En momentos en que el hambre, la pobreza y la ruina generadas por la incapacidad y la rapiña del gobierno, hace insoportable la vida de los venezolanos, y cuando la sociedad casi por consenso exige la sustitución de un régimen responsable de la tragedia humanitaria que nos consume, en una transición democrática que nos devuelva el derecho a vivir en paz, bienestar y libertad; las fuerzas políticas que conforman la oposición venezolana, haciendo caso omiso al sentido de responsabilidad y patriotismo que las obliga a construir una alternativa de cambio, se encuentran enfrascadas en disputas y luchas intestinas, con propósitos autodestructivos que impiden en definitiva articular y dar viabilidad a la salida del gobierno madurista del poder.
Las fuerzas políticas y sociales que se oponen a la continuidad del actual desastre, son por definición y perfil diversas y plurales, con liderazgos, militancias e inspiraciones ideológicas distintas, lo que en principio es lógico y normal en toda sociedad democrática. La unidad y convergencia de ese variopinto agrupamiento solo es posible colocando por encima de las naturales divergencias un propósito, un objetivo y una razón poderosa que permita dejar a un lado lo que nos separa y privilegiar lo realmente importante, en este caso el rescate de la democracia y la libertad y la reconstrucción económica, social, política, institucional y moral de la República.
Cuando la inmensa mayoría de los venezolanos clama por una alternativa, capaz de compactar el descontento acumulado en una sociedad sometida a sufrimientos insoportables, y transformarlo en fuerza indetenible de cambio, los diversos factores políticos que se oponen al régimen en ejercicio de crasa irresponsabilidad, centran y potencian sus fuerzas y recursos en una lucha interna, fratricida y suicida, que busca inventar o recrear diferencias, aupar divisiones irreconciliables, y descender al terreno del insulto, la descalificación y el agravio, brindando un espectáculo deprimente en el campo de sus seguidores y por supuesto celebración y algarabía en la cúpula podrida que nos desgobierna.
Se fabrican y rebuscan falsas líneas divisorias, entre las cuales destacan la que separa a sectores que se autocalifican de radicales e intransigentes, que haciendo uso de pirotecnia verbal, y sin ninguna capacidad de convocatoria que los avale, designan a quienes no coinciden con sus predicas o estrategias como vendidos, tarifados o colaboracionistas, en el típico ejercicio de exclusión e intolerancia que tanto le critican a los capitostes del Chavismo pero que ellos practican sin el menor rubor.
Para los radicales todo el que no comulgue con sus posiciones abstencionistas, o con su visión improvisada e infecunda de lo que se denomina “la lucha de calle “mejor conocida como “guarimba “está en connivencia con Miraflores y por supuesto recibe remuneración por tal conducta. El fracaso de sus iniciativas que han llevado precisamente a esterilizar las movilizaciones populares y a estimular el pesimismo, la resignación y el desconcierto en el ciudadano de a pie, lejos de generarles la menor reflexión y autocritica, se convierte en estimulante de mayores dislates, pues al final la premisa fundamental de sus inspiradores es que la lucha contra el régimen es un problema de “testículos y ovarios “y no inteligencia y eficiencia.
Mientras la hiperinflación, la hiperdevaluacion, la especulación, la falta de servicios públicos o medicina, la inseguridad y el crecimiento exponencial de la desnutrición y la pobreza, se constituyen en el vía crucis cotidiano de los venezolanos, los partidos opositores ausentes y al margen de todos los escenarios concretos de la tragedia social, se dedican a exacerbar sus disputas y diferencias, sin que en ese debate resalte una sola controversia idearía o política, sin que sus dimes o diretes diriman diferencias trascendentes o posiciones de fondo, sin que se visualice ningún antagonismo serio, lo que delata la verdadera razón de sus controversias: una lucha bastarda por protagonismos, deseos de prevalecer, ambiciones y rivalidades que dejan muy mal parados a sus interlocutores.
En tanto el país se deshace en medio de la ruina y la destrucción propiciada desde el gobierno, los partidos opositores no encuentran un mejor tema para desnudar sus mediocridades en el escenario parlamentario que consumirse en torneo de mutuas acusaciones y descalificaciones para terminar dilucidando en votación dividida las simpatías o antipatías por la figura del ex presidente del gobierno Español José Luis Rodríguez Zapatero, como eventual facilitador de un inexistente e ilusorio dialogo con el gobierno.
Aunque duela, de pena, o lo indisponga a uno con los más prominentes protagonistas de esa parodia, no resulta ni aventurado, ni exagerado afirmar que un régimen agotado, desprestigiado y censurado, desprovisto de apoyo popular, solo logra sostenerse sobre la incompetencia y la mediocridad de sus adversarios. Uno llega a pensar que la dictadura militar de Pérez Jiménez, seguramente hubiera podido prolongarse hasta nuestros días, si en vez de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jovito Villalba y Pompeyo Márquez, hubiera contado con adversarios como los que ahora se empeñan con sus actitudes y conductas en permitir la prolongación de la desgracia que nos desgobierna.
Ok señor, admitido su razonamiento y formal denuncia pública de los políticos y partidos opositores al actual gobierno venezolano, ahora díganos cual es propuesta y que está dispuesto a aportar y hacer para restaurar el sistema democrático en Venezuela.
Quien propone que da un paso al frente