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Luis Fuenmayor Toro: Un odio sin precedentes recientes

Es insólito que el proyecto político desarrollado a partir de 1999, que suponía por lo menos un perfeccionamiento de la democracia, para no hablar de un cambio del modelo económico pues jamás fue prometido por Chávez, haya llevado al pueblo de Venezuela al estado de minusvalía política, económica y social en que hoy se encuentra, aderezada por un estado mental fuertemente comprometido por el odio y las conductas más primitivas del ser humano. Y me refiero a quienes siguen aún al liderazgo chaveco, a quienes se les oponen e incluso a algunos de quienes se mantienen enfrentados a las dos propuestas, convencidos de que en lo fundamental son similares y no conducirán sino a suplantar una mafia dirigente por otra casi similar. A estos tres grupos se añade el conjunto de la población en general, menos cercano de la política, que busca principalmente como sobrevivir, sin enterarse o comprender realmente lo que sucede más allá de la diatriba vigente.

Independientemente que Venezuela, como los demás países, siempre estuvo dividida en clases sociales, con la existencia de las contradicciones inherentes a los distintos intereses de las mismas, nunca desde 1958 para acá se había profundizado un odio de la magnitud que hoy percibimos en quienes se enfrentan políticamente. Ni siquiera en el corto período de la lucha armada, donde hubo hasta un verdadero intento de magnicidio, las relaciones entre los venezolanos llegaron a deteriorarse tanto. Y no hablo de los dirigentes, pues ellos son actores escenificando una tragicomedia, sino de las personas afectadas dentro del común de la gente. Quienes odian al Gobierno realmente lo sienten de esa manera, por lo que es imposible que tengan un poco de sindéresis en sus opiniones y posiciones políticas. Del lado gubernamental ocurre exactamente lo mismo, por lo que la insensatez domina el escenario de la confrontación.

Es imposible mantener una discusión o un simple intercambio de ideas en las que se confronte las posiciones de unos y otros. La menor crítica lleva a la agresión, a la descalificación gratuita, sin que exista ninguna diferencia en el comportamiento de quienes están enfrentados. No se entiende cómo la sustitución de los chavecos va a cambiar el patológico estado de ánimo actual, si sus reemplazantes tienen idéntico comportamiento. El chavecismo ha sido indolente, cínico, grosero y atropellante, para ellos los opositores son gusanos traidores, calificación aprendida de los cubanos. Deben ser aplastados junto con sus familiares. Pero quienes se proponen sustituirlos son exactamente iguales y a veces peores, pues consideran a sus adversarios asesinos corruptos narcotraficantes al servicio de Cuba, para quienes la cárcel es poco y deberían morir y mejor si lo hacen a manos del ejército gringo, a quien aspiran a ver en el país lo antes posible,

Esta carencia de identificación con su país, con la nación a la que pertenecen, generada por un rencor patológico extremo, es nueva en la forma de ser del venezolano y es, sin duda, una creación de la “revolución bolivariana”. Clases sociales había, enfrentamientos también, pero el odio actual hasta niveles patológicos es parte del legado de Chávez y de la oposición apátrida y nos hace vislumbrar un futuro muy obscuro.

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