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Thorsten Polleit: 90 años: El fin de la hiperinflación alemana

El 15 de noviembre de 1923, se dieron pasos decisivos para acabar con la pesadilla de la hiperinflación en la República de Weimar: El Reichsbank, el banco central alemán, dejó de monetizar deuda pública y se emitió un nuevo medio de intercambio, el Rentenmark, para sustituir al Papiermark. Estas medidas consiguieron detener la hiperinflación, pero el poder adquisitivo del Papiermark se vio completamente arruinado. Para entender cómo y por qué pudo ocurrir esto, uno tiene que echar una mirada al tiempo inmediatamente anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial.

Desde 1871, el marco había sido la moneda oficial en el Deutsches Reich. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, la redención en oro del Reichsmark se suspendió el 4 de agosto de 1914. El Reichsmark (o “Goldmark”, como fue conocido a partir de 1914) se convirtió en el no respaldado Papiermark. Inicialmente, el Reich financió sus desembolsos bélicos en buena parte a través de la emisión de deuda. La deuda pública total aumento de 5.200 millones de Papiermarks en 1914 a 105.300 millones en 1918.[1] En 1914, la cantidad de Papiermarks era de 5.900 millones, en 1918 estaba en 32.900 millones. De agosto de 1914 a noviembre de 1918, los precios al por mayor en el Reich habían aumentado un 115% y el poder adquisitivo del Papiermark había caído más de la mitad. En el mismo periodo, el tipo de cambio del Papiermark se había devaluado un 84% frente al dólar de EEUU.

La nueva República de Weimar afrontó tremendos retos económicos y políticos. En 1920, la producción industrial estaba a un 61% del nivel visto en 1913 y en 1923 había caído más hasta el 54%- Las pérdidas territoriales tras el Tratado de Versalles habían debilitado sustancialmente la capacidad productiva del Reich: el Reich perdió en torno al 13% de su anterior territorio y el 10% de la población alemana estaba ahora viviendo fuera de sus fronteras. Además, Alemania tenía que pagar indemnizaciones. Sin embargo lo más importante es que los nuevos y bisoños gobiernos democráticos querían atender lo mejor posible los deseos de sus votantes. Como los ingresos fiscales eran insuficientes para financiar estos desembolsos, el Reichsbank empezó a utilizar la imprenta.

De abril de 1920 a marzo de 1921, la relación entre ingresos fiscales y gasto equivalía al 37%. A partir de ahí la situación mejoró algo y en junio de 1922, los impuestos respecto del gasto total incluso llegaron al 75%. Luego las cosas se pusieron feas. Hacia el final de 1922, se acusó a Alemania de no haber pagado sus indemnizaciones puntualmente. Para respaldar su reclamación, tropas francesas y belgas invadieron y ocuparon la región del Ruhr, el corazón industrial del Reich, a principios de enero de 1923. El gobierno alemán bajo el canciller Wilhelm Kuno pidió a los trabajadores del Ruhrgebiet  que resistieran cualquier orden de los invasores, prometiendo que el Reich seguiría pagándoles sus salarios. El  Reichsbank empezó a imprimir nuevo dinero monetizando deuda para mantener la liquidez del gobierno para ocultar los déficits fiscales y pagar salarios, transferencias sociales y subsidios.

A partir de mayo de 1923, la cantidad de Papiermarks empezó a descontrolarse. Aumentó de 8.610 millones en mayo a 17.340 millones en abril y luego a 669.703 millones en agosto, llegando a los 400 millones de billones (es decir, 4 x 10^18) en noviembre de 1923.[2] Los precios de venta al por mayor se dispararon hasta niveles astronómicos, aumentando un 1,8^13% desde el final de 1919 a noviembre de 1923. Al final de la Primera Guerra Mundial, podías haber comprado 500.000 millones de huevos por el mismo dinero que tenían que gastar cinco años después por solo uno. A lo largo de noviembre de 1923, el precio del dólar en términos de Papiermarks había aumentado en un 8,9^12%. El Papiermark se había rebajado a un valor basura.

Con el colapso de la divisa, el desempleo estaba aumentando. Desde el final de la guerra, el desempleo se había mantenido bastante bajo, dado que los gobiernos de Weimar habían mantenido la economía en marcha con un vigoroso gasto en déficit e impresión de dinero. A finales de 1919, la tasa de desempleo estaba en el 2,9%, en 1920 en el 4,1%, en 1921 en el 1,6% y en 1922 en el 2,8%. Con la disolución del Papiermark, la tasa de desempleo sin embargo llegó al 19,1% en octubre, el 23,4% en noviembre y el 28,2% en diciembre. La hiperinflación había empobrecido a la gran mayoría de la población alemana, especialmente a la clase media. La gente sufría la escasez de comida y el frío. El extremismo político estaba aumentando.

El problema central para salir del embrollo monetario era el propio Reichsbank. El cargo del presidente, Rudolf E. A. Havenstein, era vitalicio y era literalmente imparable: bajo Havenstein, el Reichsbank siguió emitiendo cantidades siempre mayores de Papiermarks para mantener al Reich financieramente a flote. Después, el 15 de noviembre de 1923, se hizo que el Reichsbank dejara de monetizar deuda pública y emitir nuevo dinero. Al mismo tiempo, se decidió hacer que un billón de Papiermarks (una cifra con doce ceros: 1.000.000.000.000) igual a un Rentenmark. El 20 de noviembre de 1923, Havenstein murió repentinamente por un infarto. Ese mismo día, Hjalmar Schacht, que se convertiría en el presidente del Reichsbank en diciembre, entró en acción y estabilizó el Papiermark frente al dólar: el Reichsbank, mediante intervenciones en el mercado de cambio de moneda, hizo que 4,2 billones de Papiermark equivalieran a un dólar de EEUU. Y como un billón de Papiermarks equivalían a un Rentenmark, el tipo de cambio fue del 4,2 Rentenmark por un dólar de EEUU. Este era exactamente el tipo de cambio que había prevalecido entre el Reichsmark y el dólar de EEUU antes de la Primera Guerra Mundial. El “milagro del Rentenmark” marcó en fin de la hiperinflación.[3]

¿Cómo pudo producirse ese desastre monetario en una sociedad civilizada y avanzada, llevando a la destrucción total de la divisa? Se han dado muchas explicaciones. Se ha argumentado que, por ejemplo, los pagos de indemnizaciones, los déficits crónicos de la balanza de pagos e incluso la depreciación del Papiermark en los mercados extranjeros de cambio causaron realmente la muerte de la divisa alemana. Sin embargo, estas explicaciones no son convincentes, como explica el economista alemán Hans F. Sennholz: “Todo marco fue impreso por alemanes y emitido por un banco central que estaba dirigido por alemanes bajo un gobierno que era puramente alemán. Fueron partidos políticos alemanes, como los socialistas, el Partido del Centro Católico y los demócratas, formando diversos gobiernos de coalición, los únicos responsables de las políticas que llevaron a cabo. Por supuesto, no puede esperarse de ningún partido político la admisión de responsabilidades en ninguna calamidad”.[4] De hecho, la hiperinflación alemana fue artificial, fue el resultado de una decisión política deliberada de aumentar la cantidad de dinero de facto sin ningún límite.

¿Cuáles son las lecciones a aprender de la hiperinflación alemana? La primera lección es que ni siquiera un banco central políticamente independiente proporciona una protección fiable contra la destrucción de la moneda (en papel). El Reichsbank se hizo políticamente independiente ya en 1922; en realidad debido a las fuerzas aliada, como un servicio prestado a cambio de una demora temporal de los pagos de indemnizaciones. Aun así, el consejo del Reichsbank decidió hiperinflar la divisa. Al ver que el Reich tenía que confiar cada vez más en el crédito del Reichsbank para mantenerse a flote, el consejo del Reichsbank decidió proporcionar cantidades ilimitadas de dinero en esa “crisis política existencial”. Por supuesto, el apetito de crédito de los políticos de Weimar resultó ser ilimitado.

La segunda lección es que el papel moneda fiduciario no funciona. Hjalmar Schacht, en su autobiografía de 1953, señalaba: “La introducción del billetes de papel moneda del estado fue solo posible porque el estado o el banco central prometieron redimir el billetes de papel moneda en cualquier momento en oro. Asegurar la posibilidad de redimir en oro en cualquier momento debe ser el objetivo de todos los emisores de papel moneda”.[5] Las palabras de Schacht albergan una idea económica esencial: El papel moneda no respaldado es dinero político y como tal es un elemento disruptivo en un sistema de mercados abiertos. Los representantes de la Escuela Austriaca de economía apuntaron esto hace mucho tiempo.

El papel moneda, producido “ex nihilo” e inyectado en la economía mediante crédito bancario, no solo es crónicamente inflacionista, sino que además causa malas inversiones, ciclos de “auge y declive” y produce una situación de exceso de deuda. Una vez que gobiernos y bancos en particular empiezan a tambalearse bajo su carga deudora y, como consecuencia, la economía se pone en peligro de contracción, la impresión de dinero adicional parece demasiado fácilmente una política del mal menor para escapar de los problemas que ha causado el papel moneda producido por el crédito en primer lugar. Mirando al mundo actual, en el que muchas economías han estado usando papel moneda producido a crédito durante décadas y donde las cargas deudoras son abrumadoramente altas, los retos actuales son en cierto modo bastante similares a los que prevalecían en la República de Weimar hace más de 90 años. Ahora como entonces, se necesita urgentemente una reforma del orden monetario y cuanto antes se asuma el reto de la reforma monetaria, más pequeños serán los costes del ajuste.

[1] Ver aquí y en lo siguiente: H. James, “Die Reichbank 1876 bis 1945”, en: Fünfzig Jahre Deutsche Mark, Notenbank und Währung in Deutschland seit 1948, Deutsche Bundesbank, ed. (Munich: Verlag C. H. Beck, 1998), pp. 29-89, esp. pp. 46-54; C. Bresciani-Turroni, The Economics of Inflation, A Study of Currency Depreciation in Post-War Germany (Northampton: John Dickens & Co., 1968 [1931]); también F.D. Graham, Exchange, Prices, And Production in Hyper-Inflation: Germany, 1920-1923 (Nueva York: Russell & Russell, 1967 [1930]).

[2] De verdad, es un “400” con 18 ceros: 400.000.000.000.000.000.000- En nomenclatura americana y francesa es un “quintillón”, en nomenclatura inglesa y alemana se hablaría de “trillones” o de mil veces “mil de billones”.

[3] Para más detalles, ver Bresciani-Turroni, Economics of Inflation, cap. IX, pp. 334–358.

[4] H.S. Sennholz, Age of Inflation (Belmont, Mass.: Western Islands, 1979), p. 80.

[5] H. Schacht, 76 Jahre meines Lebens (Kindler und Schiermeyer Verlag, Bad Wörishofen, 1953), pp. 207-208.

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