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Néstor Francia / Análisis de entorno: La tormenta después del 20-M (04/05/18 al 11/05/18)

 

El 21 de mayo próximo se abrirá un nuevo escenario en Venezuela. No somos capaces de prever el resultado cuantitativo de las elecciones del 20, lo cual tendrá sin duda importancia en el aspecto cualitativo ¿Cuántos votos obtendrá cada candidato? ¿Cuántos electores votarán? Hay encuestas, pero ya se sabe que no se puede confiar en ellas, pues sus números, más allá de que reflejen estudios honestos o no, responden a variables que pueden afectar su confiabilidad.

En el escenario actual, donde la competencia real es entre solo tres candidatos, la victoria de Nicolás Maduro y la obtención por parte del PSUV de mayorías en los consejos legislativos parecen seguras. Solo algún hecho sorpresivo y extraordinario podría conducir a resultados diferentes, pero no se ve nada parecido en el panorama, aunque nunca se sabe. Se puede dar casi por sentado que Falcón y Bertucci no unirán fuerzas, sobre todo porque eso no es lo que le conviene al candidato de “Esperanza por el Cambio”, el fenómeno electoral en esta oportunidad, que no va a sacrificar su éxito por los intereses del ex gobernador de Lara.

Lo primero que necesita el país para que el 20 de mayo amanezca en sana paz es que la ventaja de Maduro sea clara, mejor aun si es contundente. Una ventaja mínima podría disparar los detonantes de la violencia, pues los perdedores no van aceptar su derrota. Ya Bertucci asomó tal fantasma: “Si tenemos testigos, actas, ellos no podrán decir que sacaron diez millones de votos y tendremos la oportunidad de denunciar el fraude”. Pero no vamos a proyectar escenarios sobre las bases de lo menos probable. La mayor probabilidad es la de que Maduro vencerá con una ventaja suficiente como para que no haya mayores pataleos. Una vez que los candidatos, sobre todo Falcón, que tiene todas las posibilidades de quedar de segundo, acepten en general los anuncios del CNE, amanecerá el 21 de mayo con el cuadro político del país cambiado.

En realidad, en ese escenario que proyectamos como el más probable, nadie perdería, entre los que han participado en el proceso comicial. Para Maduro y el chavismo sería una victoria extraordinaria, dada todas las circunstancias que estamos viviendo. Falcón, que en principio obtendría una votación al menos respetable (rondando, por ejemplo, el 30 por ciento), sería un renacer. Después de perder la gobernación en Lara,  parecía ser un cadáver político. La astuta decisión de presentarse como candidato presidencial, le ha permitido reflotar. Despertará el 21 de mayo siendo el líder de un nuevo movimiento político nacional, con espacios de poder en instancias legislativas y aglutinando a la oposición “moderada”, cohesionada en torno a una expresión electoral importante. En ese movimiento convergirán el partido de Falcón, Avanzada Progresista, el MAS, parte de Copei e individualidades que se han venido desprendiendo de algunos factores de la MUD para apoyarlo, como Jesús “Chúo” Torrealba, Timoteo Zambrano, Enrique Márquez y el ex candidato Luis Ratti, quien utilizó su candidatura para acomodarse en un rinconcillo político. En cuanto de Bertucci, su ganancia es evidente. Siendo un fenómeno electoral, tiene todas las perspectivas de alcanzar un honroso tercer lugar. Viene desde la nada mediática a ser un factor político de importancia, con un movimiento propio sustentado sobre todo en las bases religiosas que ya venía trabajando. Para un comerciante que ostenta el aval de “Dios”, es muy conveniente el aparecer como un actor de la negociación política que vendrá. En cuanto al candidato que queda, Reinaldo Quijada, seguirá siendo un Don Nadie político, pero su nombre ha sonado en sectores muy minoritarios, supuestos disidentes del chavismo, pero eso es todo a lo que podía aspirar, y lo habrá logrado.

Venezuela toda ganaría el trofeo de la paz si se logra consolidar una nueva oposición, al menos por ahora, aunque los buitres seguirán revoleteando. Ya el Presidente ha anunciado sus intenciones en ese sentido: “Quiero anunciar al mundo que una vez que el pueblo de Venezuela ejerza su soberanía y me elija presidente en las históricas elecciones del próximo domingo 20 de mayo de manera inmediata voy a convocar a un gran diálogo nacional por la paz”. A la oposición emergente le convendría un diálogo tal, que podría apuntar hacia la conformación de una nueva relación de poder, en la que las fuerzas de Falcón y Bertucci desplacen, sobre todo en la Asamblea Nacional, a partidos hoy abstencionistas como AD, VP, PJ y UNT.

Por supuesto, ni soñemos que los factores extremistas de la oposición van a descansar. Ya se asoman las voces enemigas de cualquier diálogo y que seguirán apostando a una ruptura constitucional por cualquier vía. En su editorial del 10 de mayo, titulado “La paz de Nicolás”, el diario fascista El Nacional proclama que “Las reuniones de políticos en República Dominicana no son una novedad, sino espectáculo visto y repetido. También son sabidos los resultados de esas conferencias, hasta ahora: nada de importancia, nada capaz de satisfacer los intereses de los representantes de la oposición, nada susceptible de concretarse en beneficio colectivo”.

Las fuerzas extremistas, golpistas, injerencistas, seguirán con sus planes terroristas, apadrinadas por el big brother. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, vociferó: “La opresión sistemática del pueblo venezolano se ha convertido en una amenaza activa para toda la región. Para la seguridad de todos los pueblos de América Latina, es hora de que Maduro se vaya”, y además: “No podemos permitir que Maduro represente su ‘victoria’, entre comillas, el 20 de mayo, como una validación de su gobierno. Eso no será así”.

Tampoco el vicepresidente yanqui, Mike Pence, ha escatimado amenazas, al asegurar que su Gobierno “no se quedará de brazos cruzados mientras Venezuela se derrumba en dictadura y opresión… El presidente Trump está absolutamente comprometido a hacer lo necesario, trabajando con nuestros aliados en la región, para restaurar la democracia en Venezuela”. Sin embargo, como veremos de inmediato, los extremistas y sus jefes no la tendrán fácil después del 20 de mayo, si las elecciones se coronan con participación exitosa (por encima del 50%, al menos) y una clara victoria chavista.

Los abstencionistas han desarrollado una imagen ante el país de que no están proponiendo nada. Esta realidad se evidencia con la escasa convocatoria que han tenido sus actividades de calle. En ese sentido, tanto Falcón como Bertucci los han superado con creces. Por ahora, las únicas opciones que les quedan para ser noticia son el foquismo y el terrorismo, lo cual los torna relativamente peligrosos. Esto no favorece los planes intervencionistas del imperialismo. Una intervención requeriría de una conmoción social interna o de una confrontación violenta notable que no aparecen en el panorama inmediato.

Por otro lado, ya se sabe que el imperialismo no las tiene todas consigo para una la intervención armada en Venezuela que tiene entre sus planes. Más allá de las bravuconadas de Trump y sus vasallos más acendrados, entre los cuales está Juan Manuel Santos, la verdad es que Estados Unidos no está en las mejores condiciones geopolíticas. Recientemente, a su notorio recule en sus políticas agresivas contra Corea del Norte y al fracaso de su ofensiva en Siria, hay que sumarle la negativa reacción generada por su retiro del acuerdo nuclear con Irán. El desastre de esta decisión queda en evidencia con las duras declaraciones del ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, ante la amenaza de sanciones de Estados Unidos a las empresas que comercien con Irán. Le Maire pidió a la Unión Europea que pase “de las palabras a los hechos” y plante cara a Washington. “¿Queremos ser los vasallos de Estados Unidos que obedecen al menor movimiento de su dedo?”, se preguntó el ministro, quien además reunirá a sus homólogos de Alemania y el Reino Unido para preparar la respuesta. Le Maire aseguró que estudian una serie de medidas para contrarrestar la decisión de Washington. En primer lugar, evocó el refuerzo de un reglamento creado en 1996 para que las empresas europeas pudieran saltarse el bloqueo impuesto a Cuba y permitir que se aplique también al caso actual de Irán. Le Maire añadió que Europa debe también “reflexionar sobre la forma de dotarse de instrumentos financieros que le permitan ser independiente de Estados Unidos”.

En esta situación ¿estaría el pueblo de Estados Unidos dispuesto a afrontar la realidad de una guerra en Suramérica, dado que Venezuela enfrenta la amenaza de intervención con el mismo antídoto que han aplicado Cuba y Corea del Norte: decisión inconmovible de presentar férrea resistencia armada ante cualquier  agresión militar foránea? ¿Están en condiciones Colombia y otros países del continente de asumir los costos de una guerra tal cuando todos pasan por dificultades políticas y económicas para nada menores? Como le dijimos a un camarada sobre esa perspectiva: una intervención armada no es imposible, pero sí muy difícil.

La intervención continuará por otras vías, claro está. Crecerán la agresión económica, la presión política, el ataque mediático, no habrá paz con la miseria, deberemos seguir en resistencia. Una clara victoria el 20 de mayo sería de gran ayuda.

Nos enfrentaríamos, si todo sale bien en las elecciones, a un claro dilema: o la Revolución se estanca (que es lo mismo que retroceder) o avanza. Se seguirán cumpliendo los presagios de Marx y la Humanidad seguirá su curso de radicalización de la lucha de clases mundial. Continuará en desarrollo la contradicción principal de la época entre el imperialismo y sus aliados, por un lado, y los pueblos y naciones soberanas, por el otro. Esa gran contradicción condicionará todas las demás, incluidas aquellas de cada país. En nuestro caso, se verá también las que existen en el seno del movimiento revolucionario, que se expresarán sobre todo entre las posiciones transformadoras y las conservadoras, entre el Estado y el movimiento popular, entre el Poder Constituido y el Poder Constituyente. Habrá que manejar esa lucha con tino para preservar la unidad nacional contra el enemigo principal, el imperialismo, mientras se resuelven las contradicciones internas, que son parte de esa lucha. Se prolongará la tormenta revolucionaria  y se requerirá firmeza en el timón. El Capitán tendrá que afinar la inteligencia, la habilidad política, la combinación de manos y el liderazgo demostrado, no será fácil.

Por lo pronto, el tema interno más acuciante y actual es el de la economía. Maduro ha dicho que “Hicimos un plan de corto plazo de golpes claves que ustedes van a ver en los próximos días… van a ser golpes contundentes contra las mafias económicas, contra las mafias de ladrones y bachaqueros”. Habrá que hacer mucho más que eso. Apuntar más alto, hacia los bachaqueros de cuello blanco (y verde) y desarrollar planes económicos audaces que impliquen un viraje hacia la recuperación de la producción, la renovación sistémica del modelo  y la superación de las justas, inevitables e insuficientes políticas asistencialistas. Estamos ante ingentes y arduas tareas que no se resolverán con improvisaciones e inmediatismo.

La agresión económica contra Venezuela asumirá nuevas cotas. Vemos como hay una especie de concierto transnacional contra los recursos energéticos y mineros del país. Mientras la petrolera estadounidense ConocoPhillips emprende la toma de activos de PDVSA en El Caribe, nuestra empresa es blanco de una nueva demanda en Nueva York por más de 25 millones de dólares por el supuesto impago de deudas con la contratista canadiense de energía SNC-Lavalin, y otra empresa canadiense, la minera Rusoro presentó esta semana demandas en tribunales de Calgary y Houston para intentar cobrarnos 1.340 millones de dólares por la expropiación de sus minas de oro en Venezuela. Es la respuesta del capitalismo global a las acciones soberanas en defensa de nuestros recursos naturales.

Otra arista de la necesaria profundización de la Revolución es la política. Citemos a la filósofa, investigadora y docente argentina Isabel Rauber: “Me parece importante evaluar los procesos analizando siempre cómo se da la participación popular en la toma de decisiones. Es decir, ¿hay un empoderamiento real o hay un desplazamiento del lugar de los sectores históricos del poder por una cúpula que, aunque se diga de izquierda, no garantiza que se trate de un proceso real de cambio… El problema es que siempre estamos con lo mismo, el déficit de la participación popular en la toma de decisiones. Los gobiernos creen que pueden decidir desplazando el protagonismo popular”. Es verdad que el proceso de participación popular en Venezuela es el más avanzado del continente, acaso con la excepción de Cuba. Eso lo reconoce también Rauber, cuando se refiere a los errores de la izquierda en el continente americano y su relación con la contraofensiva de la derecha: “Creo que Nicaragua es el ejemplo más claro de eso y es bastante diferente a lo que ocurre en Venezuela, donde hay mucho más un origen de desestabilización con la guerra económica y el aislamiento”.

No obstante, el nivel de participación y protagonismo popular en Venezuela tendría que crecer exponencialmente si queremos que la Revolución avance hacia estadios superiores. Es necesario para afrontar el destino económico y social de la Patria. Aquí queremos citar un brillante texto presentado bajo el título de “Ni democracia formal ni social” por Luis Britto García: “Cuando el pueblo intenta utilizar la democracia formal como instrumento para la económica y social, la clase dominante no concede ni la una ni la otra… En todos presenciamos el acoso contra movimientos que llegaron a la primera base política, alcanzaron a veces a la segunda base social pero no pudieron conquistar la tercera base económica ni culminar la carrera convirtiendo a la clase dominada en dominante… Mala es una guerra en la cual la reacción  emplea todas las armas legales e ilegales y la Revolución ninguna… Tras matar al tigre político no hay que tenerle miedo al cuero económico y social… Dormir con el enemigo puede acarrear el sueño eterno”.

No podemos cerrar este análisis sin referirnos a un factor que será decisivo en el desarrollo de los acontecimientos, la Asamblea Nacional Constituyente. Este cuerpo nacido tras la sabia convocatoria de Nicolás Maduro, ha venido recorriendo un camino exitoso en el cometido de preservar la paz y generar estabilidad política y social en el país. Apenas electa, aun sin iniciar sus funciones, ya se vio su efecto en el remate de la derrota de las guarimbas y el restablecimiento de la paz. En su primera sesión tomó una decisión que ha sido vital en ese sentido: la destitución de la ex Fiscal General Luisa Ortega Díaz y el nombramiento en el cargo de Tarek William Saab. Luego ha dado vía libre a la impostergable tarea de brindar estabilidad política a Venezuela, con los adelantos de las elecciones de gobernadores, alcaldes, consejos legislativos y Presidente de la República, igualmente ha aprobado importantes leyes y decretos, muchos de ellos reivindicando nuevos logros de sectores tradicionalmente excluidos. La ANC ha sido una invalorable tabla de salvación para la Revolución Bolivariana, pero ahora es que le queda trabajo por delante.

La Constituyente deberá redoblar la marcha para redactar el nuevo texto constitucional, proceso en el cual jugarán papel importante las contradicciones señaladas más arriba. Ya hay ideas muy interesantes sobre el tapete, como la de restablecer un parlamento bicameral, pero con la creación de un Senado de las Comunas, lo cual sería un avance gigantesco en la reformulación del Estado. Esta idea parece tener apoyo mayoritario en la Comisión Constitucional de la ANC. Luego tendía participación activa en la difusión y promoción del nuevo texto constitucional, para que el pueblo lo conozca, lo debata y se lo apropie. Finalmente deberá ser factor relevante en el proceso de aprobación del texto en referendo popular.

Como hemos dicho varias veces, no hemos salido de la zona de riesgo. La vanguardia política y social de la Revolución necesita revisarse a profundidad, renovarse, proyectarse hacia un país que está más allá del coto amplio pero cerrado del chavismo. Necesitamos una clara mayoría popular que nos respalde con decisión y en este momento no la tenemos. Pero las posibilidades de alcanzarla son amplias si desechamos el triunfalismo, el sectarismo, el dogmatismo y la soberbia. Escuchar al pueblo y actuar en consecuencia. Manos a la obra.

 

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