza de aquella manifestación, y que llevó, por lo demás, entre sus secuelas, una vez fallido, al desmantelamiento total de la industria; de modo que al día de hoy Pdvsa presenta un colapso total de su producción; tanto que se cree que para finales de este año su producción no alcance ni siquiera al millón de barriles diarios; el hecho es que casi todo el país está paralizado, a partir del cierre de más de 500 mil empresas, y que ha llevado a que más de cuatro millones de venezolanos se hayan ido del país.

Incluso, el sector transporte, que en aquellos días de 2002 no se sumó a dicho Paro Cívico, y cuya participación hubiera sido clave, para obligar a renuncia de Hugo Chávez, puesto que hubiera significado la paralización total del país, hoy en día también está técnicamente parado, como todas las actividades laborales y lucrativas de nuestra nación; como está también el paro de los trabajadores del sector eléctrico; de modo que tenemos un gobierno acorralado; que no oye el clamor de la gente, como dicen sus seguidores, y al que sólo le falta el empujón de un paro.

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