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Néstor Francia / Análisis de Entorno: El discurso de Trump (I) (20-09-2017)

Es necesario dar al discurso de Donald Trump en la asamblea general de la ONU, el día de ayer, la trascendencia que tiene . Es natural que se haya concentrado la atención
mediática y política en las referencias a situaciones y países que concitan la principal atención tanto de las políticas imperialistas como de los manejos mediáticos: (Corea, Irán, Venezuela, Cuba, ISIS, Siria, inmigrantes). Por supuesto, los gobiernos y pueblos de esos países y los de aquellos que se vinculan a asuntos como los de ISIS y los inmigrantes, están en el deber ineludible de responder adecuadamente a las agresiones y amenazas del líder imperial. Pero el discurso es mucho más preocupante si lo encuadramos en la realidad del mundo global y en lo que atañe al destino de toda la Humanidad.

Para acercarse a comprender todas las implicaciones de este discurso, hay que leérselo íntegro, cosa que hemos hecho en la madrugada de este día, en su transcripción íntegra en inglés, pues por más que la buscamos en español, no pudimos encontrarla, ya aparecerá.

Lo primero que debemos asomar es que no es para nada una pieza improvisada ni temperamental, como suelen ser algunas de las “salidas” de Trump. Es un discurso bien preparado, hilvanado, con objetivos claros, y direccionado hacia audiencias precisas y seleccionadas, sobre todo hacia las fuerzas planetarias aliadas al imperialismo. Se trata de una toma de posición estratégica, histórica del Estados Unidos imperial, y de una convocatoria a asumir, de parte de las fuerzas oscuras, un papel beligerante en la época histórica que vivimos.

Hemos escogido unos cuantos fragmentos que sustentan esta visión que planteamos. Es nuestra intención iniciar una serie de estos Análisis, basados en la consideración de esos extractos. No sabemos si los capítulos de esta serie aparecerán todos los días, puesto que hay circunstancias que obligan al análisis puntual e inmediato. Pero no terminarán hasta que no hayamos acabado de argumentar el juicio que nos hemos hecho de la intervención del presidente yanqui en la ONU. De más está decir que usaremos nuestra traducción propia y libre.

Es muy significativo que la primera idea que contiene el discurso en su proyección hacia el mundo -después de breves referencias a los desastres naturales en curso y a la gestión interna de Trump- sea la de una brutal amenaza militar: “Se acaba de anunciar que invertiremos casi 700 billones de dólares en nuestro ejército y nuestra defensa… Nuestro ejército será pronto el más poderoso que haya existido jamás”. Se trata de una premisa que lo condiciona todo: somos los más poderosos, podemos destruir a nuestros enemigos, así que tendrán que respetarnos y temernos. Más claro no canta un gallo.

La amenaza militar de Trump establece los límites y las condiciones de las relaciones mundiales, y prepara el terreno para la expresión de todas las ideas posteriores contenidas en el discurso. No se trata de una fanfarronería, en realidad el término “pronto” no busca sino reforzar la dimensión de la amenaza, ya que el ejército yanqui es ya el más poderoso de la Historia. Lo demuestran así la cantidad de sus efectivos militares, lo colosal de su arsenal, incluida la enorme acumulación de armas nucleares y de destrucción masiva en general, sus bases militares ubicadas en todos los continentes, sus flotas navales capaces de atacar en todos los océanos y mares, sus sofisticados sistemas de espionaje, la cantidad y variedad de sus ejércitos aliados en mayor o menor grado.

Por supuesto esa fuerza militar descomunal no puede sino moverse en medio de los condicionamientos económicos y políticos que imponen la situación mundial y la crisis estructural del capitalismo, por lo que la amenaza no se basta por sí sola. De allí que no es posible aislarla de los objetivos políticos de todo el discurso.

Casi inmediatamente después de presumir de su fuerza militar, Trump define, de manera general, a los “enemigos” que habrán de sufrir las consecuencias, si ese poder armado fuese usado en contra de ellos: “Los terroristas y los extremistas han reunido fuerzas y se han extendido a todas las regiones del planeta. Los regímenes criminales representados en este organismo no sólo apoyan a los terroristas sino que amenazan a otras naciones y su propio pueblo con las armas más destructivas conocidas por la humanidad… El autoritarismo y los poderes autoritarios buscan colapsar los valores, los sistemas y las alianzas que impidieron el conflicto e inclinaron al mundo hacia la libertad desde la Segunda Guerra Mundial”. En ese saco cabemos todos, aunque podrán “salvarse” de él todos aquellos que se sometan a los designios imperiales. De esta manera, Trump define dos términos fundamentales de su estrategia para enfrentar los desafíos que le plantea la lucha de clases mundial: este es mi poder, estos mis enemigos.

Y por supuesto, se trata, para el Imperio, de una guerra que no admite términos medios, o estás conmigo o estás contra mí: “Para decirlo de manera simple, nos encontramos en un momento inmensamente prometedor y también de grandes peligros. Queda totalmente en nuestras manos si elevamos el mundo a nuevas alturas, o lo dejamos caer en un valle de lágrimas”.
Establecidas esas premisas en el discurso, se adentra luego Trump en los terrenos pantanosos de la política. Pero eso queda para una segunda entrega.

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