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Sebastiana Barráez: “Boca de grita, el pueblo que se enfrentó al ejército”

 

La madrugada del jueves 6 de septiembre, a Jorge Junior Martínez, de 26 años, a quien lo llaman simplemente Junior, lo detiene una comisión del Ejército venezolano, en el punto de control ubicado entre Orope y Boca de la Grita, en el municipio García de Hevia del estado Táchira. La FANB dijo que el muchacho corrió y no se supo más de él. No aparecía detenido, muerto ni vivo. Lo buscaron, pero solo encontraron su Biblia y sus chancletas entre el monte. Y el pueblo se alzó, trancó la vía principal y se instaló allí durante dos días. Ante la decidida acción, Junior fue abandonado en una finca, torturado pero vivo.

El muchacho es querido en el pueblo. Gran cantidad de personas se organizaron para buscar a Jorge, desde la madrugada, entre la vegetación y el pueblo. Una comisión, al mando del teniente coronel Páez, comandante de Morotuto, había llegado a esa hora a la alcabala y tomó el control del lugar; procedieron a quitarle los zapatos, relojes, teléfonos a quienes pasaban por el lugar. Jorge iba en una moto de parrillero cuando fue detenido en ese punto de control, pero se asustó y echó a correr.

“El  teniente Betancourt, jefe del puesto de Orope, nos dijo –expresa un familiar- que Junior echó a correr por el monte, que está cerca del Batallón. Y a unos 200 metros de allí encontramos su Biblia, ya que es cristiano. Es imposible que él haya dejado su Biblia”.

El viernes, la madre del joven y su esposa, Diana Piña, se trasladaron hasta Morotuto. Ellas insistían en que tenían allí a Jorge detenido. Les dijeron que las autorizaban a revisar para que comprobaran que no estaba, pero unos minutos después les explicaron que no podían pasar porque estaba prohibido pasar al interior del batallón. Ellas se trasladaron entonces, hasta la Fiscalía Militar, en La Fría, para colocar la denuncia.

Diana y Jorge tienen tres hijos en común. “Jorge vivía en Maracay –relata uno de sus amigos-. Él tiene aquí a casi toda su familia. Se fue de Boca de Grita hace años. Fue policía nacional y policía estadal. La situación del país lo obligó a regresar a Boca de Grita, hace unos cinco meses, para trabajar en Colombia. Compraba ropa en Cúcuta y la vendía en el Puerto”.

La protesta

Aseguran sus familiares que hay testigos que de que a Jorge lo subieron a una unidad militar. Es así como la comunidad se solidarizó con la familia del desaparecido. Buscaron todo el jueves desde la madrugada hasta el sábado en la mañana, cuando decidieron trancar la vía principal, justamente al frente del puesto de control.

El sábado se mantenían allí con la vía cerrada y solo permitían el paso de las más estrictas emergencias. No cedieron y el domingo quemaron cauchos y reclamaban que apareciera Jorge o su cuerpo. “No vamos a permitir que sea un desaparecido más”, dijeron.

El lunes la protesta se intensificó. Pero a eso de las tres de la tarde, llegó la comisión militar de Morotuto, comandada por el Tcnel Páez, hasta el puesto de control y lugar donde la comunidad protestaba. Él llegó en una patrulla de esas que tienen el chasis largo y 10 hombres. No le permitieron pasar el vehículo, pero el oficial se bajó y entró al comando.

Veinte minutos después uno de los familiares recibe una llamada de un habitante de Orope, informando que Jorge Junior lo llamó y le dijo que estaba botado en una finca. Un grupo agarró sus motos y se fueron hasta el lugar donde hallaron al joven, que casi no hablaba.

Fue trasladado hasta el hospital de Puerto Santander, la población colombiana que hace frontera con Boca de Grita, porque en la parte venezolana no hay médicos; los hospitales más cercanos están en La Fría, por lo que es más sencillo y cercano recibir atención médica del lado colombiano.

Está muy débil, presentaba signos de desnutrición, las rodillas y los pies lesionados a causa de que permaneció amarrado. Él solo atinó a murmurar, cuando sus amigos del pueblo llegaron al lugar, que quienes lo mantenían secuestrado, de quienes cree eran militares, lo trasladaron en un carro, lo bajaron en un lugar lleno de monte y cuando se quitó la capucha que le habían colocado, visualizó una casa, hasta la cual se acercó. Allí lo atendieron, le dieron agua de coco,  trocitos de coco y luego dos arepas. Confesó que durante todos los días en que lo mantuvieron en cautiverio no le dieron ni agua.

La reacción de la comunidad contra los militares fue violenta, le acabaron la alcabala del Ejército y le destruyeron una patrulla, antes de alejarse del lugar.

El pueblo hoy luce silencioso. Es como si un velo de tranquilidad lo haya cubierto. Jorge Junior está al otro lado del territorio fronterizo recuperándose. Familiares y amigos cruzan la línea fronteriza para estar seguros de que está vivo y ver su rostro y sus heridas.

@sebastianab

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