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Enrique Meléndez: ¿Hacia una economía productiva?

 

Aristóbulo Istúriz dice que la constituyente cubana va a permitir dar el salto a la economía productiva, y ya desde un comienzo nos encontramos en su discurso con esa figura, que en filosofía se conoce como una tautología, es decir, una igualdad en los términos de que se habla, si se toma en cuenta que economía y producción son sinónimos; casos de los cuales se ocupó Jorge Luis Borges a través de relatos como el de “Pier Menard, el autor del Quijote”, y en donde se parte de la idea de un personaje, que intenta escribir la famosa novela cervantina en pleno siglo XX, y lo que sale de allí es el mismo texto que escribió Cervantes a comienzos del siglo XVI.

Lo que significa que esto, que habla Istúriz, no es sino eso que se conoce vulgarmente como paja, y que es lo que hemos venido oyendo los venezolanos desde que se instauró este gobierno; gamelote, como también se le llama, y que no pasa de ser un anuncio de buena voluntad; que al tiempo se olvida; como aquellos anuncios de Hugo Chávez de la “Ruta de la Empanada”; los “Gallineros Verticales”, “La Agricultura Urbana”, etcétera. Entre tanto, el kilo de zanahoria ya va por los seis mil bolívares en el abasto de la esquina y pare de contar.

Aparte de que toda reactivación económica pasa por el establecimiento de unas reglas del juego claras; con el llamado al empresariado nacional, a la cabeza de Fedecámaras, CTV, ligas campesinas, a los fines de llegar a acuerdos sobre planes de producción a corto, mediano y largo plazo; recuperación del aparato productivo del país; lo que implica devolución y exoneración de las propiedades, que les fueron confiscadas o expropiadas a sus antiguos propietarios, y que es lo que menos se asoma en las palabras de Istúriz.

¿Una agricultura de conucos? He allí otro concepto que se maneja allí, y que estuvo en boca de Chávez desde los primeros años de su gobierno, y que fue lo que dio lugar a la serie de invasiones, que vimos; luego de la intervención del famoso hato de La Vergareña de la familia Aspúrua de Barinas: millones y millones de hectáreas, pertenecientes a haciendas, que estaban en pleno proceso de producción, y de las cuales no han quedado sino desiertos, cuando no barrios marginales; pues entre los invasores lo que abundaba era el personaje, que se conoce como “el sin techo”; que no tenía ni la más mínima idea de lo que era una siembra, y que al solo llegar a la propiedad, terminó por comerse el ganado, que se criaba allí; vendiendo las cosechas agrícolas; sus bienechurías donde se vieron casos de gente que se mataba por disputas locales; tomando en cuenta que en esos medios lo que imperaba era la ley del más fuerte, y que es lo que explica los niveles de escasez, que padece hoy la sociedad venezolana; que ha traído un profundo malestar en la población; de modo que hoy se habla de la mayor suma de infelicidad posible; al contrario de lo que proclamaba Chávez, haciéndose eco de la expresión de Simón Bolívar en su célebre discurso de Angostura, y donde éste consideraba que el mejor gobierno era aquél que garantizaba la mayor suma de felicidad, la mayor suma de bienestar y la mayor suma de seguridad posible.

Agrega Istúriz que Venezuela cuenta con todos los mecanismos, para alcanzar eso que se conoce como la cultura de la soberanía alimentaria; partiendo de ese aparato de terror, que es esa constituyente, repito, de inspiración cubana, y que se erigió, saltándose todo los procedimientos constitucionales, precisamente, para comenzar a pasar factura a todos los enemigos del régimen; empezando por la Fiscal General, Luis Ortega Díaz; quien se vio obligada a huir del país, junto con su marido, el diputado Germán Ferrer, además del tren ejecutivo del Ministerio Público.

¿Sustitución de importaciones? He allí donde se le notan las costuras del lenguaje hueco de Istúriz, cuando esa fue una política que quedó desfasada en el tiempo; que tiene más de sesenta años de historia en este país, y que fue revisada y considerada, precisamente, obsoleta a raíz del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez; cuando se descubrió que había que producir en igualdad de condiciones, en función del mejoramiento de la calidad de la producción.

Además, ¿con qué movimiento empresarial? Nadie se va a atrever a invertir en un país; donde no hay ni garantías jurídicas y económicas; donde hay un dictador, que utiliza el recurso de la expropiación como un arma de venganza política; como sucedió en el caso de La Vergareña; una hacienda que Chávez decía que había pertenecido a su bisabuelo, el famoso Mai Santa, y que por eso la confiscaba.

¿Quién no recuerda a aquel famoso ministro de Agricultura y Tierras, Juan Carlos Loyo, en su afán de invadir fincas con un revolver al cinto? Un hombre que sometía con la Guardia Nacional, a los productores, que se le resistían, y los ponía a hincarse de rodillas, como castigo, así como al personal administrativo de las haciendas, y los mantenía así por horas. He allí la famosa guerra económica; que es a lo que le achaca el gobierno el flagelo de la escasez, y que hoy en día ronda del 80%. Obsérvese que hay economistas que dicen que el famoso exprópiese de Chávez ocasionó a la economía pérdidas hasta de 80 mil millones de dólares. Repito, en estas condiciones nadie se va a atrever a invertir un centavo en cualquier actividad económica; cuando, precisamente, cualquier plan de desarrollo económico, lo primero que tiene que contar es con la empresa privada; pues de otra forma, esos millones de hectáreas, que fueron expropiadas y quedaron en manos del Estado, está visto que ningún invasor las pudo poner a producir; sobre todo, porque se trataba de una gente sin ninguna experticia en la materia; pura gente improvisada.

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