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Néstor Francia / Análisis de Entorno: El discurso de Trump (y IV) (25-09-2017)

Hoy terminaremos con esta serie de Análisis en los que hemos intentado adelantar una consideración integral del discurso pronunciado por Donald Trump el pasado 19 de septiembre en la ONU. Antes de abordar esta última entrega, queremos ensayar un resumen de los aspectos principales que hemos destacado de este discurso que hemos definido como estratégico e histórico, expresión de la contraofensiva imperialista frente a la crisis global y estructural del capitalismo en la cual se profundiza cada vez más su pérdida de la iniciativa política y su dominio económico mundial, es decir su hegemonía planetaria, que lo enfrenta a la rebelión de los pueblos y de las naciones soberanas, y al surgimiento de un mundo multipolar y sumido en múltiples contradicciones de diversa índole.

Ese resumen se tiene que iniciar con la amenaza militar de Trump contra el mundo, con la ostentación de su poderío armado, que sigue siendo claramente superior al de cualquier otro país. Es la única arma que le queda realmente para el chantaje generalizado a otras naciones. La reacción de Venezuela ante las recientes sanciones económicas, fundamentada, entre otras cosas, en la vulnerabilidad del dólar como moneda mundial y en las alianzas que han desarrollado potencias como Rusia y China por doquier, y que abren opciones para la defensa de países agredidos por la prepotencia imperial, demuestra que los países agredidos están en capacidad de emular a Cuba, que ha resistido por décadas el bloqueo económico imperialista.

A la amenaza militar sigue la definición del enemigo: terroristas, extremistas y regímenes criminales. Al menos en una de esas categorías entran todos aquellos gobiernos que no aceptan la tutela esclavizadora del imperialismo. Con ellas se ha sustituido al enemigo durante la guerra fría, el comunismo, aunque ya veremos que de algún modo ese espectro está de vuelta.

Otro aspecto fundamental del discurso es el llamado de atención a sus aliados, el más importante destinatario de sus palabras, conminándolos a la acción: o estás conmigo o estás contra mí, no hay medias tintas.

Para la defensa del estilo de vida “occidental” decadente y de la hegemonía del Imperio, Trump divide las aguas y exige lealtades para encarar la lucha de clases mundial en desarrollo.

Trump convoca a la globalización de la guerra mundial en defensa de la burguesía acechada por los pueblos en rebeldía.

La estrategia de Trump es defensiva, para ello reivindica un supuesto carácter épico de sus agresiones en la Historia. Se trata de una contraofensiva contra sus “enemigos” en el  mundo, inspirada en la nostalgia por un pasado “glorioso”.

Trump muestra conciencia de sus vulnerabilidades económicas y políticas, y lanza un SOS a sus aliados y les urge a involucrarse más en la tarea.

Hecho este apretado resumen, aterricemos en la última consideración que haremos del discurso histórico del presidente yanqui. Por primera vez en mucho tiempo, Estados Unidos resucita de manera explícita al  enemigo profundo, el coco que enarboló por tanto tiempo y que ahora, en esta época en la que vivimos, ha sido rescatado por un ser “inferior”, que según el extremismo racista, ha debido comportarse como un subordinado y no como un alzado. El coco se llama socialismo y su nuevo demiurgo es Hugo Chávez.

Trump intenta disimular su temor al “fantasma que recorre  el mundo” desde que Marx y Engels sembraron el concepto del socialismo dialéctico, e imprimirle una impronta meramente pragmática a su cruzada: “Queremos armonía y amistad, no conflictos y luchas. Nos guiamos por los resultados, no por la ideología. Tenemos una política de realismo de principios, arraigada en objetivos, intereses y valores compartidos”. Pero le es imposible esquivar el tema ideológico, que es el meollo de la actual guerra histórica que se manifiesta en la lucha de clases mundial: el enfrentamiento decisivo entre el capitalismo y el socialismo.

En ese sentido, Trump coloca en el centro de su odio clasista a Venezuela: “El problema en Venezuela no es que el socialismo haya sido mal implementado, sino que el socialismo ha sido implementado cabalmente. Desde la Unión Soviética pasando por Cuba y hasta Venezuela, dondequiera que se haya adoptado el verdadero socialismo o comunismo, este ha producido angustia, devastación y fracaso. Aquellos que predican los principios de estas ideologías desacreditadas sólo contribuyen al sufrimiento continuo de las personas que viven bajo estos crueles sistemas”. Bien, como debe ser, el río vuelve a su cauce mientras se aclaran las aguas. Ya sabemos, a fin de cuentas, quien es el enemigo entre los enemigos: la revolución sistémica, el socialismo, la luz al final del túnel que revivió y proyectó el gran Gigante de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI, Hugo Chávez.

Nosotros queremos terminar esta serie parafraseando a Donald Trump: Los revolucionarios queremos armonía y amistad, no conflictos y luchas. Debemos guiamos por los resultados, pero sobre todo por la ideología. Tenemos una política de realismo de principios, arraigada en objetivos, intereses y valores que no compartimos con el “Big brother”:  Los de la Revolución antiimperialista y socialista. En eso andamos, por eso

luchamos.

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