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Gustavo Coronel: ¡Viva España!

 

Soy venezolano de nacimiento y hace 15 años emigré a USA y adquirido la nacionalidad de ese país, además de conservar la venezolana. Además, nunca he pisado tierra de España sin sentirme español. No es algo que se pueda explicar racionalmente, sino por la vía de la emoción. Al pisar la bendita tierra de España me siento español, disfruto del aire que respiro, del paisaje que veo, de la comida y la bebida maravillosa de sus mercados y variados restaurantes que van desde los arroces hasta los jamones, desde el tempranillo hasta los albariños. En una época, en La Candelaria, barrio de Caracas, comíamos casi más español que en España. Había que ir a Valencia, España para disfrutar de una paella como la de “Las Cancelas”, en Sabana Grande. Ojalá que todavía exista, ya que tengo casi 15 años que no piso la tierra que me vio nacer.

Tan pronto llego a Madrid me voy con mi esposa al mercado de San Miguel, a comer jamón, a tomar jerez, a ver gente, a sentirme español. En Barcelona paseamos deleitados por la zona vieja de la ciudad o vamos a comer mariscos en Barceloneta.

Cuando viajamos a Segovia, antes de llegar, cuando aún bordeamos los campos adyacentes a la ciudad, experimento una profunda emoción, la emoción de quien siente estar llegando a casa. En Segovia, creo, están mis raíces más profundas, las raíces del anciano Abraham Senior bautizado como Fernán Coronel por el Rey de España, para evitar su expulsión. A los 80 años no se sintió Abraham suficientemente fuerte para emigrar. Todavía hoy, a escasas dos cuadras de la Plaza mayor de Segovia, está la casa de los Senior – Coronel, hoy convertida en un museo judaico. Juan Bravo, el héroe segoviano se casó con Ana Coronel. Al caminar por la ciudad experimento un profundo “déjà vu”, irracional seguramente, pero no por ello menos fuerte, la cual me dice: Estoy en casa.

Hoy día, cuando la humanidad debería caminar hacia la integración, hacia la unificación de la raza humana alrededor de un planeta pequeño y amenazado por la insensatez, momentos en los cuales uno pensaría que un venezolano, naturalizado estadounidense, con parte de su corazón en Segovia, debería ser típico de un proceso de integración mundial, me encuentro con que en Cataluña hay un movimiento que llama a la disgregación, a lo que esos grupos llaman “independencia”.

Y uno se pregunta “independencia” de qué. ¿Es que acaso un territorio de siete millones de habitantes puede darse el lujo de ser “independiente” en la Europa de hoy? ¿Es que alguien piensa que ir de regreso hacia los niveles tribales es la tendencia que más le conviene al mundo?

No puedo adivinar los sentimientos que anidan en los corazones de los catalanes y no soy yo quien deba votar por el futuro de su región. Eso corresponde a ellos. Pero, como venezolano, como estadounidense, como español, como ciudadano del mundo, anhelo ver una Cataluña firmemente unida a España, a una España firmemente enlazada a la Unión Europea, a una Unión Europea firmemente cohesionada alrededor de unas Naciones Unidas democráticas y civilizadas.

Ese es el camino. El otro camino, ese que pretende separar a Cataluña de España nos llevaría de regreso a la Edad Media.

 

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