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César Malavé: Madre con alas de libertad

Siempre celebré este día como el del amor terno.  El de la dicha. La reunión en casa, La celebración y darle gracias a Dio por tener a la dadora de vida al lado, lejana o quizás fuera del espacio terreno, pero era el día de la visa. El día del amor que a los hijos acompaña hasta el final. Con mucho, poco o casi nada, celebrábamos el día del amor incomparable. Hoy, es  difícil, imposible diría yo buscar ese tipo de conmemoraciones siquiera con un Te quiero. La presunta  Revolución acabó con todo esto, pero por encima de esta desgracia, nos regocijamos con  el amor verdadero que no se va nunca del corazón, se queda anclado, se eterniza y se recuerda con veneración aún más allá de su muerte. Es el de la madre y también el del hijo, los únicos amores que siempre están retoñando y enternecen el alma hasta el morir. Es el ángel protector cuando tenemos que andar por otros caminos. Es el llanto que nos inunda cuando miramos las alegrías que vemos lejanas. Y se nos encoge el corazón al ver que  atrás quedaron nuestras ilusiones tronchadas por las ambiciones de los ególatras, y más  nos conmueve ver cómo huyeron vertiginosos en las alas del tiempo los mejores momentos de nuestra vida, de aquel hogar dulce hogar al lado de nuestros viejos y hermanos. Mi Madre, aquel fanal guía en la existencia, aquel cielo en el que estoy como estrella rutilante que nunca se apaga, como te ansió. Como te deseo con el manto de la esperanza en estos tiempos sin futuro. Cómo quisiéramos volver a tu celebración hermosa Madre.

En los tiempos de la Patria buena. Sin bonos de miseria. Sin migajas de la opulencia de os que acabaron con tu patria. Si los mendrugos que le sobran a la familia de los maduros y cabellos. Por encima de esta tragedia te recuerdo Madre. Como aquel sendero de luces hacia lo infinito, lleno de fragantes emociones y en el que como un alud la arboleda en un manto me envuelve, para adentrarme en esa mansión de amores, de mieles cual exquisitos placeres y advertir ¡Oh esas flores! Aquel ornato empíreo que Orlando floresta en arco iris de borde a borde la senda. Después de la corriente tempestuosa que se lleva en la existencia. Te recuero como aquel remanso de oasis que a la vera del camino brota en hierba formando una extensa pradera y como en suaves plumones besa los cansados pies, cual prado que en blandas y trémulas caricias abraza la esperanza de ser libres y que anima la lucha que libro y seguiré librando hasta verte de nuevo en la celebración plena de ayer con alas de paloma que vuela en el ancho cielo de la Venezuela que nunca debió ser cercada por los esbirros de la sombra. Volaras  sin límites en un cielo azul y lleno de sol con alas de libertad,

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