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Pedro García Otero: Ante dos poderes reales, se juega el ajedrez de la cautela

 

En las mentes de los venezolanos, la pelea entre el Gobierno y la oposición se juega metro a metro, y dependiendo del minuto, uno puede estar a punto de tomar el avión o el otro, listo para engrosar la lista de los presos políticos. Lo cierto es que la cautela con la que han actuado ha convertido una situación inédita en la historia política de la humanidad (el único país que tiene dos presidentes, dos parlamentos, dos tribunales supremos y dos fiscales generales) en un juego de ajedrez en el que el que se equivoque pierde todo.

La cautela del régimen de Maduro en este minuto (blindándose institucionalmente: al menos hacia lo externo, se mantiene sin fisuras), obedece a una razón muy sencilla: reconoce las fuerzas que están alrededor de Juan Guaidó, que son básicamente una población movilizada y a punto del estallido social nuevamente, y una coalición internacional como pocas veces se recuerde.

Pero también reconoce su propia fuerza. Está atrincherado, nunca lo estuvo más, pero sigue cohesionado y sobrevive día a día. Lo ha hecho antes y está curtido en esto. Sobrevivir es, de hecho, casi su único talento. El otro es una falta casi total, también, de escrúpulos, y una cara de concreto armado.

Por su parte, la oposición, tras el acto del miércoles, puede lucir desmovilizada, pero eso solo es en apariencia. Guaidó actúa sigilosamente, pero sigue recibiendo el reconocimiento de líderes mundiales, y Julio Borges, desde el exilio, afirma que han hablado con militares activos.

La tardía, y a cuentagotas, reacción de la Fuerza Armada, da a ver que más abajo del Alto Mando militar, las cosas no están bien –y no pueden estarlo, es simple lógica de la situación país-.

Que en un solo día, la oposición haya sumado a su lista de haberes a Suiza (dónde están muchas fortunas malhabidas), Alemania e Inglaterra (dos de las cinco más grandes potencias del mundo) y que Estados Unidos siga jugando al juego de picar a Maduro, revierte al final de la tarde, y de alguna manera, el respaldo interno que había logrado.

El “diálogo con objetivos”

Maduro, en tanto, se abraza a la tabla que le lanzaron México y Uruguay, sus dos únicos aliados potables ante la comunidad internacional que le adversa (lo de Uruguay es inexplicable), para promover un nuevo diálogo.

Llama al diálogo y desde temprano, en la prensa de Washington (no la gran prensa de Washington, que es el Washington Post, se aclara) los corrillos políticos estadounidenses dejan deslizar que están abiertos a dejar “salir” a Maduro y su familia. Una verdad que viene desde Sun Tzu: Nadie es tan tonto como para dejar a un enemigo mortal sin escapatoria.

Que México y Uruguay hablen de un diálogo “creíble” e “incluyente” dice mucho, sin embargo, de lo que piensan de los “diálogos” anteriores. Esta propuesta podría obtener respaldo de la Unión Europea, que ha llamado a una “solución política” que derive en unas nuevas elecciones.

Básicamente, lo único que esta parte de la comunidad internacional quiere es la convocatoria a unas elecciones limpias. La otra parte de la comunidad internacional (la línea dura de EEUU y el Grupo de Lima) las quiere sin Maduro en el poder.

En una posición intermedia están Inglaterra, Francia y Alemania, que se han adelantado a la indecisión de Pedro Sánchez, en España (quien igual felicita a Guaidó que manda a Borrell a decir cualquier cosa) y se han sumado al lado de Guaidó sin esperar a la Unión Europea.

Pero todos quieren unas elecciones creíbles, con supervisión internacional, y voto de los venezolanos en el exterior. Es lo que les ha pedido Guaidó a todos, incluyendo a Sánchez, lo mismo que pedía la oposición en 2016 y 2017. Es decir, a su favor, la oposición tiene coherencia en el discurso, un activo no menor frente a la desconfianza que universalmente genera Maduro.

¿Está Maduro dispuesto a eso? Probablemente no. Pero el mundo se rige por el dinero. Estados Unidos tiene aún una capacidad de presión mucho mayor, pero es un poco como el elefante en la cristalería: es el gran argumento de la izquierda mundial en favor del régimen, quizás el único que le queda. Pero Guaidó le ha solicitado ayuda humanitaria, tiene a Suiza para que le mande una relación de cuentas y cuentahabientes sospechosos, tiene a Inglaterra, tiene a Alemania (ambos centros financieros de primer nivel mundial, lo que aterra a esos mismos cuentahabientes: en algún momento todo el dinero del mundo pasa por Zurich, Frankfurt, Londres, Tokio o Nueva York, y todos están de lado de Guaidó); tiene a Brasil, Colombia, Ecuador…

En cambio, en los cuatro puntos cardinales, los primeros aliados de Maduro están a miles de kilómetros.

Eso es un as gigantesco a favor de la oposición, que tiene poder real, y la partida es de ajedrez. Por ahora, Maduro comprende que no puede patear la mesa. Por ser cautelosos, ha sido cauteloso hasta Tarek William Saab, quien se ha manifestado contra la juramentación de Guaidó, pero, por ahora, sin hacer amenazas de uso de la fuerza.

El ritmo de la calle

La política tiene unos tiempos, pero en Venezuela la calle siempre ha tenido otros, y nunca tanto como hoy. Siempre fue esto un lugar común, pero ahora es un lugar común real. Y esos tiempos formarán ahora, como nunca, parte de cualquier negociación. Maduro ha sido amenazado, de forma vaga, por EEUU, que señaló que respondería a cualquier agresión a Guaidó… O a cualquier agresión a secas.

En un entorno donde la maquinaria de represión del régimen parece funcionar incluso mejor que en 2017, y ahora actúa en los barrios (supuestos bastiones del chavismo) la urgencia de todas las partes (internas y externas) por controlar un conflicto de dimensiones desbordadas es más acuciante aún que hace dos años.

Eso juega en contra de Maduro, que no solo ve cómo su fama de represor crece, sino, además, que tiene que tener mesura en un escenario que en cualquier momento se le puede desbordar. Las fuerzas de la represión, todas formadas con criterio (para)militar, no muestran fisuras.

Pero un desborde de la calle (perfectamente posible) y centrado en los barrios populares (también muy factible) puede desequilibrar la balanza de la Fuerza Armada.

Dentro de todo este escenario está también la impaciencia opositora. No es la primera vez que la oposición se queda sin el día después; de hecho, siempre ha sido así. El chavismo es mortal en sus contraataques porque tiene, nuevamente, las instituciones a su favor.

En resumidas cuentas, hay dos fuerzas muy poderosas, ambas con apoyos internacionales, enfrentadas en un país.

La alarma internacional está más que justificada. Y se está caminando por donde nunca se había hecho. Esto, insisten todos los expertos, es una crisis inédita en la historia internacional. Y en algún momento, tiene que haber una negociación.

Lo que implica que Maduro debe decidir qué quiere negociar. Esta vez, con el elefante (EEUU) encima de su pecho. Y al frente, alguien que es todo lo que él no es: Joven, delgado, con buen discurso, una esposa guapa, y querido por las multitudes.

La cosa está interesante y se vive, como dije al principio, día a día.

Casi minuto a minuto. En este que acaba de pasar, por cierto, Guaidó le ofrece una amnistía a Maduro…

ND

 

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