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Leandro Area Pereira: El quinto punto cardinal

 

No sé dónde queda el quinto punto cardinal pero entiendo que debe estar hacia el centro de nuestra geografía humana hoy fragmentada. Además calculo que no es sumatoria de partes ni realidad estadística. Es sí un imperativo de la conciencia por lo que no se llega a ella sino por el esfuerzo que impone la necesidad de encontrar un destino común hasta ahora esquivo.

Nunca me hablaron de él ni me dijeron en escuelas o en doctas academias. Me contaban de geografías, de viajes, de las grandes travesías humanas, de los tatuajes de la historia, de las empresas del espíritu y las del pensamiento que pasan por gemelas y no lo son. Me contaron de las grandes epopeyas del hombre y de los pueblos que tampoco tienen por qué ser idénticas. Quisieron decirme y yo sin entender que el microscopio y el telescopio, que el lápiz o la computadora no son más que extensiones de la inteligencia, extremidades refinadas del animal que somos y llevamos por dentro.

Hice cursos de todo y hasta me diplomaron y sigo sin saber pero extrañando dónde está la utopía. Llego a presuponer a todas éstas que ese quinto punto cardinal, vellocino de oro, no queda ya en la lejanía sino en el centro que puedo resumir en la unidad que es concreción y síntesis, es decir, acumulación y superación de todas las fuerzas invertidas en el descubrimiento.

Y ese centro buscado al ser irregular la superficie que medimos e irregulares y distintos también los elementos que a ella la conforman está en permanente equilibrio inestable de sus contradicciones, lo que viene a ser no más que redundancia pues quién ha visto a equilibrista alguno que se sienta seguro y para siempre frente al vacío que se reta.

El centro, al que llamo unidad otra vez, cómo no hacerlo, es difícil, poco llamativo y menos apetecible como destino si se quiere. ¡Vayamos hacia el centro!, es consigna sin norte, sin sur, sin este, sin oeste. Es medio sonsa ella como grito de guerra o como imán de pasiones. No es nombre de película. Pero si te pones a contar en el centro está el corazón y quedan el ombligo y el sexo y los ojos y la boca y la nariz, los oídos, el cerebro.

Porque el centro como intención política no es un lugar preciso sino un desplazamiento, una energía dispersa que se tensa, una fuerza, un cuenco, un contenido de la acción que al embalsarse, se convierte en forma compuesta por orillas, que a ello eluden los límites, porque en definitiva soy dentro de las fronteras que me dibujan.

El centro es la unidad, repito, de una visión del mundo. El centro debe ser nuestra próxima parada como país; el centro, la unidad está en nosotros y el desplazamiento es una virtud de la conciencia, una lucha contra la dispersión que hizo posible llegar al llegadero que llegamos, donde estamos ahora. Y es sobre ese centro donde debemos levantarnos con los pies en la tierra.

Eso de la unidad que tanto repetimos los que deseamos ver otro horizonte no es cuento de camino, es una necesidad de la lucha política que debe estar por encima, más allá, de rostros y de ombligos.

 

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