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Pedro R. García: Las redes como punta de iceberg de un incontrolado poder

 

“Vivimos una época sellada por un profundo narcisismo, en el que el individuo se ahoga en su propio espejo. El hombre no encuentra en el mundo el resultado de su obra, de su acción; se encuentra enajenado y en esa “ajenidad” se busca en un espejo imaginario de sí mismo.
Como lo explica Freud en El malestar en la cultura, el narcisismo sobrevive como un síntoma neurótico pero también como un elemento constitutivo en la construcción de lo real. El narcisismo es considerado aquí tanto como un escape egoísta de la realidad como una relación existencial con el mundo.
La felicidad anclada en el amor a sí mismo, en el culto de la propia imagen, en la sublimación del autoerotismo transformado en moda cultural, en pose histérica, que anula toda posibilidad de donar un legado a las generaciones que vienen. Esta crisis identitaria, tiene profundas consecuencias en la cultura, no sólo en los términos del intercambio sino en los términos de legar una tradición, un mundo simbólico a otro semejante pero no idéntico (“como pretende Narciso”).

Ubicando algunas pistas…

En un artículo publicado recientemente (Web Waking Times), nos relata de sobre una de las técnicas que más se están utilizando en la actualidad para manipular y condicionar a las masas a través de las redes sociales. Esta se conoce como Astroturfing, otros lo definen como, Las fake news que son un producto pseudo periodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales cuyo objetivo es la desinformación deliberada o el engaño siempre deberíamos estar alertas frente a su existencia cuando notamos emerger movimientos sociales o corrientes de opinión determinadas respecto a cualquier asunto social, político o económico. Así es como nos lo narra en extenso artículo de Waking Times.“Nuestra realidad es afinadamente construida por poderosas fuentes corporativas y políticas con el objetivo de influir en la opinión pública de manera velada. Constantemente son transmitidas todo tipo de mentiras evidentes en relación con el terrorismo, la alimentación, la guerra, la salud, y demás. establecidas para condicionar la percepción de los espectadores y intimarles a aceptar políticas sociales tóxicas”. La destreza con la que se instrumenta la manipulación y el control de la opinión pública con mensajes de los medios se ha vuelto tan común, que se ha establecido toda una elaboración a su alrededor. El papel de esta industria de blanqueo del sentido común es encontrar la manera de manipular cualquier tipo de información para moldear la investigación que nos ofrecen los redactores. Nunca está claro hasta qué punto alcanza la verdad que reciben los editores y que transmiten a la población, debido a que la industria de las noticias se ha vuelto absolutamente complaciente. Los mensajes que nos ofrecen son vaciados por grandes poderes corporativos que a menudo gastan millones en publicidad. Por poner un ejemplo, en EEUU, un país atestado de periódicos, televisiones, radios y publicaciones de todo tipo, existen seis conglomerados que poseen el 90% de los medios de comunicación: General Electric (GE), News-Corp, Disney, Viacom, Time Warner y CBS. Sin embargo, estas empresas funcionan bajo muchas marcas diferentes, como Fox, ABC, CNN, Comcast, Wall Street Journal, y demás, facilitando a la gente la percepción de que están eligiendo entre múltiples opciones diferentes. Y en el grueso de los otros países sucede algo muy similar, con unos pocos que agrupan el total de medios de comunicación. “Como mostraron los investigadores de Tavistock, era importante que las víctimas del ablución de raciocinio masivo nunca se percataran de que su entorno estaba siendo controlado; por lo tanto debe haber un gran número de fuentes de información, cuyos mensajes pueden variar ligeramente, a fin de enmascarar la sensación de control externo”. L.Wolfe, especialista de blanqueo de discernimiento de masas técnica yamado Astroturfing: a medida que se ha producido el ascenso de los medios alternativos, el aparato de la propaganda ha continuado expandiéndose. Sharyl Attkisson, reportera de investigación de la CBS, explica que la técnica del Astroturf (o césped artificial, en español), consiste en la creación de movimientos de base falsos (Grass Roots en inglés), que se utilizan para manipular y voltear todo tipo de información, influyendo no sólo a los comentaristas, sino a la opinión pública directamente. “Astroturf es un desenfreno de las bases. Hablamos de esta técnica cuando los intereses políticos, corporativos u otros especiales se disfrazan y publican blogs, abren páginas en Facebook y Twitter, divulgan anuncios, cartas al editor, o simplemente propagan comentarios online en cualquier medio o plataforma, para tratar de hacerte creer que el mensaje sale de una tendencia independiente de base”. O tal y como la definen en la Web Marketingaholic: “El astroturfing es una técnica de marketing que consiste en encubrir al auténtico emisor de un mensaje promocional, y hacerlo pasar por una expresión popular y espontánea. A través de este discutido método, se crea popularidad masiva ficticia, para que distintas personas estén más proclives a aceptar la idea, marca o producto que se desea propagar. El término proviene de Astroturf, una marca de césped sintético” ¿Cómo podemos yegar a diferenciar lo que son movimientos, organizaciones o opiniones efectivas de lo que no es más que un antifaz para falsear e influenciar? Es realmente espinoso, puesto que cuando se crean estos tendencias de base falsos, se envuelven de la información adecuada para que parezcan reales. Así, cuando crean un movimiento de base simulada mediante la “técnica del Astroturf”: se crean páginas de Wikipedia, supervisadas por las corporaciones; se genera una amplia y continuada presencia en los medios sociales, incluyendo facebook y twitter, a cargo de profesionales pagados; se financia secretamente a organizaciones sin fines de lucro para conseguir el apoyo de terceros y aumentar la presencia en las redes; se buscan páginas Web con motores de optimización, tales como blogs y sitios de terceros que apoyan una agenda específica; se financian investigaciones que se presentan engañosamente como opiniones independientes de estudiosos o científicos; se financia a expertos que trabajan en proyectos no relacionados para que apoyen indirectamente la causa, convirtiéndolos en realidad en consultores pagados, y demás. Estos procedimientos se utilizan para dar a la gente la impresión de que existe un amplio apoyo para un determinado programa, idea o movimiento, cuando, en realidad, ese apoyo puede que ni exista. Las formas de Astroturf también se estilan para afrentar o señalar a aquellos que no están de acuerdo con ciertas agendas, calificándolos con estereotipos como “teórico de la conspiración”, o “profeta del naufragio”, algo que ya conocemos ampliamente pues este tipo de práctica descalificadora se utiliza incesantemente. A nadie debería sorprender lo que intentamos exponer en este artículo. Al fin y al cabo es el resultado nomológico de la humanidad en la que coexistimos. Y es que vivimos en la era de la comunicación, un momento de la historia de la humanidad sin precedentes, en el que una cantidad cada vez más abundante de información se intercambia con una facilidad nunca vista. El gran problema es que, como más prolifera el intercambio de información casi sin filtros ni cortapisas, más prolifera el intercambio de mentiras, rumores y manipulaciones. Es cierto, tenemos acceso a mucha información a la que antes no podíamos yegar. ¿Pero sabemos distinguir cuánta de esa información es verdadera y cuánta es falsa? Si una cosa nos demuestra el ejemplo del Astroturfing es que en muchos casos, no sabemos dónde se origina una determinada información, quién se oculta tras ella, ni qué intención real tiene. Así pues, la pregunta que quizás deberíamos afrontar es: ¿estamos mejor informados que en otros momentos anteriores de la historia humana? ¿La información a la que tenemos acceso contribuye a que estemos más cerca de la verdad respecto a lo que acontece en nuestro mundo, o quizás este exceso de información genera más confusión que otra cosa? Y es que si una palabra caracteriza al mundo sobrecomunicado de la actualidad, es la palabra  Uno de los ejemplos más concretos del grado de confusión que reina en la sociedad actual, lo encontramos en el campo de las ideologías políticas. Durante décadas, distinguir entre “progresistas” y “conservadores” o entre “izquierdas” y “derechas” ha sido fácil. Los puntos de referencia estaban muy claros y situarse en el tablero político era sencillo. Ahora, más que nunca, Internet se ha convertido en un campo de batalla caótico, en el que las “líneas del frente” están desdibujadas y en el que es prácticamente imposible distinguir entre amigos y enemigos, entre izquierdas y derechas, entre sinceros y mentirosos; es como un océano agitado en el que ya no se puede navegar con las viejas cartas de navegación, pues las corrientes y los vientos han cambiado totalmente, las islas se desplazan de lugar e incluso las líneas de las costas se desdibujan y reconfiguran continuamente. Lo primero que debemos hacer es dejar de engañarnos a nosotros mismos y aceptar que en el mundo de hoy ya no existen ni “izquierdas” ni “derechas”, al menos tal y como las conocíamos hasta ahora. Vivimos en un mundo en el que gran cantidad de movimientos presuntamente independientes, presuntamente de izquierdas y presuntamente anti-globalización, son financiados secretamente por multimillonarios como George Soros; un mundo en el que partidos que se hacen yamar “Socialistas y Obreros” como el PSOE español, y en la reciente crisis doblo la cerviz frente a los grandes grupos que siempre habríamos identificado con “el capital”; una sociedad en el que un personaje como Vladimir Putin es considerado un ídolo de los movimientos izquierdistas bolivarianos y pro-castristas, mientras es entronizado a la vez por la ultra-derecha europea más fascista y radical, como la que representa el Frente Nacional Francés de Marine LePen; un entorno en el que partidos progresistas como Podemos, aliados de esos mismos bolivarianos, tienden “alianzas” con medios de comunicación impulsados por dictaduras ultra-religiosas (y por lo tanto, retrógradas y ultraconservadoras) como la de Irán; y por descontado, un mundo en el que las potencias occidentales, encabezada por EEUU y sus aliados, organizan y sufragan a los mismos grupos terroristas que dicen contender claramente. Si trasladáramos a la actualidad a los activistas políticos que peleaban en las calles a principios del siglo XX, posiblemente se desconcertarían. Observarían aturdidos a sus afines de la actualidad y les preguntarían entre tartamudeos: “¿y señalan que éste es compañero de nosotros?” De hecho, si no estuvieran tan cómodos, se deberían volver locos hasta los agitadores políticos que estremecieron el mundo en la década de los 60. ¿Quién es quién en la actualmente? ¿Dónde están las supuestas lealtades ideológicas “de toda la vida”? Nada de lo que vemos parece tener sentido ya, al menos siguiendo los pasados parámetros. Lo más desconcertante del asunto es que hay gran cantidad de gente que se niega en redondo a ver todas estas contradicciones,  aún con los antiguas cuantificaciones y líneas fijas, sigue luchando enconadamente en favor de unos u otros, asiéndose vehementemente a sus filiaciones y animosidades más profundas y negándose a aceptar que en realidad, esos rancios grupos ya no existen. Situemos un ejemplo irritante que ha eclosionado con especial fuerza en estos últimos años y que probablemente resultará incómodo para muchos lectores: el caso de Vladimir Putin y sus medios de comunicación afines al gobierno en que se autoproclama “de izquierdas”  defendiendo a un ultra-derechista como Putin resulta sencillamente sorprendente. En estos momentos hay millones de personas que prácticamente consideran a Putin poco menos que un “santo” o un “filántropo”; un hombre venido de los cielos para traer la paz y la concordia a la tierra Esa misma gente devora con afán los medios de comunicación pro-rusos, como RT o Spútnik, negándose a ver que al menos una tercera parte de las noticias que ofrecen son pura difusión militarista en la que los medios rusos se ensalzan de lo “destructivas y mortales” que son sus armas, al más puro estilo del ultra-nacionalismo fascista de toda la vida: “las superiores, las que matan más, las que más destruyen, mucho mejores que las de esos americanos corpulentos e infortunados; los óptimos misiles nucleares, los submarinos indetectables, los bombarderos más letales y los tanques más irreductibles” Si en lugar de ser medios rusos, fueran medios norteamericanos y en lugar de la palabra “Rusia”, viéramos escrito “EEUU” o “Israel”, no queremos ni imaginarnos lo que estaríamos diciendo sobre el contenido de estos medios. Y es que de la misma forma que dar un recorrido diario por los medios pro-occidentales significa someterse a un adoctrinamiento completo vergonzoso repleto de falsedades y manipulaciones, un paseo diario por RT o Spútnik es lo más similar a un enjabonado del juicio en un cuartel militar  Pero sin que nos traguemos toda la colosal cantidad de contaminación promocional que estos medios arrojan: sencillamente hacemos uso de ella por las imputaciones que realizan contra occidente, y nos permite así sea parcialmente acceder esencialmente a aquellas investigaciones que los medios occidentales tratan de ocultarnos y que por pura animadversión, entregan sus “presuntos enemigos”. Ejemplo: si no fuera por los medios pro-rusos y pro-iraníes, que se han dedicado a contrarrestar la propaganda occidental sobre la guerra de Siria, no conoceríamos las evidentes vinculaciones de Estado Islámico y Al-Qaeda con las potencias regionales, ni el tenebroso papel que ejercen en la organización del terrorismo yihadista países como EEUU, Israel y sobretodo Arabia Saudita y la Turquía de Erdogan. Y esto es lo que a mucha gente le cuesta admitir e intuir: los medios rusos e iraníes no denuncian todo esto porque sean los fiadores de la verdad. Lo hacen porque les interesa a nivel político y militar. Y puesto que la información que transmiten obedece a sus inteses, religiosamente como sucede con los medios occidentales, debemos ser conscientes de que obedeciendo a otros, también mienten o falsean la realidad cuando a ellos les conviene, exactamente igual como hacen los medios occidentales. La única conclusión a la que podemos yegar en esta guerra de intereses propagandísticos, es que no hay ni “buenos” ni “malos”, ni “defensores de la verdad” contra “los de la mentira y la manipulación”. De hecho, solo hay “perversos” y “manipuladores” con diferentes colores de uniforme o de bandera, que defienden sus respectivos intereses momentáneos… y nosotros, el ciudadano de a pie, solo somos sus marionetas operados, piezas en su ensangrentado tablero de juego. Múltiples bandos luchan por conquistar nuestros sentimientos, para poder así usar nuestros cuerpos como carne de cañón en sus batallas y conflictos, de los que jamás recogeremos beneficio alguno, como nos demuestra la historia una y otra vez. Y solo muy crédulo y los hay, o que están adoctrinados y también los hay, no se dan cuenta de ello, por más próximo que pueda sentirse ideológicamente a unos de los “bandos” en disputa. Sin embargo, podemos obtener información valiosa en este conflicto de los poderes reales, si logramos una posición lo más neutral posible y somos capaces de intuir la inclinación ideológica y los intereses que defienden aquellos que publican noticias o generan corrientes de opinión. Dicho de otra manera: sabiendo “de qué pata cojea cada uno”, podemos tratar de equilibrar la balanza y contrarrestar su sesgo ideológico. Y al mismo tiempo podemos ser capaces de detectar nuestro propio sesgo ideológico y también tratar de equilibrarlo en la medida de lo posible para tener una perspectiva más justa de la realidad, disponiendo así de una brújula obligatoria para  bordear este caos ideológico e informativo. Y la pregunta es: ¿sabiendo que todos mienten por interés, conociendo cuál es su interés real económico e ideológico y conociendo la información retorcida que cada “bando” nos ofrece, podremos exorcizar el caos informativo en el que nos sumerge la sociedad actual? Nos tememos que no, pues el problema al que nos enfrentamos es mucho más complejo aún. (Sobre este tema volveremos luego).

“Con nuestras omisiones le hemos cortado una vez más rodajas al tiempo, pero el tiempo sigue igual”

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