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Alberto Mansueti: Anatomía patológica del “consenso de Washington”

No digo “autopsia” porque está vivo. Sus 10 recomendaciones, que escribieron los burócratas de Washington, y aplicaron aquí los gobiernos “Neo” liberales desde los ’90, son discutibles.

(1) “Disciplina fiscal” es excelente; pero hay dos vías: reducir gastos, o aumentar ingresos. No hubo recorte drástico de gastos “públicos”: aumentaron los recursos con privatizaciones “fiscalistas”, para obtener dinero, y sustituyendo la inflación por los impuestos. Decretaron el IVA y nuevos tributos indirectos, más fáciles de recaudar, sin quitar los viejos; y así creció el total de la carga fiscal.

(2) “Reorientar el gasto público” es urgente; pero hay que reforzar las funciones propias del Estado: seguridad, justicia y obra pública. Y si se desea ayuda estatal para los pobres en gastos de educación y salud, mucho mejor es con “vouchers”, subsidio a la demanda y no a la oferta; y con privatizaciones populares del “lado de la oferta”, dando a maestros y médicos libertad y flexibilidad para escoger las mejores opciones para tener diversidad y excelencia.

(3) “Aumentar la recaudación tributaria” no es bueno cuando ya es excesiva, medida como parte del PBI, y no hay sustanciales reformas de fondo. Gran volumen de recursos se detrae de los bolsillos de los particulares, indefensos y paralizados por los reglamentos; sobre todo de los pobres y de la clase media. (Robert Kiyosaki dice: “los ricos no pagan impuestos, porque tienen sus bufetes de contables y abogados”). Así se impide que la oferta, y la economía en general, sean dirigidas con más eficiencia por los privados: consumidores, trabajadores, empresarios y gerentes, ahorristas, etc., tomando decisiones racionales y económicas, con precios no distorsionados por “proteccionismos” ni subsidios. Con menos impuestos y regulaciones, y más seguridad, justicia e infraestructura, crecerían todas las actividades productivas; y sólo así aumentaría sanamente el volumen de recaudación fiscal, dicen los “economistas de la oferta” como Arthur Laffer.

(4) “Liberar las tasas de interés” es indispensable, pero sin un Banco Central para inflar la oferta de dinero, y proveer “rescate de última instancia” a deudores y bancos insolventes, incapaces de pagar créditos concedidos de manera irresponsable. Se requiere de créditos otorgados con prudencia, en función de los depósitos y reservas. Y libre mercado en moneda, finanzas e instrumentos bursátiles. Con moneda enferma no hay banca sana. Se podría dolarizar la economía, y que haya competencia entre monedas, como propuso Friedrich Hayek, o regresar al patrón oro. Y como nos enseña el Prof. Huerta de Soto, encaje bancario del 100 % sobre los depósitos, para evitar la creación secundaria de dinero a través del sistema financiero privado, causa de las crisis de 1929, o la más reciente burbuja inmobiliaria de 2008.

(5) El “tipo de cambio competitivo” es una licencia para devaluar y manipular discrecionalmente la moneda nacional, para tenerla crónicamente por el piso, creyendo “estimular exportaciones” de ese modo espurio. A cada devaluación le sigue su inflación, y así se pierde lo que suponía haber ganado en “competitividad”. Lo que se debe hacer: decidir francamente entre el tener o no tener una “moneda nacional”, y si se tiene, que sea con respaldo metálico, o de otro modo sólido. Si no se tiene, que sean libres las elecciones y los tipos de cambio entre las divisas circulantes.

(6) “Eliminar aranceles” no se ha hecho en muchos países, y en promedio ni siquiera se han reducido estos impuestos, para esquilmar dinero que en manos privadas sería mejor empleado. Su remoción, como en Hong Kong, hace accesibles las importaciones, y atraen inversión extranjera. Restricciones y cupos siguen, con nuevos pretextos para justificar multas y castigos, como los derechos aduaneros, “de nacionalización”, y “antidumping”.

(7) “Liberalizar la inversión extranjera” no se hizo, o sólo a medias. Hay ahora inversiones y compañías extranjeras, sobre todo en los recursos naturales, y en servicios básicos como telefonía; pero bajo rígido sistema de “contratos” monopolistas de exclusividad con el Estado. Un “monopolio” no es una empresa grande, sino una a la que se subsidia o se “protege” contra la competencia, por ley, decreto, o contrato con el Estado. Así la economía sigue poco diversificada, y por eso es calificada de “extractivista”. Pero las industrias extractivas no son malas, sino las cargas y costos a las actividades no extractivas, que les impiden crecer, y diversificarse a la economía.

(8) Se privatizaron empresas estatales; no siempre a precios de “gallina flaca”, a veces de “gallina gorda”, siendo en realidad gallinas “enfermas”. Los servicios mejoraron, pero pasando de monopolios estatales a monopolios privados (con su corrupción de por medio), los adquirentes se repagaron con creces, y pagaron a sus bancos “apalancadores”, con tarifas inaccesibles a los clientes empobrecidos.

(9) Reducir trabas legales es deseable; pero no sustituir unas con otras. La carga regulatoria, con los más disímiles y hasta ridículos pretextos, es insostenible incluso en “épocas buenas”; y en “épocas malas”, que son endémicas, impiden a los empresarios corregir sus propios fallos (no “del mercado”), inducidos en gran parte por las políticas monetarias y crediticias expansionistas, causa principal del “ciclo económico”. Abundan las “regulaciones” y las “agencias reguladoras”, con omnímodos poderes discrecionales y arbitrarios, para la “protección de la propiedad intelectual”, contra la “competencia desleal”, para la “defensa del consumidor”. En estas leyes malas, y sus “fueros especiales”, van las Agendas de las izquierdas, tanto las clásicas, viejas enemigas del capital y la empresa, como las “posmodernas” del ecologismo, feminismo, indigenismo, los “Nuevos Derechos Humanos” (LGBTI) etc., alegadas contra “la discriminación”, o la “trata de personas”, o a favor de “la inclusión social”, o de las “niñas, niños y adolescentes”. Así se impide la formación de capital, lo que a su vez es causa de baja productividad en el factor trabajo, y por ende bajos niveles de salarios e ingresos reales, y poder de compra. Aparece la “informalidad”; pero no es un problema; ¡es una bendición!

(10) Reforzar los derechos de propiedad privada no se hizo, como se prometió. No se restableció el Derecho Común y ordinario de los antiguos Códigos, y jueces para apoyar la vigencia de esas leyes generales y objetivas, tratando con los verdaderos crímenes, contra la vida, libertad y propiedad. Y sigue la fracasada “Guerra a las Drogas” (y ahora al “lavado de dinero”), que es incapaz de detener el consumo. Nada se hizo para despenalizar el tráfico (compraventa) de sustancias estupefacientes y sicotrópicas. Por eso tenemos una rica y muy poderosa “narco-economía”, financiando campañas electorales, de prensa y opinión; comprando candidatos, jueces, fiscales, policías y militares; y apoyando el temible “sicariato”, y el terrorismo de las guerrillas, que regresa por sus fueros.

O sea: hay que cambiar los 10 Mandamientos de Washington” por Las Cinco Reformas.

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