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¿Qué es lo que no nos están contando?

 

La sociedad venezolana se encuentra acéfala de información política de calidad, no porque los portales webs y radios que aún se mantienen firmes en su propósito de comunicar e informar, sean poco eficientes en su labor, a pesar de los bloqueos y censuras impuestas por el gobierno, más bien, se trata del resultado que genera el silencio de líderes, dirigentes y responsables políticos, quienes en medio de una de las peores crisis de nuestra historia republicana, han optado por no figurar mucho, no vaya a ser que el gobierno les tenga reservada una estancia en alguno de sus recintos penitenciarios. Pero otros, se han dedicado a enfilar sus discursos y mensajes para atacar a cualquier otra coalición opositora. Todo, menos lo que en verdad importa.

Lo cierto, es que desde hace suficiente tiempo, venimos interactuando con el divorcio entre la clase política y la sociedad. Mientras los primeros señalan críticas y denuncias hasta el cansancio, en la sociedad sólo se sobrevive. Pero ningún liderazgo opositor ha logrado, hasta el momento, la conexión entre las necesidades sociales con los tiempos y discursos del mundo político. Pero ¿Qué hace falta para que la sociedad deje de percibirse tan minimizada ante gobierno que, por lo bajo, materializa y justifica las denuncias opositoras? ¿Qué es lo que nos hace creer que el estado de anomia en el que vivimos es permanente?

Pues bien, señalemos lo obvio. El sector político que se aferra al gobierno, no tiene el más mínimo interés en superar las crisis, el caos, o las condiciones en las que vivimos. No permiten que se respeten normas de juego claras, porque de ser así, hace rato que ya no estarían jugando, en cambio, han logrado imponer una sola: Se hace, tan sólo, lo que ellos permitan que se haga.

Por su parte, la oposición no se percibe como una alternativa al gobierno. Sí, denuncian, critican y algunos hasta pareciera que conspiran, pero ninguno, absolutamente ninguno, se percibe como una opción real de cambio. Pudiera ser porque no nos están presentado  propuestas, porque no lograron que se respetara el poder legislativo, o porque sencillamente, pierden tiempo y energías en construir discursos y matrices de opinión que atacan la divergencia opositora. Hasta ahora, el concepto de unidad se ha vendido como una camisa de fuerza a la cual se deben doblegar todas las minorías opositoras, por lo que, estas se han dedicado a librarse de ella en vez de luchar contra el adversario común. Ya viene siendo hora de señalarlo y superarlo.

Ante éste escenario, la sociedad se ha dedicado a sobrevivir, tan sólo a eso, no hay sueños, ni aspiraciones, sólo hay supervivencia, y allí, en lo más básico de las necesidades humanas, tampoco hay normas, ni moral, ni orden. Se trata de una sociedad dominada, a la que tan sólo le queda la opción de obedecer para poder sobrevivir, tienen que ser parte y a su vez deben reproducir el sistema: El policía que pide sobornos, el conductor que desconoce las normas de transito, el profesional que a pesar de conocer su trabajo es mediocre en su ejecución, el prestador de servicios que maltrata a sus clientes, el militar que ni siquiera a leído la Constitución, hasta el político de oposición que no hace oposición, entre muchísimos otros ejemplos.

Entonces ¿Qué es lo que no nos están contando? Pues bien, nadie nos dice que el camino correcto es desobedecer, tener esperanzas, imaginar un futuro de progreso. Nadie nos está contando cómo se siente ser libres, o que finalmente, David siempre le gana a Goliat. ¡Eso es lo que hay que contar! Como nuestros profesores universitarios pasan hambre a cambio de no abandonar a las generaciones que reconstruirán a Venezuela, como pueden coincidir diversas formas de lucha sin necesidad de atacarse unas a otras, o, como reconocer los errores nos puede hacer grandes. Pero cuidado, tampoco es que necesitamos un mesías que nos venga a señalar el camino ¡No! Tan sólo necesitamos construir un discurso que motive, un discurso que pueda reproducir desde el policía honesto, hasta el niño que da alegría en su hogar, un discurso que le regrese el honor, moral y la gloria al venezolano del mañana. Sí, definitivamente es eso lo que no nos están contando, que somos nosotros mismos los que reproducimos la anomia, pero que también somos quienes podemos superarla.

 por Max Suarez D’Addario

 

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