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Jesús Alexis González: Hiperinflación venezolana con visión Alemana-Argentina

La hiperinflación, hace referencia a un aumento considerable de la tasa de inflación que a la luz de la ortodoxia económica, según la definición clásica (Philip Cagan, 1956) es un episodio que comienza el mes cuando el aumento de los precios supera el 50% y termina el mes anterior al cual tal aumento cae por debajo de esa tasa, permaneciendo así por lo menos durante un año. Resulta pertinente citar,  en lo que respecta a la Venezuela actual, que la tasa del mes de enero 2018 superó el 85% (sin horizonte de terminación) mientras que la anualizada enero 2017 a enero 2018 se situó en 4.065% y para el 2018 (de mantenerse las indeseables condiciones política-económicas) el FMI prevé un 13.000% de inflación lo cual, en arbitraria estimación, podría traducirse en una tasa mensual que oscilaría sobre un 1.000%; una demoledora situación causada fundamentalmente por la impresión de más billetes de los requeridos para el desenvolvimiento equilibrado de la economía; a objeto de financiar el populista gasto público del régimen (aumento de la ilusión salarial y otorgamiento de múltiples bonos) lo cual ha provocado una fuerte disminución en el valor de la moneda habida cuenta que al aumentar de forma rápida los precios, obviamente, la cantidad de bienes y servicios que con el dinero se puede adquirir disminuye, con el agravante que una vez que se inicia el fenómeno hiperinflacionario se va generando una auto-reproducción que resulta muy difícil de detener en razón, principalmente, a que los consumidores al saber que el valor del dinero cae rápidamente tratan de gastarlo lo más pronto posible, propiciando que los precios perpetúen su carrera al alza.

Vale recordar la hiperinflación alemana del año 1923, época durante la cual el gobierno socialista asumió que podía imprimir ilimitadamente billetes de banco para cubrir el déficit de las industrias estatizadas , al igual que para saldar las deudas del Estado y para, fundamentalmente, adelantar una política de socialización de la economía que incorporó costosos programas de bienestar social que propiciaron un elevado déficit fiscal como consecuencia de una permanente elevación de los gastos oficiales, al tiempo que los ingresos públicos declinaban gradualmente (en octubre 1923, sólo el 0,8% del presupuesto nacional quedaba cubierto), y frente a tal descalabro el gobierno incurrió en una sistemática emisión monetaria (desde 22 billones de marcos en 1919 a 400 trillones en noviembre de 1923) abriendo las puertas a la demoledora hiperinflación que condujo a un colapso el 30 de octubre de 1923 día cuando el precio del dólar estadounidense, que había valido 4 marcos en 1914, alcanzó la extraordinaria cotización de 6 billones de marcos; induciendo desocupación, caos social, saqueos callejeros y mucho más, al extremo de abonar el camino para transitar hacia el nazismo facilitando que un personaje alienado, un psicópata gritón y de gestualidad intimidante llegase al poder absoluto en una de las naciones más civilizadas y cultas de la tierra, quien llevó a la humanidad a una guerra mundial que cobró la vida de más de 50 millones de personas. En la obra Lo que vendrá (Álvaro Alsogaray, 1975 citando a Majorie Palmer) se describe crudamente lo ocurrido aquellos días de pesadilla: “Es difícil para cualquiera que se haya criado en una sana economía monetaria comprender el caos que siguió al colapso del marco alemán. Los precios variaban por hora y los nuevos valores se anunciaban y remarcaban continuamente a medida que el valor del marco continuaba su espiral ascendente. En un día de junio un hombre pagó 14.000 marcos por un sándwich de jamón, al día siguiente el mismo tipo de sandwich, en el mismo negocio le costó 40.000 marcos (6.000 dólares al cambio de la posguerra).Los habitantes que vivían en la ciudad, experimentaban que sus cheques semanales apenas cubrían el costo del transporte hasta sus casas”.

Muchos sucesos similares  de esa época, han sido referenciados tal como que la prensa anunciaba diariamente el denominado “índice” de la jornada equivalente a un número por el cual había que multiplicar los precios del año 1913 que para el día 2 de noviembre de 1923 fue de 76.400.000.000; en un contexto donde al precio de 100 dólares podían comprarse series enteras de edificios de 6 pisos al igual que fabricas que no costaban mucho más, al punto que en el Banco del Estado había alrededor de 1.000 empleados que trabajaban en dos turnos para contar montañas de billetes inútiles que perdían su valor en cuestión de horas, mientras que en la confección de dichos billetes participaban 150 plantas impresoras con más de 2.000 trabajadores.

De igual modo, en Alemania con la hiperinflación cundió la inmoralidad así como las revueltas callejeras y el pillaje llevadas a cabo por turbas hambrientas, que entre otras muchas acciones, invadieron las granjas obligando a los propietarios a entregar su ganado que era descuartizado en el acto para ser distribuido entre los presentes. A la luz de tal escenario, en septiembre del año 1923 se declaró el estado de emergencia nacional y el ejército fue llamado a sofocar las revueltas; y por ello no resulta una exageración afirmar que la hiperinflación provocó la disolución de la sociedad en un marco donde la escasez de alimentos provocó graves enfermedades elevándose enormemente la tasa de mortalidad; en tanto que por todos las formas el gobierno procuraba soslayar su responsabilidad en ese desastre acusando a los especuladores (que los nazis identificaban como “los judíos”) y a los aliados vencedores de la guerra.

A principios del año 1924, se logró, con gran esfuerzo, poner en circulación una nueva moneda de carácter provisorio: el “Retenmark” que se canjeaba por la vieja moneda en una proporción de una igual a un billón de marcos; hasta que el 30 de agosto de 1924 (ocho meses después) se reorganizó la vieja moneda a un valor igual al de 1914: 4,2 Reichmark por dólar.

En Argentina de 1974 en adelante, de forma semejante a la Alemania de 1923 donde hubo caos social, personas que se enriquecieron con la especulación y otros que perdieron todo, saqueos a supermercados y muertos. Las causas de la hiperinflación  fueron exactamente las mismas que la de toda hiperinflación: la emisión irresponsable de moneda destinada a cubrir el déficit fiscal; la nación sureña, venía viviendo un largo período de inflaciones de diferente intensidad desde el lapso 1946 a 1974 cuando la inflación promedio fue de un 30% anual, así como la del período 1975 a 1988 cuando se situó en tres dígitos siendo denominada la “megainflación”, que se repitió tanto entre 1988-1989 cuando se ubicó en un 5.000% como en 1990 cuando alcanzó un 21.000% anual. El drama argentino, terminó con la sanción de la Ley de Convertibilidad en el año 2002 que estableció una paridad cambiaria fija de un peso igual a un dólar estadounidense al tiempo de abolir la indexación o actualización monetaria (ideada por los brasileños) así como prohibir al Banco Central financiar al Tesoro con emisión monetaria. Luego de ello, Argentina vivió durante 10 años una estabilidad de precios casi perfecta hasta que, como siempre, un escenario de exceso de gasto público a la sombra del “papá Estado”, del despilfarro, del endeudamiento y de la  corrupción se indujo el estallido.

Reflexión final: Los episodios de hiperinflación surgidos en la modernidad, fueron casi todos precedidos por muchos años de inflación al extremo que la estabilidad de precios (luego de eliminada la hiperinflación) no se recuperó prontamente, tal como el caso de Bolivia (14 meses) y Perú (36 meses); siendo que mucho más tiempo se necesita para lograr una tasa de un digito como sucedió en Argentina (48 meses) y Bolivia (90 meses). Para el caso venezolano del presente, se hace casi imposible estimar el tiempo de recuperación de la estabilidad de precios en razón a dos cuestiones básicas: (A) Si el actual régimen continua en el poder la megainflación se hará presente irreversiblemente; (B) La actitud de una mayoría poblacional que acepta con sumisión y con un quemeimportismo degradante el populismo gubernamental con especial énfasis en la hipocresía salarial al tiempo de expresar que con “una basurita de incremento me conformo”; mientras en simultáneo el país se desvanece arrastrando sus propias esperanzas y muy especialmente las de la juventud y con ello el futuro de Venezuela, sin percatarse muchos de ellos que están cooperando con la diabólica estrategia dictatorial de esperar el surgimiento de una generación que sólo habrá conocido la dictadura y por ende tendrá comprimido el deseo de luchar contra ella.

Es tiempo que en la MUD se genere una mutación hacia la SUD: Sociedad Unida por la Democracia; única opción para evitar el colapso.

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