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Isaac Villamizar: Pésima memoria

Los venezolanos tenemos pésima memoria. Por decir lo menos, la tenemos cortita. En muchos casos sufrimos de olvido total. Esta mención es común escucharla en ciertas conversaciones. Y es una afirmación dura, pero creo que es real. La memoria es una función del cerebro que nos permite codificar, almacenar y recuperar la información del pasado. Por su alcance temporal, convencionalmente se clasifica en memoria a corto, mediano y largo plazo. En cualquier caso, surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, lo cual permite retener experiencias pasadas. El hipocampo, estructura marginal de la sustancia gris cortical del lóbulo temporal, es el que, según psicólogos y neurocientíficos, tiene un papel importante en la formación de nuevos recuerdos de los acontecimientos experimentados, tanto episódicos como autobiográficos. Pues bien, parece ser que el hipocampo colectivo venezolano está seriamente alterado. Veamos.

A los venezolanos se nos olvidó que Hugo Chávez fue el artífice de convertir a un país que estaba llamado a ser potencia mundial, en el más miserable y devastado de Latinoamérica. Se nos olvidó que, con pito de por medio, Chávez despidió al mejor talento de la gerencia petrolera y acabó con una de las empresas que se encontraba en el top ten de las más fuertes y poderosas del mundo. PDVSA pasó de la prosperidad a la quiebra prácticamente y de ser productora y procesadora de petróleo, a ser la más detestada entre el comercio internacional, y de paso colocada a realizar funciones no propias de su real misión. A los venezolanos se nos olvidó que la producción agrícola y pecuaria fue arrasada, robada y expropiada. El campo fértil y generador de rubros alimenticios importantes, se convirtió en desierto estéril y abandonado. A los venezolanos se nos olvidó que miles de industrias y fábricas, pequeñas y grandes, cerraron sus puertas y dejaron sin trabajo a una gran parte de la población laboral activa, causando el mayor índice de desempleo de la historia nacional. A los venezolanos se nos olvidó que la revolución que iba a proveer felicidad, generó odio, desunión y hasta desencuentros familiares por causa de la ideología basada en la mentira. En fin, a los venezolanos se nos olvidó que aquel venezolano bonachón, alegre, vivaracho y jocoso, fue transmutado a uno amargado, atormentado, arruinado, y en algunos casos hipnotizado, hasta hacerle creer que por encima del hambre, de la pobreza y de la ruina está la defensa a ultranza de una pseudo revolución socialista del siglo 21.

En los últimos tiempos a los venezolanos se nos olvidó que a un Presidente se le cuestionó su legitimidad y hasta su nacionalidad. Se nos olvidó que el único órgano del poder público, legítimamente electo con amplia mayoría, lo declaró en abandono de cargo y le atribuyó serias violaciones de derechos humanos fundamentales. A los venezolanos se nos olvidó que un Tribunal Supremo de Justicia defenestró la Constitución en la cañería de la ilegalidad, usurpó las funciones legislativas y violentó esa Carta Magna para favorecer, con interpretaciones jurisprudenciales acomodaticias, a un régimen cuyo único propósito es permanecer en el poder a costa incluso de la vida y la libertad de las personas. A los venezolanos se nos olvidó que ese Poder Legislativo -se supone representante de la voluntad popular-, llamó a un desconocimiento del Poder Ejecutivo arbitrario, a través de los Artículos 333 y 350 constitucional. A Los venezolanos se nos olvidó un 16 de julio, cuando expresamos que rechazábamos a una constituyente inconsulta de la opinión del poder originario del pueblo, que exigíamos respeto de la Constitución por parte de las Fuerzas Armadas y que estábamos de acuerdo en formar un gobierno de transición nacional, para rescatar la gobernabilidad y la institucionalidad.

A los venezolanos ya se nos olvidó que jóvenes guerreros, con sueños y esperanzas por su mañana mejor, pelearon, con escudo simbólico en mano, contra la represión y la barbarie cruenta de militares y colectivos, y dejaron en el asfalto y las aceras teñidas de sangre, esas aspiraciones de una Venezuela libre. A los venezolanos se nos olvidó que elegimos unos diputados para legislar y controlar y no para dejarse liquidar como Asamblea Nacional. A los venezolanos se nos olvidó que esos diputados, sin nuestro permiso, dejaron sus curules para codiciar una parcela o un campo de árboles estadales, olvidando que hay un bosque incendiado y arruinado social y económicamente.

Esta amnesia, esta atrofia del hipocampo, esta pérdida de memoria del venezolano, alimentada con los trapos rojos que a diario nos saca el gobierno para embestir esas conexiones neuronales, no nos permite reflexionar a fondo que si no salimos del causante de estos olvidos, ya pronto nos quedaremos no sólo sin cerebro, sino corporalmente en cenizas o sepultados en un país que ni sabremos si es nuestro, si se llama Venezuela o si definitivamente desapareció de la faz de la tierra, sin referencias de tiempo y espacio.

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