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Pedro R. García: ¿Hay una “Manera de Ser” venezolano I?

 

Nassin Nicholas Taleb, profesor de ciencias de la incertidumbre de la Universidad de Massachussets en Amherst, ha escrito un libro que quizás sea un cisne negro en sí mismo, intitulado con el sugestivo nombre de “El Cisne Negro”, donde trata de explicarnos mediante narraciones trufadas de anécdotas cómo los seres humanos creemos estar al corriente más de lo que realmente sabemos”.

Una acotación necesaria…

Apropósito de los reveladores acontecimientos sucedidos en el Mundo y básicamente en el país en los últimos días. En efecto en las sociedades avanza un brutal recelo que es el reflejo de las malas caricaturas de democracias asentadas en buena parte de los países desarrollados que rechazan cualquier presunción de verdades concluyentes, que fuerzan, así lo expresan la plena libertad de los ciudadanos. Lo único que se aspira es a una especie de consenso inducido sobre temas por demás polémicos. En consecuencia si alguien intenta formular un juicio acerca de algunos elementos que sofocan a la sociedad, o hacer una valoración aspirando a que se establezcan unos principios esenciales que den luces a la acción política, firmes a la entidad de las sociedades intermedias (representación política) que nos de argumentos para la superación del cínico y deshumanizado economicismo… Quienes insistan serán difamados como dogmáticos, anárquicos, filo-terroristas o de interferir de forma, desconsiderada con supuestos mensajes “revelados” en el desarrollo de la razón humana autónoma. Para el debate en amplificación no existen verdades sino opiniones. En el campo filosófico, por su parte se han abandonado las reflexiones candentes y propias de la metafísica, y se dedica una particular atención a cuestiones fragmentarias, dotadas sin duda de intereses pero no definitivas; una precaria fenomenológica o hermenéutica de textos que no alcanzan siempre a pronunciarse sobre el fondo de la realidad, los estudios con pretensión de erudición relacionados con el análisis y valoración de los logros de las ciencias experimentales. Todo suele posarse en la superficie o, a lo más, en una inmediata zona subcutánea. Eso sí, muy técnicamente orquestado. (Heidegger), por acercarnos más a nuestros días, destaca la resistencia que el hombre del “Ser” diluido en el anonimato, opone para salir de la masa y confrontarse consigo mismo.

Ya Mario Briceño Iragorry, Historiador y acucioso investigador venezolano, en 1954, en plena acción de la violencia dictatorial contra la vida de los venezolanos elaboró un fundamental texto, que intituló una Doctrina de la Venezolanidad, sobre ese contenido el no menos esforzado intelectual, Ramón Losana Aldana hizo una especie de exégesis, concerniente a esa publicación, por lo que solo revisaré algunas notas históricas sobre este complejo tema. Buena parte de la conducta individual del venezolano está al parecer determinadas por alguna circunstancias, o al menos trataremos de ubicar algunas pistas, sobre el particular (lo había advertido Fernando Peñalver en Carta a Simon Bolívar en 1819: Cito: “Cuanto mal nos hace la falta de espíritu nacional”) El Padre de la Patria, en plena gesta libertadora, expresó en una Carta que le enviara a Santander desde Quito el 21 de junio de 1823: “Cada día me convenzo más de la incapacidad de todos nuestros jefes para mandar, nadie acierta, a nadie obedecen y todo se vuelve bochinche”. (Ciudad Bolívar, 1974). Para Uslar Pietri, “No fue Carabobo, fue el largo siglo de descomposición nacional que le siguió. Nos hemos embriagado de una gloria palabrera, hemos sido superficiales, hemos sido ligeros y muchas veces pequeños. Esos primeros setenta años de independencia fueron el teatro continuo de luchas estériles, de un olvido de los verdaderos fines de la nación, que hizo que el país no pudiera enrumbarse, ni prosperar, ni encontrar caminos para su realización”. “Muchos creyeron que el país que produjo aquella legión de hombres extraordinarios había caído y degenerado, por eso vinieron uno tras otros los reformadores, los restauradores los “demócratas, y esta ultima etapa los revolucionarios. Y ellos han estado allí para salvar al país de la desidia. Lo malo es que no encontraron, ni tropiezan con la solución”. Después brotó el petróleo con todas sus derivaciones. Uslar señalo “En poco más de la vida de dos generaciones, aquel país atrasado, despoblado, humilde, en su dimensión económica y social, que vivía limitadamente dentro de cierto orden tradicional, en una economía agrícola modesta pero sana, se vio inundado por un torrente creciente de riquezas frente a lo cual no supo qué hacer. Sobre estas cosas, advirtió deberíamos reflexionar”. (Uslar Pietri, 1991). ¿Lo hicimos? ¿Lo intentamos? Sobre todo sus elites, Antonio S. Briceño, en “La Venezuela de la Ficción” (el Cojo ilustrado, Caracas, 1.11.1909). Cita las opiniones de dos destacados venezolanos. Al poeta J. A. Pérez Bonalde que señalo “En Venezuela solo hay dos negocios buenos: el primero, salirse de el país y el segundo, no volver jamás al él”. Sin embargo, se hizo famoso con su poema “Vuelta a la Patria” para cantar su retorno. El otro citado es el novelista Romero García, autor de una frase que destila veneno: “Venezuela es el país de nulidades engreídas y de reputaciones consagradas”. Briceño por su parte nos legó estos lapidarios señalamientos.”Somos un paisecito turbulento, bien situado geográficamente, con bastantes riquezas naturales, fácilmente explotables, con honrosas tradiciones de emancipación, con pocos elementos sociológicos de avance y muchos retrocesos, azotado por la guerras civiles continuas, despoblado por falta de higiene (material y política) y en suma un agregado social en formación. Venezolanos de la brillantez de Alberto Adriani han caído en la trampa de la desesperación: ¿Por qué descuidamos las realidades venezolanas?, y en tono agónico expresó, ¿Estaremos condenados, siempre a imitar a los demás, o a ser eco de los demás, a vivir la vida de otros, a fugarnos de nuestro país a la manera de esos literatos de la generación pasada, que se hicieron sus mundos artificiales, o a quedarnos aquí a justificar todos nuestros pecados, como lo hicieron los sociólogos de la misma generación? ¿Será acaso imposible yegar nunca a planear una labor constructiva y civilizadora que surja de la realidad venezolana, que entronque en nuestra tradición, que responda a nuestra vocación nacional? Debemos hacerlo. “En todo caso intentarlo” (Adriani 1939-375). De estas aproximaciones al “Modo de Ser” venezolano, uno sale con el animo desolado, angustiado por las rotundas valoraciones. Maritza Montero, ha estudiado con profundidad el tema, señala que desde la Independencia se ha venido afirmando una autoimagen radicalmente, negativa, desde 1890, y particularmente a partir de 1936, que le adjudica al venezolano rasgos relacionados con la violencia, la pasividad, la pereza, la incultura, el autoritarismo, la impulsividad, la superstición, la frivolidad y la desorganización. De esa autovaloración, apenas sobresalen algunos rasgos positivos asociados a la generosidad, la alegría, la simpatía, la inteligencia y la igualdad. Circunstancias que han yevado al psiquiatra Roberto de Vries señalar, (el Universal, 24-2-­1999), que los venezolanos identifican el placer como una misión de vida, por encima de valores como el amor, el trabajo y el saber, de manera que somos uno de los pocos países que, como Brasil tienen una cultura del placer. Esos elementos reiterados como negativos quedaron reveladas en dos nuestras elaboradas por las empresas encuestadoras venezolanas: Consciencia 21 (1999) Consultores 21 (1996), Datanálisis (1998). Pero no se ha investigado con profundidad las verdaderas causas que producen este paradigma de un venezolano contradictorio e inconsciente que se muestra en una especie de identidad escindida. Otro de los contrasentidos que anotan esas investigaciones es una marcada preferencia por la democracia, pero con un profundo y fuerte anhelo por la autoridad y la disciplina. Se le atribuye a la herencia del centralismo español, que ha estado presente en toda la pirámide de la burocracia oficial, desde los más altos mandos coloniales o republicanos hasta el funcionario del más modesto cargo. Autoritarismo que se refuerza día a día con la creciente concentración del poder, tal como lo narrara hace ya mas de un siglo Jacinto López, diputado en el Congreso Nacional de 1898: “El Emperador de la China es menos absoluto y menos bandido que ese monstruo que en Venezuela se yama Presidente. En torno suyo todos están de rodillas. Y es mucho. A veces están de vientre. Toda complacencia es poca, todo servilismo es pequeño…De pronto, el huracán de una Revolución se yeva aquella infamia al abismo, y se ve entonces que el gigante, el Monstruo, el Todopoderoso, era menos que un enano, algo menos que un mono… Se ve que no era nada” (el Conciliador, Caracas, 25.4.1900). El presidente Antonio Guzmán Blanco yego al colmo de la petulancia. En misiva del (31.8.1866) dirigida a su suegra, señalo que “yo no quepo en el molde de nadie, y todo lo que me esta inmediato, tiene que hacerse a mi imagen y semejanza” (Castellanos, 1969-13). En estas  últimas dos décadas la mayoría venezolanos creo que los más observamos aturdidos con un nudo en la garganta, la escalada de violencia homicida simpar en todos los sectores, las cifras acumuladas ya a este mes, son irritantes, lo de nuestras cárceles supera cualquier ejercicio de ficción, la desconcierto generada por la ausencia de coherencia del jefe de Estado, y sus las irresponsables expresiones de un  liderazgo, (Biforme) lo de la humillación al Diputado Juan Carlos Requesems, mostró con crudeza su talante fascista, y como dice Rojas Guardia frente este abominable, no puede dejar de recordar el aserto de Juan el Apóstol, cuando califica el tema de la inteligencia luciferina “fue y es homicida desde el principio”   como contracara los auto-señalados ungidos “demócratas” que intentan su reemplazo, desconcertados hemos buscado antecedentes en los clásicos y subsiguientemente en nuestros historiadores y hemos rozado con determinados intentos que en sus contextos trataron de explicárnoslo, Fermín Toro (1941: 301-303), señalo en un discurso sobre el centralismo pronunciando el 28 de septiembre de 1858: “Abandonemos el campo de las teorías descendamos a la práctica. Examinemos el elemento político de la parroquia” se refiere a las parroquias rurales, las más numerosas del país en ese momento. Alrededor de la plaza tres edificios notables: la iglesia, la cárcel y la casa de juez. Alrededor del cura, está lo más ocioso y holgazán de la población algunos santeros solicitando permiso para pedir limosnas, otros con calendarios para saber las fiestas que se esperan, otros para repicar las campanas y quemar cohetes. El santero recorre las poblaciones empleando prácticas supersticiosas y recogiendo fondos de los vecinos. Los jornaleros tienen de memoria sabido el calendario, pues poco importa que se hayan reducido los días feriados; (en el proceso hoy ampliados) todos se guardan, toda la población esta convocada treinta o cuarenta veces al año a las fiestas religiosas, donde todo se tributa menos el verdadero culto. ¡Lo que se ve en estas festividades es la holgazanería, es la reunión de una multitud de hombres que abandonan su trabajo! ¿Qué rodea al juez? Lo más corrompido y viciado de la población. Allí están los que yegan a cohechar al juez, los perjurados, los que examinan los archivos para falsificar las escrituras, para excitar pleitos entre los vecinos. ¿Qué se deduce de todo esto? Que hace falta civilización”. Cecilio Acosta en carta a Rufino J. Cuervo, datada en Caracas el 15 de febrero de 1878, señala “Da grima mirar como se burla: se sanciona la ley para que quede escrita, la práctica es otra; se levantan instituciones como se hacen adornos de un baile, sólo para el recreo; se crean favores para los que baten palmas, y para los vencidos penas; se invocan los principios para las aspiraciones propias, y la razón de Estado, que siempre ha de ser dura, para la humillación y los sufrimientos ajenos; y poniéndose caldo activo de fermento para agitar la sociedad, y originándose de semejantes agitaciones luchas alternativas y de ellas recriminaciones y pérdidas frecuentes, se ven aparecer o conservarse partidos espantosos que no saben más que odiarse excluirse los unos a los otros, para dejar en el escenario donde han representado su papel huellas de rapacidad, de enconos de sangre, y una ruina más. De resultas se vive de hoy para mañana; se hace para deshacer, se obra para destruir; se piensa para embaucar; se forman redes para prisiones y emboscadas para sorpresas; el engaño es recurso, la mala fe, la viveza, la ruindad titulo, los bienes mal adquiridos, poder, la desvergüenza credencial, el crimen hoja de servicios, la chocarrería, la concusión ojo negocio, el deshonor tráfico, el asesinato blasón…” Nos topamos con una comunicación diplomática de W. H. D. Haggard a Lord Landowne, fechada en Caracas el 16 de abril de 1900 (Funres, 1982 – 31). “Su excelencia se cansaría si yo le tuviese que explicar en alguna forma que es lo que pasa con el ingreso de Venezuela. En pocas palabras le diré escandalosa. Cada Presidente, cada Ministro del Gabinete, cada Administrador de Aduana, cada General activo, después de unos meses en el poder adquiere casas, propiedades y diamantes, se radica en París en ostentosos apartamentos”. Ídem. Graffe (el Nacional, 2-1-2000) basándose en ideas del filósofo holandés Peter Sloterdijk, ha aplicado el concepto de ADN cultural en nuestro país. El cual está combinado, por códigos sociales, contenidos o reflejados en la memoria colectiva de cada país, se activa en cada momento de la vida ordinaria y se verbaliza en el discurso. Aplicando este concepto, Graffe concluye que el ADN cultural venezolano se caracteriza por. 1. Relaciones basadas sobre sistemas de autoridad, dinero, apariencia y no en derechos; 2. Escasa ocasión para lograr metas; 3. El ejercicio del poder en beneficio del funcionario público; 4. La orientación de la educación para la formación del individuo; 5. La indolencia hacia el espacio público; 6. La protección del Estado a la sociedad sin exigirle nada al individuo; 7. La preferencia por redes sociales y amiguismos en los sitios de trabajo; 8. La firme creencia de que con mucha viveza y poco esfuerzo se progresa; 9. La poca vocación de crear héroes que se sacrifican por un ideal; 10. La preferencia por la estabilidad política y el poco cuestionamiento a los gobiernos; 11. La vulnerabilidad del patriotismo; 12. Las visiones cortoplacistas; 13. La marcada preferencia por el ocio. Francisco Depons, señalo en 1806 la excesiva prudencia que desarrollaban los venezolanos en los negocios: “Todas sus empresas se resienten de esta timidez que ellos yaman prudencia. Al azar dejan muy poco, mejor dicho nada”. Hasta el controvertible editor Rafael Poleo declaro en El Nacional, (29-11-1998): “Para los habitantes de este lodazal bituminoso, la política no es un instrumento de servicio ni de ejercicio histórico, sino el camino de la riqueza y la figuración”. “Esos habitantes no se avergüenzan cuando los botan del trabajo y gozan de franquicia para preñar mozas y no tan mozas que, de paso sueñan con ser preñadas. Todavía hoy uno de cada cuatro habitantes marginales se sacuden las lagañas con el sol ya caliente, se arrojan a la cara un poco de agua tomada del pipote de la puerta y echan una mirada sobre la ciudad donde bajará para atracar sus haberes a algún modesto ciudadano. Pero igual hace el empresario que cuadra con el ministro el contrato que los hará rico y salpicará algunos cuantos”. (Volveremos en una segunda entrega).

“Pasa el tiempo y el segundero avanza decapitando esperanzas”.

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