El Banco Mundial, en su Informe: Aprender para hacer realidad la promesa de la educación (año 2018) alerta sobre la “crisis del aprendizaje en la educación” cuyo impacto más palpable es la ampliación de las brechas sociales, ante el hecho que un alto porcentaje de los jóvenes está llegando a la primera etapa de la adultez sin contar con las competencias laborales más básicas (capacidad real y demostrada para realizar con éxito una actividad de trabajo específica); lo cual se traduce en una crisis moral y económica que ha de ser enfrentada, en el plano educativo, mediante la instrumentación de estrategias vinculadas con la adquisición de Competencias de Aprendizaje. De igual modo, el Informe en comento señala como factores generadores de tales deficiencias en el aprendizaje, entre otros, los siguientes: (1) El quiebre de la relación entre la enseñanza y el aprendizaje (escolarización no implica aprendizaje); (2) El poder político dominante impulsa esa situación como una estrategia de dominación social al serle negada a la población la posibilidad de adquirir conciencia de lo que puede y debe hacer, hasta ubicarlos en una situación de sumisión; (3) Retraso del desarrollo cerebral, tanto por falta de una buena nutrición como por la ausencia de estimulación en los primeros años de vida; (4) Mínima inversión pública y privada en la formación y capacitación docente.
La UNESCO, por su parte, señala que un alto porcentaje de jóvenes no termina la enseñanza primaria y a lo sumo alcanzan el primer ciclo de secundaria lo cual, obviamente, propicia una carencia de Competencias que le reducen la oportunidad para desempeñar actividades laborales, y por ende los mantienen en el umbral de la pobreza; al punto de conformar una generación de jóvenes frustrados habida cuenta de su incapacidad para cumplir con las exigencias impuestas por un mercado ocupacional en continuos cambios. Aun cuando resulte una perogrullada, vale recordar que el hecho educativo perfecciona las facultades intelectuales y morales de las personas a la luz de su capacidad transformadora en respuesta a una pedagógia que favorece la conformación de un circulo virtuoso de emprendedores (fraternidad, solidaridad, integración y acción transformadora) en beneficio de la sociedad como consecuencia de los cambios que induce en las personas el proceso educativo que los faculta para progresar, mejorar y evolucionar; en el entendido que el aprendizaje no se alcanza exclusivamente en la escuela ya que las personas también lo hacen por intermedio de sus experiencias personales y ocupacionales.
A tenor de lo expuesto, y en concordancia a la presencia de una sociedad inmersa en un mundo globalizado, no existe duda alguna sobre la importancia que tiene en la actualidad la educación a lo largo de la vida al extremo de convertirnos en ¡aprendices permanentes! en favor de actualizarnos constantemente para ajustarnos a los perfiles ocupacionales que demanda el mercado empleador, los cuales están en permanente cambio en razón a los avances tecnológicos y económicos; que en caso de no ser atendidos inducen lo que se conoce como brecha de habilidades, lo cual se agrava ante la rigidez que tiene el sistema educativo de incorporar, con la inmediatez necesaria, en su modelo formal los principios de la Educación Transformadora en lo que respecta a las “nuevas habilidades”. Es de resaltar, que esta realidad que se está enfrentando con la instrumentación del modelo educativo denominado Credenciales Alternativas relacionado con un diseño curricular cuyo perfil emana de las competencias, habilidades y logros de aprendizaje requeridas por el “estudiante no tradicional” (combina el trabajo y la familia con los estudios), sustentadas en las necesidades específicas y oportunas del mercado de trabajo en el marco de un modelo educativo socio comunitario productivo que abre espacio para propiciar la movilidad social al convertir en personas laboralmente activas a los desertores escolares ubicados en los distintos estratos sociales; que en lo específico del sector universitario, según datos del Banco Mundial (año 2017), solo la mitad de los estudiantes entre 25 y 29 años culminan sus estudios y el 50% de la deserción sucede durante el primer año de escolaridad. Tal escenario, en lo atinente al caso venezolano, se convierte en una clara oportunidad para invertir en una Educación Transformadora que apuntale las Credenciales Alternativas para facilitar la adquisición rápida de competencias en jóvenes y adultos, con el fin ulterior de instrumentar Planes dirigidos a contribuir a la superación de la crisis socioeconómica nacional en pro a la refundación del país desde los escombros esparcidos por el régimen militar-cívico, sustentados dichos Planes en Programas diseñados para enfrentar, al menos, dos objetivos de forma concomitante (A) El desempleo juvenil y de adultos; (B) Apuntalar una economía de servicios. Dentro de la infinidad de alternativas podemos hacer referencia a p.ej. “Programa Joven y Adulto Emprendedor en Servicios”.
Reflexión final: La posibilidad concreta, para que en Venezuela el proceso educativo se convierta en un factor determinante para su recuperación en la nueva etapa democrática que pronto se iniciará, pasa por la obligación de eliminar el actual modelo de ¡Educación Asimétrica! desarrollado por el chavismo-madurismo, que pone énfasis en una estrategia psicológica donde subyace la intención de imponer al pueblo, por intermedio del estudiantado, su voluntad dictatorial a través de un currículo nacional y textos escolares cargados de Contenidos de Aprendizaje antidemocráticos con el fin ulterior de desvanecerles cualquier motivación por actuar de forma consciente contra el régimen, habida cuenta de la “abrumadora ventaja” que le confiere la presencia de un poder totalitario.