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Pedro R. García: Frente a la incontinencia del Presidente Trump

 

Bueno es recordar: Las uvas de la ira I…

“El liberalismo moderno, influenciado por la filosofía evolucionista, vistas las narraciones del Génesis del origen del hombre como el mito.  Encuentra en la doctrina de la justicia original, que esta carece de significado. Neo-ortodoxa, también rechaza un estado literal, primitivo de la justicia en la historia humana, pero se encuentra con el concepto de la justicia original y siguen siendo válidos e importantes. Se refiere a la “naturaleza esencial”, el hombre es el Dios-la ley de creación del hombre verdadero ser (la ley del amor), de pie en contradicción con el pecado del hombre, la naturaleza existencial (Brunner y Niebuhr). Justicia original es la de que el hombre está vagamente consciente a través de su propia trascendencia, y de la que inevitablemente ha caído a través del uso equivocado de la libertad. También es lo que el hombre yega a comprender más claramente a través de Cristo”.

Una acotación necesaria..

“Los grandes propietarios, los que deben ser desposeídos de su tierra por un cataclismo, los grandes propietarios con acceso a la historia, con ojos para leer la historia y conocer el gran hecho: cuando la propiedad se acumula en unas pocas manos, acaba por serles arrebatada. Y el hecho que siempre acompaña: cuando hay una mayoría que tiene hambre y frío, tomará por la fuerza lo que necesita. Y el pequeño hecho evidente que se repite a lo largo de la historia: el único resultado de la represión es el fortalecimiento y la unión de los reprimidos”, (John Steinbeck  Las uvas de la ira).

John Steinbeck escribió su obra maestra Las uvas de la ira con 37 años, en 1939, hace 80 años al final de la Gran Depresión. Steinbeck obtuvo el Premio Nobel y el Pulitzer. John Ford hizo después una adaptación clásica al cine en 1941, con Henry Fonda. Es considerada como unas de las mejores 25 cintas en la historia de EE.UU. El libro fue también uno de los más prohibidos en la historia de ese país. Steinbeck fue estigmatizado como comunista y anticapitalista por mostrar apoyo a los trabajadores pobres. Algunas cosas nunca cambian, y los intereses acaudalados que controlan los medios tratan de alejar la culpa de nuestra depresión actual de sus actos fraudulentos. La novela representa una crónica de la Gran Depresión y un comentario sobre el sistema económico y social que la causó. La obra de Steinbeck sobre los trabajadores pobres reverbera con el pasar de las décadas. Escribió la novela en medio de la última cuarta Crisis. Sus temas de la inhumanidad del hombre hacia el hombre, la dignidad e ira de la clase trabajadora, y el egoísmo y codicia de la clase acaudalada parecen verosímiles en la actualidad. Steinbeck se convirtió en el campeón de la clase trabajadora. Cuando decidió escribir una novela sobre la difícil condición de los trabajadores agrícolas migrantes, tomó muy en serio su tarea. Para prepararse, vivió en una familia de trabajadores agrícolas y viajó con ellos a California. Setenta años después, las difíciles condiciones de la clase trabajadora son las mismas. Si Steinbeck estuviera vivo en la actualidad, viviría con una familia de trabajadores de la industria automovilística de Michigan en viaje a la fantasilandia de la energía verde, donde los automóviles se mueven con maíz y luz solar. La clase trabajadora soportó la carga principal de la Gran Depresión en los años treinta y soporta la carga de nuestra actual Enorme Depresión. Steinbeck sabía hace setenta años quiénes eran los culpables. Sabemos quiénes son los culpables en la actualidad. Son los mismos. Los intereses bancarios acaudalados causaron la Gran Depresión y crearon el desastroso colapso que destruyo 7 millones de puestos de trabajo de la clase media. Steinbeck comprendió que la clase trabajadora pobre de este país tenía más dignidad y compasión por el prójimo que cualquier banquero de Wall Street a la busca de enriquecimiento a costa de la clase trabajadora. Los indigentes de Oklahoma y los torrentes de leche y miel  ¿Cómo se puede asustar a un hombre que carga con el hambre de los vientres estragados de sus hijos además de la que siente en su propio estómago acalambrado? (nosotros tenemos singularidades que refutan eso) “No se le puede atemorizar, porque este hombre ha conocido un miedo superior a cualquier otro”, John Steinbeck Las uvas de la ira. El EE.UU. de 1930 era diferente en muchos aspectos del EE.UU. de 2011. La población de EE.UU. era de 123 millones, los cuales vivían en 26 millones de casas, o sea 4,7 personas por casa. Actualmente, la población de EE.UU. es de 310 millones, que viven en 118 millones de casas, o sea 2,6 personas por casa. La estructura de la vida y el trabajo del país eran dramáticamente diferentes en 1930. El porcentaje de la población que vivía en áreas rurales bajó a un 40%, desde el 60% que se vivía en 1900, debido a la rápida industrialización del país. Un cuarto de la población todavía trabajaba en granjas. Actualmente, menos de un 20% de los estadounidenses viven en áreas rurales, mientras que menos de un 2% viven en granjas. En 1935, había 6,8 millones de granjas en EE.UU. Actualmente hay 2,1 millones. La granja familiar ha sido desplazada sin prisa pero sin pausa por mega-granjas corporativas desde los años veinte, y 46.000 granjas representan actualmente un 50% de toda la producción agrícola, tanto la población agrícola como la población rural de EE.UU. han disminuido como parte de la población general de la nación, la lamentable situación apremiante del trabajador agrícola estadounidense no comenzó con la caída de los mercados bursátiles en 1929. Las semillas de la destrucción fueron plantadas antes y durante la Primera Guerra Mundial. La automatización mediante la tecnología permitió cultivar más tierra. Los precios agrícolas aumentaron debido a la fuerte demanda mundial, yevando a los agricultores a aumentar drásticamente los cultivos. Al aumentar los precios de los productos agrícolas básicos, los agricultores cayeron en la clásica trampa en la que cayeron los compradores de inmensas y pretenciosas casas nuevas desde 2000 hasta 2006. Los agricultores incurrieron en inmensas deudas para adquirir más tierras y equipos agrícolas ya que los bancos locales estaban dispuestos a alimentar sus ilusiones con préstamos. Era una ocasión que no se podía perder. Jim Grant, en su libro Money of the Mind: Borrowing and Lending from the Civil War to Michael Milken describió el resultado final: Como el mercado alcista en las acciones, el mercado alcista en las tierras de cultivo generó la creencia de que los precios aumentarían eternamente. “Los especuladores, que no tenían ningún interés en la agricultura, compraron tierras por el aumento anual del 6% u 8% que parecía seguro durante los primeros años del siglo”. El aumento en los precios agrícolas sólo había comenzado. El precio del trigo era de 62 centavos por fanega en 1900. Fue de 99 centavos en 1909, 1,43 dólares en 1916, y 2,16 en el pico en 1919. Para colocar 2,19 dólares en perspectiva, fue un precio que no se volvió a ver hasta 1947. El colapso de los precios a comienzos de los años veinte hubiera sido suficientemente devastador, pero el daño se complicó por la deuda. Al yegar el verano de 1921, los precios de los cultivos habían bajado en no menos de un 85% en comparación con el clímax de posguerra. Los habitantes de Nebraska, al ver que el maíz había yegado a ser más barato que el carbón, lo quemaron. Como sucede en todo mercado, la caída en los precios reveló las debilidades en la estructura del crédito que había financiado el aumento, entre 1919 y 1921, la cantidad de bancos que quebraron ascendió a 724, y sólo uno de los mayores, el Nacional Cit. Banka, fue rescatado por Washington DC. La zona central, donde vivía más de un 40% de la población, no participó en los años locos de los 20. Wall Street y el Noreste urbanizado vivieron la rápida acumulación de riqueza durante los años veinte. Los trabajadores agrícolas pobres del cordón agrícola tuvieron dificultades para subsistir. La tierra cultivada siguió aumentando incluso después del descalabro de principios de los años veinte, y se triplicó entre 1925 y 1930. La tierra estaba sobre-cultivada y no se la cuidaba adecuadamente, privando al suelo de nutrientes orgánicos y aumentando su exposición a la erosión. Luego, la Madre Naturaleza consiguió vengarse, como lo hace ahora en todo el globo. El “Cuenco de polvo” fue un período de fuertes tormentas de polvo que causaron un importante daño ecológico y agrícola en las tierras de las praderas del medio oeste entre 1930 y 1936. El fenómeno fue causado por una severa sequía combinada con décadas de agricultura extensiva sin rotación de cultivos, campos en barbecho, cultivos protectores u otras técnicas para impedir la erosión. El uso del arado profundo en la capa arable virgen de las Grandes yanuras había desplazado a los pastos enraizados que normalmente sostenían el suelo y atrapaban la humedad incluso durante períodos de sequía y fuertes vientos. Esas inmensas tormentas de polvo, bautizadas como “ventiscas negras” y “rodillos negros”, reducían a menudo la visibilidad a unos pocos metros. El “Cuenco del polvo” afectó 40.000.000 hectáreas, centradas en los estados de Texas y Oklahoma. Los pequeños agricultores fueron los más afectados. Incluso antes de que impactaran las tormentas de polvo, la invención del tractor limitó drásticamente la necesidad de mano de obra en las granjas. Esos pequeños agricultores ya estaban usualmente endeudados, al pedir dinero prestado para semillas y pagarlo cuando yegaba la cosecha. Cuando las tormentas de polvo dañaron las cosechas, el pequeño agricultor no sólo no pudo alimentar a su familia, sino que tampoco pudo saldar su deuda. Los bancos entonces embargaban las pequeñas granjas y la familia del agricultor se quedaba sin vivienda y sin trabajo. Entre 1930 y 1935, cerca de 750.000 granjas desaparecieron debido a la bancarrota o a una subasta forzosa, millones de hectáreas de tierra laborable fueron inutilizadas, y cientos de miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares de toda la vida. Se fueron por la Ruta 66 hacia la tierra prometida: California. Cientos de miles de familias viajaron por esa ruta solitaria durante los años treinta, muchas de ellas, conocidas frecuentemente como “Odies” ya que muchos provenían de Oklahoma, migraron a California y otros estados, donde encontraron condiciones económicas un poco mejores durante la Gran Depresión que las que habían dejado atrás. Sin tierras, muchos se convirtieron en trabajadores migrantes que viajaban de granja en granja para cosechar frutas y otros cultivos a salarios de hambre. Aunque la Gran Depresión afectó a todos los estadounidenses, cerca de un 40% de la población quedó relativamente indemne. No fue el caso de los “Odies”. Los californianos trataron de impedir que los migrantes se mudaran a su estado creando puntos de control en las principales carreteras yamados “bloqueos de vagabundos”. California incluso inició una ley “Antic-Odie” que castigaba con penas de cárcel a todo el que introdujera “indigentes”. Aunque Steinbeck destaca el sufrimiento de familias de agricultores migrantes en Las uvas de la ira, en realidad, menos de la mitad (un 43%) de los migrantes eran agricultores. La mayoría de los migrantes provenía del este del Cuenco de polvo y no trabajaba en granjas. Hasta 1940, 2,5 millones de personas habían abandonado los estados de las praderas; 200.000 de ellas se fueron a California. La severidad del hombre hacia el hombre “Siempre me pareció extraño que las cosas que admiramos en los hombres, la bondad y la generosidad, la franqueza, la honestidad, la comprensión y el sentimiento acompañan al fracaso en nuestro sistema. Y esos rasgos que detestamos, nitidez, codicia, ambición, mezquindad, egoísmo, interés personal, son los rasgos del éxito. Y mientras los hombres admiran la calidad de las primeras, les gusta el producto de la segunda”, John Steinbeck, su novela fue un fenómeno nacional. El libro aseguró a Steinbeck la admiración de la clase trabajadora, debido a la simpatía del libro hacia el hombre de a pie y su prosa accesible. Fue estigmatizado de comunista por los grandes terratenientes de California y acosado continuamente por J. Edgar Hover (jefe del FBI, N. del T.) y el IRS (Servicio de Impuestos Internos) durante casi toda su vida. El libro fue elogiado, discutido, prohibido y quemado. Un libro sólo puede generar tanto calor si se acerca demasiado a una verdad que los que están en el poder no quieren que sea revelada. Las uvas de la ira hizo precisamente eso. Steinbeck quería culpar al que se lo merecía: “Quiero colocar una etiqueta de vergüenza sobre los hideputa codiciosos que son responsables de esto (la Gran Depresión y sus efectos)”. Los banqueros que se apoderaron de sus granjas y los apartaron como si fueran basura, los especuladores de Wall Street que se enriquecieron traficando con deudas de la clase trabajadora, y los acaudalados terratenientes que trataron como criminales a los trabajadores agrícolas migrantes, fueron los culpables de los sufrimientos de millones. La pirámide de la riqueza era tan desigual en 1929 como en la actualidad. Riqueza desigual: el 1% de la población en la punta de la pirámide tenía ingresos 650% mayores que los del 11% de los estadounidenses que estaban abajo. La tremenda concentración de la riqueza en manos de unos pocos significaba que la continua prosperidad económica dependía de las grandes inversiones y los gastos en lujo de los ricos. En 1929, el 1% más rico poseía un 40% de la riqueza de la nación. El 5% superior ganaba un 33% del ingreso en el país. El 93% inferior sufrió una caída de un 4% en el ingreso disponible real entre 1923 y 1929. La clase media incluía a sólo un 20% de todos los estadounidenses. La sociedad estaba fuertemente orientada hacia los poseedores. En 1929, más de la mitad de los estadounidenses vivía bajo un nivel mínimo de subsistencia. Los que poseían los medios necesarios aprovechaban las bajas tasas de interés para utilizar el margen para invertir en acciones. El requerimiento de margen era de sólo un 10%, de modo que se podía comprar acciones por un valor de 10.000 dólares por 1.000 dólares y pedir prestado el resto. Con tasas de interés artificialmente bajas y una economía en auge, las compañías extrapolaron la buena racha e invirtieron en inmensas expansiones. Durante los años veinte hubo 1.200 fusiones que se tragaron a más de 6.000 compañías. En 1929, sólo 200 mega-corporaciones controlaban más de la mitad de toda la industria de EE.UU. Los pocos se enriquecieron, mientras los muchos se revolcaban en la pobreza y la desesperación. Cuando expertos autoproclamados en la Gran Depresión, como Ben Vern Hanke, proclaman que la Reserva Federal contribuyó a la Depresión al no expandir con la rapidez suficiente el suministro de dinero, practican el arte de la Gran Mentira. La misma fue causada sobre todo por la expansión del suministro de dinero por la Reserva Federal en los años veinte que yevó a un auge insostenible impulsado por el crédito. Tanto Friedrich Hajek como Ludwig Von Mises predijeron un colapso económico a comienzos de 1929. Desde el punto de vista austríaco esa inflación del suministro de dinero condujo a un auge insostenible en los precios de activos (acciones y bonos) y en bienes de capital. Ben Sorong, jefe de la Reserva Federal, trató de ayudar a Gran Bretaña manteniendo bajos los tipos de interés y al dólar estadounidense débil frente a la libra. Las tasas de interés artificialmente bajas yevaron a la sobre-inversión en los textiles, la agricultura y los automóviles. En 1927 bajaron una vez más las tasas, lo que condujo a un frenesí especulativo que yevó al Jueves Negro. La elite gobernante de la sociedad eran los especuladores de Wall Street. Sólo 1,5 millones de personas de una población total de 127 millones invertían en el mercado bursátil. Los préstamos al margen aumentaron de 3.500 millones de dólares en 1927 a 8.500 millones en 1929. Los precios de las acciones aumentaron un 40% entre mayo de 1928 y septiembre de 1929, mientras las transacciones diarias aumentaron de 2 millones de acciones a 5 millones por día. Para cuando la Reserva Federal hizo tardíos recortes en 1928, era de lejos demasiado tarde para evitar un derrumbe del mercado bursátil y la depresión, la cual fue creada por banqueros para beneficiar a banqueros. La misma compró 1.100 millones de dólares en valores del gobierno desde febrero a julio de 1932, lo que infló su cartera hasta los 1.800 millones. Las reservas totales de los bancos sólo aumentaron en 212 millones de dólares, pero sucedió porque la población estadounidense perdió confianza en el sistema bancario y comenzó a guardar más dinero en efectivo, un factor que estaba en gran parte fuera del control del Banco Central. La posibilidad de una estampida bancaria yevó a los banqueros locales a ser más conservadores al prestar sus reservas, y fue la causa de la incapacidad de inflar de la Reserva Federal. Desde su creación entre bastidores en una medianoche de 1913, la Reserva Federal, propiedad de los bancos, ha tratado de beneficiar a sus dueños, los grandes intereses bancarios de Wall Street y sus protectores políticos en el Congreso. La clase trabajadora nunca ha sido otra cosa que organismos hospedadores utilizados por los oportunistas para obligarlos y embaucarlos a fin de que se endeuden, la desigualdad de ingresos y riqueza yegó a un nuevo pico en 2007, el mayor nivel de desigualdad desde 1929. William Domo detalla esa desigualdad como sigue: (Le daremos continuidad en otra entrega).

“La inmortalidad solo abre media hoja de su puerta estrecha y deslumbrante”.

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