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El laboratorio donde se descubre el secreto del orgasmo femenino

 

El orgasmo femenino es para los hombres como esa asignatura pendiente de la carrera: ni se les da bien ni lo han estudiado lo suficiente como para hacerlo mejor la próxima vez. No es una invención. Aunque los porcentajes varían, todas las investigaciones coinciden en que las mujeres heterosexuales disfrutan menos que las homosexuales y que los hombres. Según una investigación realizada por el Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana, tan solo alcanzan el orgasmo en el 61,6% de ocasiones, por un 85,5% de los varones.

El cerebro es el órgano más poderoso cuando se trata de tener orgasmos potentes, sobre todo en el caso de las mujeres. El sexo no se reduce al plano físico: las emociones juegan un papel relevante en el acto y, sobre todo, en que se alcance o no el éxtasis.

Masturbación como tratamiento

El enfoque de Prause es bastante claro: el sexo como una forma de mejorar la salud general, como tratamiento para la depresión, el dolor crónico, los trastornos del sueño e incluso la artritis. “Algún día los médicos deberán prescribir el onanismo. Es natural, gratuito y accesible”, asegura. Cientos de investigadores han estado estudiando el sexo y los orgasmos durante más de medio siglo. Muchas personas piensan que todo lo fundamental está aprendido, pero están equivocados. Sigue habiendo una notable cantidad de incertidumbre sobre ese clímax intenso.

Después del orgasmo, el cerebro masculino tiende a responder menos a la estimulación mientras que el femenino continúa haciéndolo

Prause intenta cambiar las cosas. Está a la vanguardia de una carrera para decodificar la compleja cascada de señales al orgasmo femenino. Es una búsqueda cargada de complejidad: los científicos no pueden estar en la habitación mientras un voluntario se excita sexualmente; el dinero de la subvención es limitado y tiende a ser dirigido hacia estudios sobre enfermedades como el cáncer. “Las investigaciones sexuales son difíciles de vender”, explica la doctora.

Para los científicos, el orgasmo femenino es esquivo y complejo. En verdad, el éxtasis de ellas dura más tiempo. En concreto, un 20% más: 10,9 segundos para las mujeres y 8,7 para ellos. Lo demuestra un estudio realizado por el fabricante de juguetes sexuales Lovehoney, que además señala que para el 41% de las mujeres el clímax dura 11 segundos o más, en comparación con el 26% de los hombres. Y no solo eso, ellas lo alcanzan un 65% de las veces en comparación con el 95% que lo hacen ellos, según otro estudio de la Universidad de Memphis.

Las mujeres tienen ventaja

El estudio sugiere que el orgasmo femenino puede generarse desde al menos cinco áreas: el clítoris, el punto G, el cuello uterino, los pezones y los lóbulos de las orejas. Algunas incluso pueden alcanzarlo solo con su imaginación. “La evolución quiso que nosotras disfrutáramos del sexo”, dice la antropóloga y bióloga Helen Fisher. “Complacer a una mujer en la cama es una ventaja para cualquier hombre. Si lo consigue, volverá y lo hará de nuevo. La única forma de “ser inmortal” es si una mujer tiene un bebé, así que es un mecanismo de adaptación para querer complacerla”, explica.

Barry Komisaruk es el director de otra investigación y ha estado estudiando los orgasmos durante más de 15 años. Fue el primero en mostrar en qué parte del cerebro ocurre el clímax. El doctor utiliza resonancias magnéticas y su equipo desliza un escáner que realiza fotos del cerebro de una mujer mientras se masturba. La máquina registra el flujo sanguíneo, la oxigenación y los indicadores de la actividad neuronal.

Entre sus hallazgos se encuentra que el cerebro no tiene una “parte sexual” exclusiva, pero las áreas asociadas con el placer y la memoria se activan con el orgasmo y por eso siempre queremos más. “Muchas regiones diferentes se iluminan. No es algo sorprendente porque hay muchos sistemas del cuerpo implicados en el proceso. El orgasmo comienza con la corteza sensorial genital y luego se propaga a las áreas del sistema límbico, incluida la amígdala y el hipocampo junto con la ínsula y la corteza cingulada anterior (también activos cuando sientes dolor). Algo que explicaría por qué el orgasmo puede tener un efecto bloqueador del dolor”, explica Barry.

Diferencias clave/strong>

Después del orgasmo, el cerebro masculino tiende a responder menos a la estimulación, mientras que el femenino continúa haciéndolo. Esto explicaría por qué ellas pueden tenerlos múltiples en comparación con ellos, que suelen necesitar un descanso antes de volver a tenerlo. Para Janniko Georgiadis, neurocientífico holandés, lo importante no son las regiones que se encienden en el cerebro, sino las que se apagan.

El éxtasis de las mujeres dura más tiempo. En concreto, un 20% más: 10,9 segundos para ellas y 8,7 para ellos
Este doctor utiliza tomografías por emisión de positrones (PET) para sus estudios, los resultados fueron parecidos a los de Komisaruk, pues ambos descubrieron una disminución del flujo sanguíneo relacionado con el orgasmo en ciertas regiones, especialmente la corteza prefrontal y la temporal, áreas relacionadas con la planificación y la comprensión. Durante el clímax las áreas que se encienden cuando hablas, escuchas o piensas son aproximadamente un 10% menos activas en comparación con las etapas anteriores.

“Cuando experimentas un orgasmo tienes una percepción alterada de las cosas que suceden a tu alrededor. Hay menos consciencia y menos miedo. Nadie es capaz de pensar con claridad, lo que encaja con este fenómeno”, explica Georgiadis. Traduce esto a lo que sucede en el dormitorio y verás por qué una mujer llega al clímax más fácilmente cuando está relajada. En su caso, ella puede cerrar esas partes de su cerebro; en el tuyo, se les pide que se iluminen. La puerta de entrada al orgasmo es dejarlo ir.

La razón por la que un investigador ve que el cerebro se ilumina mientras que el otro lo ve opaco podría deberse a los diferentes métodos que utiliza: resulta que lo que se cree acerca del orgasmo depende de la lente a través de la cual se mire. “La activación no siempre significa excitación: cuando Komisaruk ve que las regiones cerebrales frontales se iluminan, puede ser que simplemente el centro de comando pide a otras partes que se retiren. Puede ver esa activación pero no identificarla y la PET podría hacer esa distinción, pero no aisla momentos específicos”, explica Jim Pfaus, neurocientífico canadiense. “Ahí es donde Prause tiene la ventaja, su método es más rápido”, añade.
Interruptor del sistema nervioso

El orgasmo de Jeilyn fue registrado por un electroencefalograma (mide la actividad cerebral). A diferencia de los sistemas de los otros dos investigadores, no es bueno para averiguar el “dónde” sino el “cuándo”, puede recoger los cambios en intervalos de 20 milésimas de segundo.​ Las imágenes han revelado que el patrón del orgasmo es el mismo que ha registrado en otras participantes y que la doctora describe como “interruptor simpático del sistema nervioso”.

Prause sostiene que el clímax está relacionado con un botón de apagado en nuestro cerebro. Komisaruk y Georgiadis habían concluido algo similar pero la doctora explica que su teoría es que se apaga mucho antes de que el orgasmo ocurra. Para ella, no es que este desencadene desactivaciones en el cerebro; es que estas son necesarias para se desarrolle: “La mejor parte del sexo no es el éxtasis sino la parte que lo conduce. Cuando lo retrasas deliberadamente lo estás fortaleciendo. No es que el orgasmo no esté bien sino que todo lo anterior lo refuerza. No se puede confundir la alta excitación con el mismo y aún así reportar satisfacción”.

El sexo como una forma de promover la salud general, tratamiento para la depresión, el dolor crónico, los trastornos del sueño e incluso la artritis

Durante el estudio se descubrió también que muchas de las mujeres que informaron que durante el orgasmo no tuvieron las contracciones pélvicas utilizadas tradicionalmente para definirlo. Al principio se pensó que la sonda era defectuosa, pero a medida que la tendencia persistía, se dio cuenta de que estas mujeres no estaban experimentando orgasmos, a pesar de que creían que lo eran.

Adam Safron, neurocientífico de la Universidad de Northwestern, asegura que todo tiene que ver con la meditación. “Eso es lo que ocurre cuando el interruptor se apaga, que te relajas y olvidas lo que tienes alrededor dejando de hacer cosas menos placenteras. La meditación es una práctica, imagina el sexo como una y aprenderás a relajarte”, concluye Prause.

Fuente: elconfidencial

 

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